viernes, 20 de diciembre de 2013

Rumbo al Oscar 2014: Captain Phillips

"Captain Phillips" cuenta la historia real de Richard Phillips, capitán de barco norteamericano que junto con su tripulación sufrió el ataque y secuestro de un grupo de piratas somalíes en el año 2009. La película entra de lleno al género del thriller, creando un continuo suspense, aunque no por ello exento de tiempos muertos o parones narrativos. El inglés Paul Greengrass pone al servicio de la película todo su oficio como narrador y director de estilo realista que ya vimos en otra película que narraba una historia de un famoso secuestro: United 93. La dirección de Greengrass es potente y siempre está presente, porque eso demanda una historia como la de "Captain Phillips". Muestra de ello es la magnífica escena de aproximadamente 20 minutos en la que los piratas somalíes finalmente abordan la nave de Phillips y empiezan a tomar el control. Una escena registrada magistralmente, comparable a la escena de la toma de la casa de Bin Laden en "Zero Dark Thirty".


En realidad, la película de Greengrass tiene muchas semejanzas con la película de Katheryne Bigelow. Ambas narran historias reales de mucha tensión, y los directores emplean todas sus armas y técnicas para dotar de nervio a unos guiones no flojos pero que sí presentan varias fallas. Y así como "Zero Dark Thirty" sufría de cierta frialdad y distancia, "Captain Phillips" sufre de contar con una segunda hora bastante lenta, en la cual la historia no avanza y que sufre si la contrastamos con la primera hora de metraje (toda la toma del barco de Philips y el escape). Esto no hace más que reasegurarnos que un guión algo flojo siempre puede ser salvado por un buen director. Ya lo hizo este año Alfonso Cuarón con "Gravity" y ahora lo hace Greengrass con "Captain Phillips".

Y si bien la dirección de Greengrass contrapone el ritmo irregular de la película, el otro gran factor de contención lo encontramos en las actuaciones. Tom Hanks demuestra que no hay nadie como él para interpretar al "everyday man", otorgando postura y dignidad a su Richard Philips de las primera dos horas de película. Pero luego a Hanks le bastan dos útlimas escenas finales para encumbrar a su personaje y (actuación) en uno de los papeles del año. Desde "Philadelphia" Hanks no se mostraba tan frágil y tan vulnerable. Un hombre completamente roto, frente a cámara. Porque hay que tener determinado nivel de actuación para llorar y romperse en pantalla y no caer en el ridículo. Hanks conmueve sin abusar de manierismos, siendo real a su personaje pero también sincero a la situación. Un Hanks notable.


El otro gran acierto de casting es una sorpresa: Barkhad Abdi, actor somalí-norteamericano que hace su debut en esta cinta. Y de qué manera. Se nota que Abdi es un amateur, pero con unos rasgos amenazantes y una mirada fantasmagórica complementa una actuación de primera. Abdi construye un personaje lleno de misterio que toma el control y no se achica ante un consagrado como Hanks. Un villano que en manos de otro actor hubiera caído en el ridículo o el cliché, pero que Abdi dota de naturalidad y realismo. Un actor a apuntar en la carrera del Oscar y para el futuro.

"Captain Phillips" es una película más que correcta. Visualmente impactante (una edición de primera) con una gran dirección y muy buenas actuaciones, pero cuyo ritmo decae y un guión que presenta algunos fallos. Bastante parecida a la situación que analizamos en otra película de esta carrera al Oscar: Gravity. A pesar de ello, "Captain Phillips" es una película que tiene momentos muy logrados, de lo mejor en cuestión de suspenso en este 2013. Y no hay nadie como Greengrass para traer el suspenso a las puertas de nuestras casas, haciéndonos temblar que el ataque a las Torres Gemelas o el ataque de piratas somalíes son hechos que pasaron en los 2000s y que aún presentan repercusiones en el panorama mundial.


Nota: 17/20

viernes, 22 de noviembre de 2013

Rumbo al Oscar 2014: Gravity



Gravity (2013) es la película del momento. Y es que no sólo consiste en un film revolucionario a nivel técnico y estético, sino que es una de las más claras contendientes para los próximos premios Oscars 2014. La cinta dirigida por el mejicano Alfonso Cuarón narra las peripecias de los astronautas Ryan Stone (Sandra Bullock) y Matt Kowalsky (George Clooney) para sobrevivir en medio del espacio luego de que una misión espacial saliera mal. Una experiencia agobiante y extrema tanto para los protagonistas como para todos los espectadores.

Lo que más resalta de Gravity es el aspecto visual: simple y llanamente la película es espectacular, digna de verse en pantalla grande y, aun más, en 3D. No soy muy devoto del 3D, me parece que muchas veces se prioriza este recurso sorbe la historia, cuando debería ser simplemente una herramienta más al servicio de la narración. Pero en Gravity el 3D está totalmente justificado, en especial si consideramos que uno de los puntos centrales de la película es la ausencia de gravedad y cómo esto influye en las personas y objetos que flotan por el espacio exterior. Y no sólo ello, sino que los efectos especiales de esta película son precisos, ya que no sentimos que estamos frente a un juego de simulación, sino que realmente uno cree que está siendo testigo de accidentes espaciales de grandes proporciones. La fotografía de la película no hace más que resaltarla belleza de “Gravity”, destacándose los precioso cuadros de los astronautas con la tierra de fondo y todo el juego de luces y colores que decoran el celuloide.


Tal vez el mayor acierto de Gravity es la magnífica dirección de este prodigio llamado Alfonso Cuarón. Haciendo gala de una de sus ya marcas registradas, Cuarón abre el film con una potente toma continuada que cumple su cometido: atrapar al espectador y hacer que se siente como en un tour, en medio de toda la acción. Cuarón tiene nervio y sabe dónde poner la cámara, pero además sabe moverla y sabe cuándo concentrar la acción: ya sea en un plano abierto donde el espacio reduce en su mínima expresión a los astronautas o en un primer plano contenido de Sandra Bullock por minuto y medio, Cuarón demuestra que entiende el lenguaje cinematográfico. 

