viernes, 14 de agosto de 2009

Public Enemies: lo que pudo ser y no fue

Michael Mann es uno de mis directores favoritos. Dentro de la terrible crisis creativa y de talento que se vive en el mainstream actual, Mann ha sabido construir una carrera una línea marcada de historias y un estilo visual inconfundible. Y Mann ha dirigido a finales de la década pasada una de las mejores películas de los últimos tiempos: The Insider o El Informante, angustiante película sobre un soplón que despedido por una emrpesa tabacalera decide ir al reconocido programa americano 60 minutos para contar toda la verdad (aunque ya conocida por casi todo el mundo) del cigarro y cómo es manejado los niveles de adicción por los burócratas y corporativos. Pero además The Insider observa de cerca el tema del periodismo e incluso coquetea con lo legal. Una película completa, con una fotografía y un guión de otro planeta, definiendo el estilo de su director. Y muy aparte de la gran actuación de Russel Crowe y de tal vez una de las últimas inspiraciones furibundas de Pacino, el gran mérito de Mann está en darnos una película a su manera, fiel a sí mismo, y darnos 2 horas de calidad y gran tensión sin un sólo disparo. Una genialidad. Por ello es que cuando salió la noticia de que Mann preparaba una película sobre gangsters, a la antigua, inspirados en aquellos bandidos de los cuales robaban muchas cosas Cagney o Bogart, bueno, unom tenía material para ilusionarse. El día del estreno llegó y uno se encuentra con emociones encontradas.



Y es que Public Enemies no es una mala película. En realidad, y casi como toda película de época, la ambientación, vestuario y decoración son impecables. Y la historia es definitivamente cautivante: un joven y apuesto ladrón que viste bien y que con la mirada y algunas palabras conquista a las más bellas mujeres se dedica a robar bancos, la plata de los poderosos, siendo para él impensable robar a pobres o secuestrar, ya que ello es su "gancho" para esconderse entre la gente. Dillinger se consideraba una figura pública (más que un enemigo), una estrella que vestía cool y que sabía ganarse el aprecio de prensa y del desesperanzado público americano (vale recordar que vivimos en el contexto de la gran depresión). Y la película trascurre, Depp pone su cara seria pero todavía conserva algunos rasgos a lo Brando; Bale pone su cara aun más seria y una pose de guerrero implacable para gritar cuando no está disparando; Cotillard es encantadora y, bueno, hace el papel de la chica de la película. Y hay balaceras, hay elaboraciones de algún plan de captura, hay ejecuciones, hay fugas y todo lo que nos fue prometido. Y Mann lo hace con gran maestría. Mann es un técnico, un artista en su máximo nivel que siempre nos sorprende con algunas tomas, dejando espacio claro a las tomas bellas e impresionantes que acostumbra. Pero se siente que hay algo que falta. Parece como si fuera un bello, hermoso cofre, pero sin contenido, o con una que otra joya, pero sin pulir. Creo que esta ausencia de "jugo" responde a las expectativas que generó la película.




Claro, Si The Dark Knight hubiera sido hasta un poquito menos impresionante, sería uno de los mayores fracasos de el año pasado. Pero no. TDK resistió el hype y lo superó. Como Ledger, TDK superó las expectativas y nos impresionó con una demostración de clase y entrega para ser una película de superhéroes y de reflexión a la misma vez. tan descorazonada como impresionante en apariencia y en contenido. Pero a Enemies le falta esa aura mágica y legendaria que tiene toda película de mafiosos. Esos perdedores que escalan desde lo más bajo de las ciudades y llegan a la cima, o supuestamente lo que es la cima para ellos (léase dinero, poder y mujeres, como decía el gran Tony Montana). Y generalmente la ambición mata a estos seres odiados por policías pero queridos por el público (tanto el de la película como nosotros, lo espectadores, que amamos los antihéroes). Y si bien es cierto Mann hace énfasis en la tragedia contenida de Dillinger, un ser que le encanta estar en el ojo público pero que poco a poco el FBI lo empeiza a cerrar hasta encerrar a su amada, el público no llega a entregarse totalmente a la historia de Dillinger, creo que no llega a haber un momento de angustia en que nosotros luchemos por él. Dillinger es inteligente, apuesto y vamos que todos sentimos atracción por algún tipo como Robin Hood, pero esto no basta. No basta marcar a un personaje de tales características. Es como la historia de la película, delineada como gangsters contra FBI en la "Época de oro del crimen en Norteamérica", pero delinear y delimitar los rasgos de la película y moldear a un personaje toma más que desperdigar características que a priori son atractivas. Para trabajar y darle alma a un personaje tieens que hacerlo vivir, ponerlo en aprietos y trabajar lo que supuestamente lo distingue. Es hacer que se entregue y de esta manera hacer que sintamos compasión por él o que nos sintamos comprometidos por su causa. Dillinger abría bóvedas y escapa de cárceles sin causarnos mayor compromiso. Creo que el compromiso del espectador con el personaje es clave. Sino, que lo diga Michael Corleone, el hijo de su madre más querido por todos. El diablo en persona, Pacino-Corleone era tan entrañable como diabólico. Para no ir tan atrás, me parece que más profundos e impactantes resultan Hanks y Newman (Que grande Paul) en "Camino a la Perdición", que es un ejemplo de cómo una supuesta "película de gangsters" trata en realidad de relaciones complejas, de la familia y de el falso compromiso criminal y la traición. Eso es la clave, de que una película sea de tal temática pero que eventualmente nos ofrezca mucho más, un estudio o análisis de algo que va más allá de lo que a simple vista aparenta. Eso hace gran al Padrino, a Buenos Muchachos o a Camino a la Perdición. Pero Public Enemies es una película de bandidos contra agentes, y se queda ahí. No ofrece menos (es Michael Mann al fin y al cabo), pero no ofrece más, no ofrece lo que pudo ser. Que diferencia con The Insider, una genialidad que tenía tantos planos por analizar, personajes compormetedores y que lo dejaba pensando a uno horas sobre lo presentaod en pantalla. Y todo con una técnica y clase magistral. Eso es Michael Mann, y esperemos que algún día regrese con todas su luces. Claro que dentro de la paupérrima cartelera mundial, sea bienvenida la grandísima técnica de Mann.
Nota: 16/20

PD: A partir del debate generado, me parece que esta vez Mann no acierta con la cámara digital. No va con el estilo clásico de este tipo de películas. Lo clásico, clásico se ve mejor. Y una pequeña invocación: que ya pare con la "camarita epiléptica" que nos quiere dar la impresión de realismo.