martes, 21 de octubre de 2014

El Elefante Desaparecido: cine negro (del bueno) hecho en casa

¿Cuál es el límite entre ficción y realidad? Todos los que nos hemos aventurado a escribir ficción (con o sin mayor éxito, aunque esto es relativo) sabemos que siempre hay algo de nosotros en las piezas de ficción que creamos. Ya sean historias que se desarrollan en la primera guerra mundial o en una galaxia muy, muy lejana, nuestras ficciones arrastran parte de nuestras vivencias, sueños y frustraciones. Arrastran lo mejor y lo peor de cada uno.

De esto trata, al fin y al cabo, "El Elefante Desaparecido" (EED), segundo largometraje del otrora prometedor director peruano Javier Fuentes-León que, con EED se afianza como uno de los directores más importantes del medio. EED narra la historia de Edo Celeste (Salvador del Solar), policía convertido en novelista que ha sufrido la pérdida de su novia (Vanessa Saba) y que no sabe cómo sobrellevar dicha pérdida si no es escribiendo las aventuras de su personaje cúspide, Felipe Aranda. Cuando un inquietante actor (Lucho Cáceres) que interpreta a Aranda en una muestra fotográfica y una misteriosa mujer (Angie Cepeda) comiencen a perturbar a Celeste con sus preguntas e indagaciones, el propio novelista se preguntará si la desaparición de su novia tiene más aristas por investigar. Ante esta entrampada historia, la película se desarrolla como un clásico policial, con misterio y persecución incluida, que acumula todos los elementos necesarios del buen cine negro.
El cine negro es uno de los géneros más fascinantes del cine. Guarda muchos de los que ahora podrían considerarse clichés del cine: la mujer fatal, el protagonista desorientado, el villano encantador, los secundarios viscosos, el misterio que decepciona, etc. Así, Fuentes-León aprovecha bien estos arquetipos y construye a partir de allí su historia. Y esta es la principal virtud de EED: condensar con acierto el lado narrativo y de personajes del cine negro con una estética muy propia de este género. Es precisamente a nivel técnico que la película aumenta puntos. La fotografía del colombiano Mauricio Vidal es sencillamente genial, sobre todo en esos momentos claroscuros en el que el protagonista decide cruzar la línea entre la sospecha y la verdad. 

Este es un punto aparte para el cine peruano. Podrá tener muchas críticas esta película, pero no a nivel estético. Visualmente la película es deliciosa, al punto que muchos la han calificado como que "no parece peruana". Al ver los créditos de EED podemos apreciar que es una coproducción peruana-colombiana y que cuenta con muchos auspicios de empresas privados. No por nada detrás de ella está Tondero, producción conocida por éxitos comerciales como "Asu Madre" o "A los 40". Resulta loable que la industria peruana vaya encontrando identidad y no descuide los valores cinematográficos prefiriendo solamente los comerciales. Para ello debe dar dinero y debe confiar en el equipo técnico. Fuentes -León es el principal responsable de ello.

La cinematografía peruana no suele ser de "directores". Es más de "actores", de "guiones" (pocas de ellas) y sobre todo de "atmósferas". Lombardi es tal vez el mejor director peruano, pero pertenece a esa hornada de directores "clásicos", que no les gusta (a buena hora, a veces) resaltar más que el guión o la historia. Pero en EED, Fuentes-León logra destacarse como un director no solo con oficio, sino con recursos. Es una dirección precisa para este tipo de historia y que dosifica bien el uso de recursos con la calma de los clásicos. Justamente resulta ideal para el cine negro, género tan clásico como revolucionario. Finalmente, es gratificante que se trate de un autor que va encontrando elementos comunes a lo largo de su cinematografía: el más obvio de estos recursos es el mar, escenario de su primer largo (Contracorriente), pero en especial resulta curioso su obsesión por los reflejos (espejos, mar) y la identidad (homosexualidad en "Contracorriente" y autor/personaje en EED).
Pero así como se necesita de una atmósfera adecuada y un director hábil, el cine negro requiere de actores con carácter y con rostros. Caras como las de Bogart o Cagney marcaron a este género, y era necesario encontrar los intérpretes ideales. Empecemos con los secundarios, tan o incluso más importantes para este género. Lucho Cáceres demuestra ser el actor más natural del Perú (con el perdón del Master class del "Método" que nos ofrecen Vega, Torres Vilar o Iza) y con ese porte animal del mejor Robert Michum compone un villano tan atrapante que el giro final nos choca aún más. Andrés Parra (recordado "Patrón del Mal") tiene la viscosidad de los sombríos gordos que componía Sydney Greenstreet, mientras que Vanesa Saba y Angie Cepeda componen dos lados de esa misma moneda que es la fantasmal obsesión amorosa de Celeste (Saba con mayor oficio y presencia que la colombiana). Toño Vega, Carlos Carlín y en especial Tatiana Astengo demuestran los buenísimos actores que son con papeles cortos pero que cumplen con su cometido en las desventuras de Celeste. Finalmente Salvador del Solar no será Bogart, pero ofrece los matices románticos y hasta desoladores suficientes a un personaje que era clave para que nosotros, los espectadores, nos mantengamos enganchados a nivel emocional con el misterio de la película.