La dirección de Cuarón es complementada por un cast mínimo pero acertadísimo. Sandra Bullock, una de las actrices más resistidas del medio (en especial luego de ganar su primer Oscar) sorprende. Compone un personaje marcado por una pérdida pasada que tiene que aprender a querer vivir. Causó mucha sorpresa el cast de Bullock (en realidad el papel era de Angelina Jolie), pero como está diseñado el personaje, la buena Sandra demostró ser la decisión acertada: Stone es un personaje inseguro, torpe e inseguro, todas estas cualidades terrenales que una actriz natural como Bullock puede manejar. En aquellos momentos de mayor carga dramática (la escena de la conversación con el ciudadano chino por ejemplo) Bullock está notable y esto es lo que probablemente la lleva a ser una runner-up a mejor actriz. Clooney tiene un personaje mucho menor, pero cumple siendo, una vez más, bastante Clooney. Y eso no es algo malo; así como el inolvidable Cary Grant, el buen Giorgio está más allá del bien y el mal y tiene eso tan simple como difícil de conseguir que lo catapulta como al estrella que es: carisma.


Pero donde Gravity falla es en el guión. Una de las mayores virtudes del arte cinematográfico es (o al menos debe ser) sorprender. Y que no se malinterprete, a nivel visual Gravity sorprende e impacta, pero a nivel narrativo sentimos que la película se queda a medio camino. Si usted lee la premisa, sobre dos astronautas buscando sobrevivir en el espacio luego de un accidente, pues eso es lo que se encontrará en la película, y nada más. Esa es la historia. Es cierto, Gravity también es la historia de reencuentro con uno mismo y con las ganas de vivir y nos e queda en al simpe aventura espacial, la cual además no es una tarea sencilla. Pero no parece haber mayor desarrollo: Stone tiene que ir de un pinto “A” a uno “B” y de ahí a uno “C” y de ahí a la tierra. No hay más. Y el suspenso de si Stone podrá sobrevivir o no se ve destruido a los 10 minutos de película cuando el personaje de Bullock suelta la frase clásica “Creo que no sobreviviré”. Con esa frase, selló su destino: sobrevivirá.

En el cine, o en todo arte narrativo, tiene que existir una acción dramática. Y la acción dramática de Stone es una muy fuerte: sobrevivir. Pero además tienen que existir obstáculos y un camino empedrado para lograr completar tu acción (o fracasar en el intento). Pero la película no presenta mayores sorpresas en la construcción de obstáculos para la sobreviviente. Es más, el “malo” de la película puede considerarse a la nube de desechos que revolotean por el espacio, o las constantes indicaciones en idiomas extranjeros de cómo manejar las nave, presentándose estos “villanos” repetidamente durante el metraje, lo que hace que el guión quede algo “hueco” a la hora de proponer nuevos retos a los protagonistas.  En ese sentido, la historia presenta acción dramática, pero sin desarrollarla ni retarla a lo largo de la película. Así, Gravity puede estar más cercana a Avatar (2009) de lo que se cree: película visualmente impactante que presenta una historia que es desarrollada de la manera más simple posible. A pesar de ello, la sensación que al final deja Gravity es la de espectacularidad. Y sería una gran opción para los Oscars del próximo año.

Nota 17/20

lunes, 30 de septiembre de 2013

Breaking Bad: todos somos Heisenberg, todos queremos ser rey.

Breaking Bad ha llegado a su final. Una serie sobre un profesor de química cincuentón y mediocre al cual le es diagnosticado cáncer terminal y que, desde ese momento, decide convertirse en un cocinero de metanfetamina en la búsqueda de la creación de un imperio. Un imperio que nunca tuvo, que pudo constrir, pero nunca se atrevió a hacerlo (¿o no lo dejaron?). Con la alerta dela muerte sobre él, este hombre decide renacer. "I'm awake" le Walter White dice a Jesee en la primera temporada; "I'm alive" le dice Walt a su esposa Skyler. La historia de un hombre y su otro yo.

La última temproada de Breaking Bad ha sido, sin dudas, la mejor. El arco desarrollado entre la tercera y cuarta temporada, resumido en el face off de "Walt vs Gus", es tal vez la mejor construcción dramática de la serie, pero esta última tanda de ocho episodios de la serie es sencillamente agobiante en su desarrollo y devastador en su resolución: todas las piezas tenían que caer. Y vaya forma en que lo han hecho. La segunda parte de la quinta temporada de Breaking Bad es de una dureza cruda y pura, sólo comparable con el dickeniano devenir de los cuatro "chicos de verano" de la cuarta temproada de The Wire o la traición de Shane a Lem (y a Vic, y a todos) en la quinta temporada de The Shield. Ver Breaking Bad durante estos dos últimos meses ha sido una experiencia desoladora.

Como las piezas de un dominó, la lectura oportuna de "Leaves of grass" de Walt Whitman con la que se curza Hank en el baño de los White es el factor que desencadena toda la avalancha de sucesos que vemos en esta última temporada de Breaking Bad. Ese primer episodio de la temporada (Blood Money) puede resumirse en aquel cara a cara entre Hank y Walt, resolviendo este la situación con su ya famoso "Tread lighlty". Luego, Walt, nuestro moribundo pero resolutivo ¿héroe? ¿villano? ¿antihéroe? decide ocultar su dinero e incluso logra que Skyler, su sufrida esposa que esperaba que el cáncer vuelva para librarla de este suplicio, se ponga de su lado (Buried). De esta forma, Vicne Gilligan y su equipo nos decían que no querían tener "tiempo muerto" y querían contar la historia como si fuera el último capítulo de la serie. Toda la carne al asador, Walt estaba más acorrlado que nunca.

Luego llegó uno de los mejores capítulos de esta grandiosa tmeproada (Confessions) y un momentazo, la jugada maestra: el video de la "confesión" de Walt que ven atónitos Hank y Marie. Walt, actuando como sii fuera una víctima y culpando a Hank de su nuevo oficio de cocinero. Walt jaqueaba a Hank, en el tercer capítulo. Una vez más el ingenio de Heisenberg en todo su esplendor. Skyler, una muerta viviente con la mirada perdida, sólo atinaba a grabar esa mosntruosa confesión. Pero Walt no contaba con la carta salvaje, con el perro rabioso, Jesee Pinkman, el adicto de buen corazón, que descubrió la verdad y luego de un intento desquisiado de coger el mecanismo de venganza más inmediato (y el más tonto por lo impulsivo), se pone por primera vez a usar la cabeza sobre su corazón (Rabid Dog), para así planear la caída definitiva de su otrora mentor.

To'hajillee y Ozymandias son tal vez el combo definitivo de Breaking Bad. en el primero de esos episodios vemos la soledad del desierto de neuvo México. Y cómo entre sus tonos rojizos y anaranjados se destaca la pequeña figura del hasta el momento rey blanco: Heisenberg. Chaquete blanca, pistola en mano, Walter White, el hombre que muere de cáncer y codicia, busca a su ex compañero, pero en especial busca su dinero, lo que él cree que es su objeto más preciado. Y encuentra a su ex compañero, pero también a su cuñado/cazador y su fiel compañero. Walt ha sido atrapado, cayó el rey...sólo que el abismo era más profunda aún.

Ozymandias es, como dices los gringos "hands down", el mejor episodio de Breaking Bad. probablemente el mejor episodio televisivo que este humilde bloggero verá en su vida. si To'hajiilee nos dejó atónitos con la llegada de los neonazis (bastardos villanazos de última temporada) y el fuego cruzado entre estos y los agentes de la DEA, en Ozymandias nos topamos con Walt, el hombre que quería ser rey, viendo cómo todo lo que quería se le escapa entre los dedos: su familia (Hank moría a manos de un asesino que el mismo Walt había convocado), su dinero (a manos también de los nazis), su ex compañero y "alumno" (aunque claro, Walt, ensimismado en su orgullo, lo culpa de toda esta desgracia), y su familia. La cumbre de este episodio es esa escena en la que Walt rompe palitos con Skyler y Walt Jr, en la cual exclama dos veces, pero ambas con significados distintos, una frase que sigue impregnada en nuestra cabeza y apuñalda en nuestros corazones: "We are a family!". No, Walter White, ya no lo son.

Posteriormente el Rey caído rapta a su bebé, sólo para darse cuneta que ya no tiene nada y tratar de exculpar a su esposa mediante una última conversación telefónica dolorosa e infartante, llenad de significados. Walter se pierde en la noche y decide exiliarse. Walt intenta regresar, pero su enfermedad y, sobre todo, la caída de su imperio lo han derrotado (Granite State). En este capítulo crepuscular, Walt ahora sólo espera calentarse día a día en la gélida New Hampshire y tiene que pagar dinero a un hombre sólo para que éste juegue cartas con él. la caída triste de un ídolo de barro. De una leyenda fantasma. Y es rechazado por su hijo una vez más. Y en verdad su cáncer ha vuelto. Y en verdad ha llamado a la policía para entregarse. Pero ve la televisión y descubre la verdad (como todos nosotros al ver la serie cada domingo): Sus otrora amigos y creadores de Grey Matter, la compañía que él ayudó a formar, lo desprecian y ningunean. Walt cierra el puño y se va, rumbo a Albaquerque, a buscar lo que él siempre buscó: ¿venganza? no, eso viene colateralmente. Walter siempre quiso que recuerden su nombre.

Antes de comentar el final de Breaking Bad, podemos reflexionar un poco en el "mensaje" de esta serie, o de lo que en verdad se trató. Gilligan siempre dijo que la serie era sobre el viaje de Mr Chips (un buenotas) en Scarface (un malo malote). Y eso es cierto de algún modo. Walter White es el antihéroe más exquisito de la historia de televisión norteamericana, sólo porque no se trata de un antihéroe. Walter White es un monstruo, afrontémoslo. Es un despiadado hombre que daría todo por su reino: dejar morir personas por su propio vómito, envenenar niños, poner una bomba en una casa de retiro, contratar neo nazis para realizar matanzas en cárceles, agredir psicológicamente a su esposa, etc. Walt, Heinserberg, es un auténtico hijo de puta. Y Gilligan tuvo la magia de hacer que hinchemos por él, hasta el final. Pero creo que el mensaje de la serie es uno más prfundo aún.

Breaking Bad no es sino la historia de un hombre buscando ser más de lo que alguna vez fue...y que siemrpe tuvo la capacidad de serlo. De lo poco que conocemos del pasado de Walt, sabemos que es un genio de la quñimica y que estuvo, al menos en los inicios, inmerso en la cosntrucción de una empresa multimillonaria como Grey Matter. Pero Walt no pudo quedarse y temrinó como un mediocre profesor de secundaria. Y Walt siempre se sintió frustrado. Si hay un adjetivo que resume muy bien al protagonista de este serie es el ser reprimido. Wlater White es un tipo reprimido que nunca explotó sus reales capacidades, y es recién cuando explotó sus habilidades quimicas para hacer drogas que se da cuenta que ha comenzado a vivir. "I'm awake" decía y en verdad había depsertado su lado genial, su lado innovativo, había repotenciado su alma. Había resucitado.