Finalmente el giro final es el que más debate ha generado. Particularmente creemos que ese final calza con el misterio y la nebulosa presentada en toda la película. Vamos, existen películas de Lynch (con quien tantos paralelos se han trazado, aunque nos parece que existen más semejanzas con Fincher) con mayores agujeros argumentales (de los que no se salva tampoco el EED) y con finales más decepcionantes (pero allí nadie denuncia nada). El giro, spoiler, en el que Celeste es Aranda y "Aranda" es el autor resulta contundente y le añade una capa más a una película que si bien era un film noir muy bueno exclamaba a gritos poder trascender. Estaba escrito, en las pequeñas pistas que dejaba Fuentes-León y en el propio backstory del personaje de Celeste. Por ello es que en una cinematografía que peca a veces de simplona, resulta fascinante que una película peruana se atreva a más y quiera trascender. Y lo más importante, sin artificios ni pretensiones, sino con una película que, en primer lugar, entretiene, es eficaz y la mejor muestra que en este país se puede hacer cine de género de mucha, muchísima calidad.

Nota: 18/20
 

lunes, 6 de octubre de 2014

Gone Girl (Perdida)

Comenzamos con "Gone Girl" (Perdida en Latinoamérica) el repaso por las posibles contendoras a mejor película en los Oscar del 2015. La Nueva película de David Fincher está basada en una novela de Gillian Flynn y cuenta la historia de Nick Dunne (Ben Affleck), escritor en horas bajas que ve cómo su mundo se pone de cabeza cuando su casi perfecta esposa (Rosamaud Pike) desaparece misteriosamente. Allí arranca una historia que tiene los ingredientes preferidos del cine de Fincher: la documentación del alma humana en corrupción y un examen de cómo el sistema termina por oprimir las relaciones humanas.


La historia tiene todos los ingredientes del thriller: desde las interrogantes que constantemente va planteando en el espectador hasta la aparición de personajes arquetipos del cine más noir de Hollywood como la femme fatale o los creepys ex amantes. Y debemos agradecer en primer lugar a Fincher y su excelente mano para narrar historias. Las películas de Fincher tratan temas diversos, y pueden resultar más o menos entretenidas, más o menos completas, pero siempre son entretenidas. Estamos ante un narrador impecable, un tipo que tiene el ojo para poner la cámara y el tempo para marcar el ritmo que él quiere imponer. "Gone Girl" tiene un metraje de dos horas y media, pero ni se siente. No hay nadie hoy por hoy como Fincher para dirigir historias de grandes investigaciones (sea de un asesino en serie o del verdadero creador de una red social) con resultados apabullantes a nivel social pero, sobre todo, a nivel personal. Además Fincher debe estar en el top five de directores para crear atmósferas de los últimos tiempos: a las ya clásicas escenas de persecución por los lluviosos barrios de "Seven" o el Gyllenhall en el sótano de "Zodiac" podemos sumar la iluminada pero tenebrosa "casa perfecta" de Desi Collings (Neil Patrick Harris). Notable trabajo también en la fotografía de Jeff Cronenweth, usual aliado de Fincher.