Y con eso repotenció su lado "malo". Si Walt explota su intelecto con Heisenberg, también se deja invadir por sus propios demonios y así, con la cabeza llenad de ideas grandilocuentes y diseños de imperio, se transforma poco a poco en Heisenberg, el rey blanco. Walt es un tipo muy inteligente, con bastante suerte, y con una moral de mierda. Creo que al final Breaking Bad termina siendo una ligera crítica al sistema económico como tal: un capitalismo burtal que permitió que el pequeño empresario (Walt en sus inicios) derribara al gran empresario (el Pollo Hermano Gus), pero que una vez en la cúspide del imperio, sus propias ambiciones (Mike lo encara y le dice que todo se vino abajo por su ego) derrumbaron todo lo que había construído. Es así que esta serie no es sólo la transformación de un hombre bueno a uno malo, sino que es algo mucho más profundo, con mucho más capas. Es la historia de un hombre que quiso y pudo más, pero no pudo por las buenas, así que decidió el mal camino...y eso traía consecuencias.

Y así llegamos al capítulo final, "Felina". Orquestrado por Vicne Gilligan, Felina es una hora tranquila y metódica de Breaking Bad, en la que Walt, casi un fantasma imperceptible, cierra los cabos suelto con sus ex colegas de Grey Matter, con la esquemática Lydia, con su Skyler (en la mejor escena del final), con sus hijos, con los Nazis, con Jesee. Temía que no cerraran el final a tiempo, pero lo hicieron. En un último acto "heroico", no sabemos si de manera consciente o no, Walt empuja a Jesee protegiéndolo con su cuerpo a la vez que su "little friend" acribillaba a los neo nazis. Walt y Jesee comparten una última mirada luego que el joven aprendiz rehusara matarlo. Jesee escapa rumbo a lod esconocido, gritando por haberse librado de la tortura física de Todd y de las cadenas psicológicas de Mr. White. Walt se acerca al laboratorio, su "baby blue", y muere. Se acabó.

Dos escenas para analizar en este final. Empezemos con la última. Walt se acerca a los tanques del laboratorio, coge la máscara y mientras muere contempla su creación, su imperio. Todo el mundo creerá ahroa que cocinó hasta el final y que la metanfetamina azul muere con él, el chef, el creador. Un final justo para que el quería ver a Walt ganar, ser dueño del imperio, y un final justo para quien lo quería ver morir. Por eso no coaprtimos las reservas con el final que tienen algunos críticos. Es cierto, Felina no fue un episodio épico o con sorpresas (si ya una metralleta operada por un brazo mecánico no es una sorpresa en sí), pero fue un final justo. Nos acoplamos a los comentarios que dicen que Ozymandias fue efectivamente el final de Breaking Bad, y que Granite State y Felina fueron dos justos epílogos. Es verdad, Felina no estará en el top ten de episodios de la serie, pero es el final que esta serie merecía y requería. Walt necesitaba despedirse de todos y lograr su venganza, narrativamente la serie lo exigía. Y murió logrando su objetivo, algo impensado para un villano de su categoría. Al final, Gilligan nos terminó sorprendiendo incluso con un final tranquilo: le dio a Breaking Bad un final relativamente feliz.

La última escena que queremos comentar de este final es la conversación deWalt, el fantasma, con la mujer que alguna vez lo amó. Skyler, cansada de tantas mentiras, le dice a Walt que no se excuse utilizando a la familia, pero Walt le contesta secamente: "Lo hice por mí. Me gustó. Era bueno en eso. Y en verdad era...yo estaba vivo". Wal se deja de hipocresías, deja de utilizar la familia como escudo y finalente confiesa lo que todo el mundo ya sabia: Walt hacía lo que hacía por el mismo, por su ego, por sus ganas de ser el rey. Al fin y al cabo, Breaking Bad es la historia de un tipo simple que buscaba ser rey, y lo perdió todo en el intento. Aunque al final, de alguna manera u otra lo consigue. Porque el rey de la metanfetamina es rey al fin ¿no? Bueno, Walter White no buscaba ser un ejemplo de moral, de padre, de esposo, de cuñado. él quería destacar, que todos digan su nombre, y al final ha logrado eso: ser recordado como una leyenda.

Por ello, como cierre, concluimos que todos somos Heisenberg. Todos queremos un poco más de reconocimiento. Que nuestros padres nos feliciten mas, que nuestras parejas nos den más besos, que nuestros hijos nos abracen más, que nuestros jefes nos reconozcan algunas cosas, que nos consideren más importante de lo que somos. Walter White era eso. Nosotros somos eso. A él lo activó el cáncer y el darse cuenta lo bueno que era siendo el cocienro Nº 1 de metanfentamina de Nuevo México ¿Y a ti? ¿A ti que te falta para explotar tu Heisenberg de adentro? Al final y al cabo, todos podemos "break bad". Tipos simples con un genio maligno dentro de nosotros.

Cierro este post halagando una vez más a las personas atrás de este producto maravilloso: gracias a Vince Gilligan y su equipo de escritores, George Mastras, Thomas Schanuz, Moira Walley-Becket, Gennifer Hutchison, Sam Catlin, Peter Gould, quienes desarrollaron de manera maravillosa toda la historia que hemos visto a lo largo de 62 episodios; gracias a los magníficos directores que tuvo esta serie, en especial a dos, Michelle McLaren, la maestra de la dirección, y Rian Johson, director de cine que nos regaló tres joyitas tan distintas entre sí (el extraño Fly, el contenido Fifty-one y el explosivo Ozymandias); gracias al señor Michael Slovis, director de fotografía y ocasional director de la serie, que se encargó de darle con su fotografía una identidad a la serie, haciendo que se la reconozca con tan sólo una toma; y gracias a los actores, a esa sorpresa que resultó siendo Betsy Brandt, a ese luchador que es RJ Mite, a esa roca sólida (perdón, mineral) que es Dean Norris, a ese guerrero de mil batallas Johnathan Banks, a ese pagliaci trágico que es Bob odenkirk (esperamos el spin off Better call Saul!), a ese impertérrito Giancarlo Esposito, a esa maniática Laura Fraser, a esa joyita sorpresa que reusltó ser Jesee Plemons, a esa desoladora Anna Gunn. Y en especial a dos grandes: a ese ángel de corazón inmenso que es Aaron Paul (no lo conozco, pero que buen tipo aparenta ser) y a aquel monumental camaleón, el hombre de los mil rostros, el tipo que se adueñó de un papel: Bryan Cranston. El mejor actor que ha pisado un set de televisión.

Porque hizo que todos amáramos odiar a Heinsenberg, y que odiáramos amar a Walter White.

All hail the king!

PD: un podcast que grabamos junto a Enrique del Castillo sobre el final de Breaking Bad: http://www.ivoox.com/stream-mato-al-cable-16-audios-mp3_rf_2402864_1.html     

jueves, 11 de abril de 2013

El Limpiador: con poco se puede hacer mucho, muchísimo.

"El limpiador" es la primera película del jovensísimo realizador peruano Adrián Saba y narra la historia de Eusebio, un "limpiador" (Víctor Prada), funcionario del Minsiterio de Salud que se encarga de "descontaminar" los rastros que dejen los fallecidos por una infección desconocida que azota a la ciudad de Lima (sino a todo el mundo) y que ve como su vida se ve alterada (si ya no era poco con la epidemia) por la llegada de un Joaquín, pequeño niño huérfano (Adrián Du Bois) a quien deberá cuidar a la fuerza.

Cuando las películas tocan el tema de "eventos" cruciales o importantes, como un desastre natural, un accidente de proporciones bíblicas o, como es el caso de "El Limpiador", una enfermedad que amenaza con depurar a la humanidad, son dos las opciones que tiene el director o guionista: decantarse por el lado de las epxlosiones y efectos esepciales que decoran el "gran evento", o preferir tocar las "historias mínimas" de los personajes cuyas vidas se ponen a prueba en este evento. Saba elige esta última opción, dejándonos a nuestra imaginación (salvo algunas descripciones en la televisión) el desarrollo y expansión de la mencionada infección y centrándose, en un primer momento, en la vida "mundana" de Eusebio, para posteriormente narrar su encuentro y relación con el infante Joaquín. Creemos que un enfoque intimista como el que elige Saba es mucho más interesante que la aproximación hollywoodiense llena de combates del ejército y las bombas esporádicas. 


De esta forma, tenemos un guión parco, austero, que se cocnentra en la gelidez de las tomas y la inexpresividad de los actores para transmitirnos el hermetismo y soledad de una Lima post-apocalíptica. Por ello es que resulta acertadísimo el casting de un actor de carácter como Víctor Prada, cuya gestualidad triste y seca nos informan de que al Limpiador que interpreta ya nada lo motiva ni lo conmueve (genial la escena en la que un impertérrito Eusebio). Claro, esta situación cambia con la llegada de un Joaquín que con cada toma va creciendo, lo que denota un gran futuro para el niño actor Adrián Du Bois. 

Salvo unas apariciones casi de cameo de otors actores como la del siempre eficiente Miguel Iza, toda la película se sostiene en la relación entre Eusebio y Joaquín, siendo el viejo Limpiador quien lleva la carga dramática (la acción dramática) al buscar la verdadera familia de su joven acompañante ante su inminente partida. Si bien la película puede aparentar lentitud, es estala tonalidad que eligió Saba y nos parece acorde con el estilo de vida del personaje de Eusebio y con la sensación que este transmite: que ya nada es lo mismo, que Lima es un caos, pero que ya nada importa, todos moriremos tarde o temprano, y solo queda hacer un trabajo. De ahí que haya sido una decisión atinada el hecho que el protagonista de la película no sea un policía joven sino mas bien un viejo funcionario público, símbolo de la pasividad limeña, sino mundial. 


Técnicamente, Saba le saca el jugo a una película que aparenta ser austera. La fotografía es muy buena, incluso dando la sensación que Saba y su fotógrafo son fieles seguidores de esa joya que es "Breaking Bad" para inspirarse en sus tomas (Eusebio con su traje de Limpiador en medio de un arenal limeño podría pasar como una versión de Heisenberg peruano...solo que menos maquiavélico). Y si bien "El Limpiador" centra bastante metraje en las íntimas escenas cerradas entre Eusebio y Joaquín, Saba también se da maña para mostrarnos escenarios de la Lima de todos los días como el Estadio Nacional, el Morro Solar o las estaciones del Tren Eléctrico, aunque libres de gente (algo muy difícil de ver en Lima, a menos que uno se levante a las 4 de la mañana), lo cual dota a dichos lugares familiares de una distancia gélida e intimidante. 

Saba, con muy poco, logra transmitirnos mucho de esa Lima infectada que parece, por nuestro bien, un poco lejana. Esperemos que dicho apocalipsis se mantenga alejado, y esperemos también que sigan llegadno películas como "EL Limpiador", que demuestran que con poco presupuesto, pero sobre todo con economía cinematográfica, se pueden obtener grandes resultados. Es esta una película apocalíptica, pero prometedora de un buen futuro para el cine nacional. 


Nota: 18/20

PD: Si Saba llegase a leer estas líneas algún día, decirle que así como es una gran película, la hora y media de "El Limpiador" podría pasar tranquilamente como un genial piloto para una serie. La pregunta es ¿las televisoras nacionales apostarían para un producto de ficción de largo aliento basado en este tema? Ojalá.

domingo, 24 de febrero de 2013

Rumbo al Oscar 2013: Los Miserables

Llegamos al final de análisis de las nueve películas nominadas a Mejor Película en los Premios de la Academia 2013 con "Los Miserables", representación cinematográfica del conocido musical basado a su vez en la novela homónima de Victor Hugo. "Los Miserables" ha sido considerada desde su inicio como una de las principales apuestas de cara a la temporada de premios de este año, no solo por la trascendencia del musical en sí, sino por toda la gente que estuvo atrás de este proyecto. Basta ver a su director, elr eciente ganador del Oscar Tom Hooper, y sus actores, entre los cuales encontramos artistas reconocidos y nombres atractivos para el público. A pesar de ello, se siente que la película se queda a medio camino.