La virtud en la narración de la película también se la debemos al guión de la propia Flyyn, quien salta a la pantalla grande adaptando su propia novela y con resultados más que óptimos (algo no tan fácil como suena). Pero también es el guión el que presenta las pocas críticas que le podemos hacer a la cinta. Y es que el final se siente muy estirado, alargado, a tal punto que todo lo que se nos cuenta en los últimos quince minutos resulta consecuente, obvio, y pudo ser abreviado. Así también encontramos algunos agujeros en el guión (sobre todo en el Plan B de Amy, desde que se encuentra con Desi hasta su reaparición) y algunas situaciones que podrían sonar trilladas y hasta exageradas. Entendemos que "Gone Girl" no sólo es un thriller, sino también una crítica a la "mass media" y a las falsas alarmas que encienden los micrófonos, pero la cinta peca a veces de caer en algunos lugares comunes y situaciones obvias. Tal vez una segunda revisión del guión le hubiese permitido a Flynn contenerse un poco más, pero claro, esto cae en el wishful thinking. En el análisis general, el guión de "Gone Girl" presenta más aciertos que desaciertos.

Pero tal vez el gran acierto de la película, y de Fincher, es el maravilloso casting de "Gone Girl". Una gran película como "Gone Girl" puede darse el lujo de decir que tiene un cast casi perfecto con actores desconocidos o que sencillamente no habían tenido la gran carrera en Hollywood. Aquí un párrafo aparte para Ben Affleck. Si bien es cierto que en los últimos años ha reivindicado su carrera como director, en especial con "Argo", Affleck siempre ha sido considerado un pésimo actor (vean el "affaire Batman" que es más famoso por su supuestamente inmerecido Oscar a Mejor Guión (se dice que Matt Damon escribió todo mientras Affleck fumaba hierba) y su publicitada relación con Jennifer López. Y en realidad Affleck no es un gran actor, tal vez ni siquiera sea uno bueno. Pero como dicen, no hay actor malo, solo hay malos castings (que lo diga Adam Sandler y su más que decente actuación en "Punch Drunk Love" del genio Paul Thomas Anderson). En esta película, vemos en cada aparición suya por qué Fincher escogió a Affleck como su protagonista. El Nick Dunne de Affleck es un tipo sobrado, que cree que merece más de lo que tiene, insatisfecho, incomprendido, resentido, víctima. En una línea hemos pasado a describir las múltiples facetas de un personaje complejo, al cual Affleck encarna de manera maravillosa. Basta ver esa escena en que finge una sonrisa para complacer a la prensa. Eso es cine: transmitir tanto con tan solo un segundo de metraje. 


Pero la real sorpresa del film es Rosamund Pike, actriz británica que hasta el momento no encontraba el rol adecuado. Y es que en "Gone Girl" ella es la estrella. Pike compone un personaje complejo, de mil caras, que pasa de ser la chica perfecta con la que todos se quieren casar a ser una verdadera hija de puta. Lo de Pike es de antología, encantadora como la novia ideal, gélida como la esposa insatisfecha, feroz como la manipuladora implacable que es. Tomando cosas de la más dulce Hepburn y la más perversa Stanwyck, Pike apunta alto con el rol que, esperemos, signifique su trampolín a una carrera más que destacada. 

El resto del cast es genial. Otro criticado por la crítica como el comediante Tyler Perry compone un ideal abogado que, a pesar de tener su historial, se ve sorprendido por los matices del caso de la desaparición de la Amazing Amy. Neil Patrick Harris compone una versión un poco más psycho de su Barney Stinson en How I Met Your Mother, saliendo airoso en su salto al cine. Pero son las secundarias femeninas las que le otorgan garra a la película. Tanto Kim Dickens como la detective Boney como Carrie Coon como la hermana del sospechoso esposo ofrecen grandes actuaciones que otorgan el balance perfecto a dos protagonistas que, en un principio, ofrecen retratos fríos y distantes (por la naturaleza de sus personajes). 

"Gone Girl" no pasará como lo mejor del cine de Fincher (Seven, The Social Network y Zodiac tienen bien ganado el podio), pero es una clase maestra de cómo hacer un thriller moderno con elementos clásicos y utilizados mil veces, pero dotándolos de nuevos matices. Fincher demuestra ser un genio y ser capaz de coger cualquier historia para ofrecernos, como siempre, una mirada a la descomposición de las relaciones humanas y el evidente resultado que se genera: como Summerset en Seven, como Graysmith en Zodiac, como Zuckenberg en The Social Network, Nick Dunne acaba solo. Es el destino inexorable del ser humano. 