La trama es conocida: Jean Valjean (Hugh Jackman), un hombre condenado a prisión por robar un pedazo de pan, es liberado y comienza un camino de transformación y redención, constantemente acechado por el oficial Javert (Russel Crowe), mientras cumple la promesa que hizo ante Fantine (Anne Hathaway) de cuidar a su hija Cossette (Amanda Seyfried). La historia es de largo aliento, dada la extensión del material original de Victor Hugo. Las dos horas y medias de metraje son cantadas casi en su totalidad, lo cual puede resultar satisfactorio para los amantes acérrimos de los musicales, pero para los que creemos que nunca el género puede superponerse a la trama, creemos que es un poquito cargante y exagerado. Los musicales se caracterizan por la espectacularidad de sus números, aquellos que esperamos con ansias. Pero si toda la pelñicula es cantanda, entonces ya se llega a u punto en el cual las canciones empiezan a agotar. Incluso hay situaciones donde la lírica desencaja e incomoda, por no decir que ridiculiza, determinados mmentos dramáticos claves de la película. Porque si las prostitutas cantan al sucumbir Fantine en los infiernos puede verse atractivo y hasta acertado como recurso narrativo, hacer que Javert y Valjean canten mientras se dan espadazos con tensión y sudor no es precisamente la mejor opción. A veces es necesario hacer descansar ciertos recursos y no sobreexplotarlos. El exceso casi operístico del film vulgariza el apartado musical, principal atractivo de la película. 


Narrativamente también se resiente la película. Todo el "tour de force" de Valjean es lo mejor de la cinta. Esto es desde la escena inicial de la película hasta que Valjean fuga con Cossette de las garras del obsesivo Javert. Pero desde que el film presenta a una crecidita Cossette y a los jóvenes luchadores de la revolución francesa, el ritmo cae y la película espectacular y mítica que había sido "Los Miserables" en su primer tramo cae a un romance un poquito ridículo y jalado de los pelos. El triángulo amoroso entre Cossette, Marius y Eponine no tiene justificación, a menos que creamos en el amor a primera vista. En caso no nos pongamos quisquillosos, porque al fin y al cabo en el cine el flechazo inmediato es válido, tampoco nos interesa la historia de amor porque los tres personajes mencionados no están desarrollados de una manera adecuada (salvo cantar un par de canciones claro está). Además, se desaprovecha una gran ocasión para dotar de más sentido épico al film con la parte de la Revolución Francesa. Porque las escenas en la plaza y lo que sucede con el niño nos tocan el corzón, pero para una producción sólida de Hollywood como esta, las escenas de enfrentamientos y de guerra pura y dura están grabadas con tanta austeridad. Se reafirma así que el Oscar a Mejor Director de Tom Hooper fue un robo a mano armada al buen David Fincher.

Donde sí creemos que acierta Hooper es en recurri al primer plano en muchas secuencias. Mucho se ha criticado la sobreexplotación de este recursos por parte del director británico, y la verdad es que sí hay un exceso de "close ups", pero cuando la historia lo requería, y Hooper lo empelaba, le salían unas escenas brillantes. Todo ello se debe a la confianza que Hooper deposita en sus tres protagonistas, los cuales están sencillamente maravillosos. Anne Hathaway como Fantine aparece poco, muy poco. Y si bien puede pecar de ciertos gestos de "estoy triste" y "mi vida es una mierda", un momento de la película justifica todos los premios que ha recibido hasta el momento: su desgarradora performance en "I dreamed a dream" te toca el corazón y te lo destroza. Hooper acerca la cámara y sostiene la escena en el rostros desconsolado de Hathaway que canta mientras siente que se le va la vida. Este era el momento de Hathaway, por el cual sabía que le darían el Oscar y todo lo demás, y no lo desaprovechó. Russel Crowe, al que tanto se le ha criticado por sus habilidades en el canto, también está muy bien. Si bien es cierto su voz cantora es, cuanto menos, extraña, el buen Russel lo compensa con una presencia descomunal. Pocos son los actores que con colocar su cuerpo y rostro llenan la pantalla, y Crowe es uno de ellos. Además tiene el cálculo preciso para demostrar tantos sentimientos sin exceso de manierismo ni lagrimilla fácil. Acertadísimos también están los orates Helena Boham Carter y Sacha Baron Coen como los carroñeros señores Thenardiers.


Y llegamos al gran protagonista y artífice de la película: el gran Hugh Jackman. Pocos tipos caen tan bien como el recordado "Guepardo", pero a pasado de ser un "good guy" y presentador de premios a ser un gran, gran actor. El Valjean es amo y señor de la película, y justamente cuando cede un poco de su protagonismo a los "jóvenes de la Revolución" es cuando la cinta decae. Jackman entrega todo de sí en este papel, mostrándonos las diversas sensaciones y sentimientos de Valjean: culpa, tristeza, entrega, esfuerzo, desdicha, felicidad, desánimo, autodestrucción, desilusión. Jackman no solo gesticula, sino que tambiñen canta, y canta muy bien pero además dota de desdicha cada nota que entona. El conmueve con números como "Who I am?" o su aparición final y aceptación de la muerta. Si bien el maquillaje no es el mejor, Jackman nos transmite la resignación de un viejo que sabe que pone en peligro a su hija. La actuación del actor australiano, junto con la de Joaquin Phoenix en "The Master", es la mejor de un protagonista en el 2012.

"Los Miserables" es un film que tiene todo para ser espectacular, y lo es en realidad, pero tiene fallos en guión y la dirección de Hooper no es la más adecuada. Sin duda lo central del film es aquella miseria mutua entre Valjean y Javert, condenados a huir y perseguir respectivamente hasta el final de sus días. Dentro de lo plano de la narrativa del film, son las grandes actuaciones de Jackman, Hathaway y Crowe, y algunos números musicales muy bien logrados ("Look down", "I dreamed a dream", "Master of the house", "Do You Hear the People Sing?" entre los más destacados), pero otros caen en la mundanidad debido al sobreuso de la lírica. Finalmente, es una buena película que tenía todo el material para ser un film excepcional pero que no desarrolló todo su potencial.


Nota: 15/20


domingo, 17 de febrero de 2013

Rumbo al Oscar 2013: Amour

Amour es la última película del prestigioso realizador austriaco Michael Haneke. La película narra cómo Georges (Jean Louis-Trintignat), un viejo académico parisino, tiene que lidiar con una repentina enfermedad que aqueja a su amada esposa Anne (Emmanuelle Riva), una profesora de piano a la que se le ha paralizado la mitad del cuerpo. El día a día del viejo Georges cuidando de su enferma esposa es el motor de esta cinta.

El estilo de Haneke es ya “marca registrada de la casa”. Su rasgo más notorio son los larguísimos planos en los cuales los espectadores supuestamente debemos encontrar algo distinto cada segundo, pero que no parecemos encontrar. Así como en la crítica anterior expresé mi admiración por el estilo de Tarantino, aquí es una buena ocasión para afirmar que el estilo de Haneke me parece un poco pretencioso y francamente cansino. Hay situaciones que pueden ameritar este estilo, como el maravilloso inicio del film con ese plano de los asistentes, incluida la pareja protagonista, a un concierto de piano. Pero hay otras situaciones donde el plano llega a cansar. Aunque, tal vez, esa es la intención del realizador.


El ritmo de esta película es lento, muy lento. Pero Haneke logra dotar de vitalismo la primera hora del film, donde tal vez la sorpresa y el reconocimiento de los personajes es lo que nos motiva a estar pegados a la pantalla. Pero en su segunda hora, la cinta se hace pesada y miramos el reloj en más de una ocasión. Y es que dos horas de duración para una película que toca un tema tan íntimo puede llegar a ser una exageración. El film, sin dejar de tener una trama interesante y personajes, peca de tener metraje excesivo. Si bien llega a ser interesnate ver la cotidianeidad de una pareja escena tras escena, el exceso de lo mismo puede llegar a retrasar el avance de la historia. Este exceso de escenas de la vida mundana es el pecado de otras películas como "El árbol de la Vida" y, lamentablemente, terminan por superponerse al desarrollo de los personajes y de la trama misma, algo que terminan por aburrir al cinemero.

Justamente son los personajes lo único que motiva a seguir con la película hasta el final. Actuaciones maravillosas con una M mayúscula son las de Jean-Louis Trintignat y, sobre todo, de Emmanuella Riva. El primero, mostrándonos toda la tristeza y pesadumbre de un hombre que ve cómo el amor de su vida se va apagando poco a poco. Y la Riva, con una performance sencillamente agobiante y acogedora. La veterana actriz francesa sobrecoge en cada escena y se convierte en la dueña del dolor en las dos horas del metraje. Lo mejor de todo es que ambos actores exhiben la complicidad que debe tener una pareja que va tanto tiempo de casados. Y lo que es aún más fascinante, ambos exponen una química en un drama puro y duro, situación mucho más complicada que activar una química actoral en una comedia (como Bradley Cooper y Jennifer Lawrence en Silver Linings Playbook). Si algo hay que reconocerle a Haneke es que dota a sus actores del tiempo exactos para que nos puedan conmover. Y ambos experimentados actores franceses simplemente bordan sus papeles. Conmovedores.


Pero la película no compromete al espectador más allá de saber qué pasará con ambos personajes y con su trágico destino. Hay incluso situaciones bastante desubicadas como la metáfora de la paloma, que intenta ser poético pero que no hace otra cosa que cansar más al espectador, agobiado por la historia de la pareja y no por un recurso tan fútil como el de este animal. Así, hay muchas otras escenas que sorban y no aportan nada nuevo. Cuestión de gustos, pero el cien de Haneke no es de mis favoritos, y si la película es medianamente interesante es por las magistrales actuaciones ya mencionadas, pero sin mayor compromiso en otros aspectos. Inferior a otras cintas nominadas a Mejor Película, e incluso menos atractiva que su competidora en la categoría de Mejor Película Extranjera: la chilena No. 


Nota: 13/20

martes, 12 de febrero de 2013

Rumbo al Oscar 2013: Django Unchained

“Django Desencadenado” es última película de Quentin Tarantino, aquel maniático cineasta que hace del reciclaje fílmico un verdadero arte. En esta ocasión, toma mayormente del género “Spaghetti western” para contarnos su última invención. La película cuenta la historia de un impensado dúo, formado por King Schultz, un dentista alemán convertido en cazarrecompensas (Christoph Waltz) y Django “Freeman”, un esclavo negro recién liberado con una cuenta pendiente (Jamie Foxx). Ambos tendrán dos misiones: dar caza a los sanguinarios hermanos Brittle, y posteriormente ir al rescate de la esposa de Django, Broomilda (Kerry Washington), la cual ha sido comprada por el francófilo terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio).

Una primera diferencia con su anterior película, “Bastardos sin gloria”, es que en esta cinta la acción dramática está más clara, lo que ayuda al desarrollo de la película. El buen Django debe entrenarse, para lo cual se embarca en una aventura sanguinaria junto con  Schultz, para adquirir habilidades que le permitan rescatar a su amada esposa del empresario que la tiene capturada. Por ello es que nos comprometemos con los protagonistas y queremos ver cómo despliegan sus habilidades para lograr su cometido. Es así que la cinta está divida en tres grandes partes: el entrenamiento, en el cual Django y Schultz buscan a los Brittle; el plan, que es la charada que monta la pareja protagonista para engañar a Candie y rescatar a Broomilda; y la venganza, que es cuando Django regresa a cobrar su venganza. La extensión de la película (165 minutos) no se siente, y Tarantino tiene la maestría para entretenernos en cada una de estas etapas del crecimiento de Django. Su guión vuelve a ser el punto fuerte de sus películas, con la mezcla perfecta entre violencia, humor, parodia, refrito y las “tarantineadas” que nos tiene acostumbrados. 
 


Justamente sobre el protagonista de la película se ha dicho mucho: que es un personaje plano, que Jaime Foxx luce muy apagado, que los otros personajes se lo “comen” cada vez que aparece en escena, etc. Todo ello no deja de ser verdad, pero es precisamente lo que buscaba Tarantino. En el “Spaghetti western”, el protagonista es un hombre parco, sin gusto por la ley peor con su propio código moral, y que mira y se contiene antes de hablar y expresar lo que siente. Por ello es que el Django de Foxx sucumbe ante personajes más locuaces o atrayentes como Schultz, Candie e incluso el pérfido sirviente Stephen (Samuel L. Jackson). Es un personaje que por su propia naturaleza (esclavo iletrado que solo piensa en rescatar a su esposa y vengarse, mas no en dar argumentos de sus acciones) debe ser así. Y Foxx demuestra cómo un actor debe estar al servicio de su personaje.

Los otros actores simplemente se divierten con sus personajes “Made in Tarantinolandia”. Christoph Waltz lo vuelve a hacer, construyendo un personaje que es carisma pura y que se gana al espectador desde la primera escena. Con el mismo magnetismo que su anterior personaje tarantiniano, el Coronel Hans Landa de “Malditos Bastardos”, esta vez Waltz pone sus habilidades al servicio de una misión loable y no malvada. Waltz es uno de los actores que mejor utilizan su voz actualmente y se convierte en hijo predilecto de Tarantino, que sabe explotar el talento de un actor para darle diversos roles en sus películas. Waltz sería un muy justo ganador al Premio Oscar de Mejor Actor de Reparto al que está nominado.
 

Las grandes sorpresas del film vienen por el lado de los villanos. Leonardo DiCaprio cambia de registro y construye un perfecto malvado majadero y engreído que sin saber cómo es dueño de todo un imperio. El personaje es un niño grande sádico con el cual DiCaprio se divierte y que hace que el espectador se pegue a la pantalla para ver más de su malvado accionar. Además, DiCaprio lidera con una atracción diabólica la escena del film, que es la cena, con cráneo y pastel blanco incluidos, en la que los personajes se ocultan sus reales intenciones. Y su complemento perfecto es su sirviente/mano derecha/padre postizo, Stephen, traidor por ser más racista que los blancos y encantador porque no deja de ser un viejito decrépito. Samuel L. Jackson nos brinda un personaje enorme, dotando de tics y particularidades a este personaje, pero sin dejar de lado sus famosos manierismos que son ya marca registrada cuando lo dirige Tarantino (básicamente, motherfucker y nigger). Que el Oscar se haya olvidado de DiCaprio y Jackson es un absoluto crimen, y ambos pasan a la categoría de “grandes villanos de Tarantino”, o lo que es igual, “grandes villanos del cine de los últimos años”. 

Otra omisión del Oscar, aunque esta menos grave (debido a que también dejó de lado las labores de Ben Affleck y Katheryn Bigelow), es la dirección de Tarantino, quine parecer ser reconocido solo por lo que escribe, sin considerarse que detrás de la cámara nadie lo detiene. La forma de dirigir acción de Tarantino es brutal y precisa. Escenas como la ya famosa “Django vs todo el mundo” en la mansión Candie grafican la visceralidad y la crudeza con la que Tarantino relata sus historias. Además, el buen Quentin siempre apuesta por una dirección dinámica que es el complemento perfecto a un guión desenfadado y actores entregados. Ese es el triunvirato perfecto que sostiene el cine que Tarantino está acostumbrado a darnos.  


Tal vez la única crítica a la película sea el desarrollo “anticlimático” del último acto, la venganza de Django. Luego del tiroteo de Django versus todos los hombres de Candie, Django es torturado y entregado a unos mineros, de los cuales se libera (cameo de Tarantino incluido) y vuelve a “Candyland” a buscar venganza. Es cierto que el tiroteo mencionado podría funcionar como cierre perfecto, pero el último acto mencionado se hace necesario para ver como Django empela todo lo aprendido del entrenamiento con Schultz para lograr su cometido: rescatar a su esposa y vengarse. Es además una forma de homenajear a Schultz, incluyendo la despedida de Django al cuerpo inerte del dentista alemán (un momento tan emocionante como cuando encuentra a su esposa) y un flashback de su entrenamiento en el invierno. La bajada de ritmo es obvia, pero hasta cierto punto necesaria. Y es la forma como gráficamente se nos revela que el gran malo no era el Candie de DICaprio, sino el Stephen de Jackson.

Tarantino lo ha hecho de nuevo. Hay gente que no le gusta. A mí sí. Un film dinámico, divertido, lleno de acción, y a la vez lleno de matices profundidad, personajes complejos, actuaciones memorables, una dirección estupenda y un guión fascinante. El cine de Tarantino puede jactarse de tener de todo, no solo por ser un reciclador de géneros y escenas (Tarantino no deja ser una licuadora cinematográfica, pero una con su propio sello personal), sino por desprender todas aquellas emociones que nos hacen ir al cine: odio, alegría, venganza, frustración, amor, deseo, decepción. Al fin y al cabo, qué más se puede pedir a una película que tiene dos de las mejores escenas del año, y que a la vez son escenas tan disímiles: de la acción pura que es el tiroteo de Django contra el mundo, pasando por la tensión pura y dura que es la cena en la mansión Candie que antecede dicho tiroteo (que es la escena de la película) hasta la graciosísima (por vergüenza ajena) escena de los pseudo Ku Klux Klan y sus capuchas. Será que yo estoy dentro del bando de los “Tarantino boys”, pero está película es la mezcla perfecta y, aunque es imposible que se lleve el Oscar a Mejor Película (porque Tarantino siempre es muy Tarantino), sería una más que justa ganadora.


Nota: 19/20