Nota: 18/20

domingo, 2 de marzo de 2014

Rumbo al Oscar 2014: Dallas Buyers Club

"Dallas Buyers Club" narra la historia real de Ron Woodroof (Matthew McCounaghey), un texano homofóbico y adicto que en los años ochenta le fue diagnosticado sida y se dedicó a traficar con medicamentos no autorizados que mejoraban las condiciones de los enfermos de sida ante la inoperancia del sistema legal. La película está dirigida por Jean-Marc Valleè y goza de una crudeza durísima. Y decimos goza porque la película se construye en base al sufrimiento de los personajes. Estamos frente a un puñado de personas que toman decisiones más que discutibles, pero nunca dejamos de sentir el dolor físico y mental que les genera esta terrible enfermedad que es el sida.

Obviamente cuando se trata el tema del sida estamos ante películas de gran dureza. Pero no es fácil romperse en el escenario y conmocionar. Y  mucho más difícil es dosificar esas escenas con humor y con frescura. Más allá del guión, el mérito de componer personajes tan tridimensionales es de sus actores y de dos de las mejores actuaciones del año. La resurrección de Matthew McCouneghey es sensacional, destruyendo su ser en casi dos horas de películas. Y no sólo a nivel físico, bajando casi veinte kilos para su papel, sino que mentalmente el tipo se destruye. Ya no es el tío pijo de comedietas románticas, sino que ahora con Woodroof (y True Detective, Mud y Killer Joe), el buen Matthew se ha reinventado. 

McCounaghey sufre en escena, desgarrándose poco a poco. Pero entre él y el guión hacen que el personaje de Woodroof nunca pase de ser "malo" a "bueno". Siempre sigue siendo el mismo red-neck racista y homofóbico que conocemos en el primer minuto. Pero poco a poco va ganando capas y va cambiando su sentido de orientación. Así, Ron se mantiene como un vividor, pero siempre teniendo en mente que lo que hace ayuda a la gente. Y gente que en su mayoría no es como él. Esa es la riqueza de un personaje como el de Ron Woodroof, que supera al de la realidad y se transforma en una inspiración, a la vez que es un tipo que rompe las normas y, como le dice un agente federal en la película, un "simple narcotraficante".

En ese sentido, la película guarda muchos paralelos con la serie televisiva "Breaking Bad": hombre desahuciado que encuentra un nuevo rumbo a su vida en una actividad ilícita relacionada con las drogas. Pero a diferencia del Heinsenberg de Bryan Cranston, el Woodroof de McCounaghey mantiene los grises hasta el final y no termina por villanizarse, sino que incluso gana humanidad conforme se deteriora y ve que va perdiendo la batalla. Porque la batalla verdadera que "Dallas Buyers Club" retrata no es tanto la lucha corporal contra el sida, sino la lucha institucional contra el sistema. 

El sistema es el gran enemigo de la película: Woodroof tiene que traer medicamentos no autorizados desde México porque el sistema oficial otorga medicamentos que no mejoran, sino que empeoran las condiciones de los enfermos y, además, realiza pruebas de conejillo de indias con placebos. Woodroof empieza a luchar por una preocupación totalmente egoísta: su propia salud. Luego ve una oportunidad de negocios y abre el famoso Club de Compradores de Dallas. Pero finalmente, sin caer en la condescendencia o la pena, se da cuenta que tiene una responsabilidad por ayudar a la gente que recurre a él como una especia de salvador. Por ello es que vemos ron sudar, renegar y lamentarse por el teléfono, e incluso viajar hasta Japón por las medicinas. Claro, lo hace porque quiere salvarse, pero también porque siente una gran responsabilidad.


Dicha evolución no estaría completa sino observáramos su relación con Rayon (Jared Leto), un transexual que se convierte en su mano derecha en el club. Lo que hace Leto en este film es sensacional, ya que compone un personaje complejo, convirtiéndose en algo más que el comic relief de la película. Rayon trata de mantener la dignidad hasta el final y busca siempre conservar la imagen de belleza que admiraba. Hasta el encuentro con su padre en el que sencillamente Leto se derrumba. De allí en adelante es un tour de force de Rayon y la compra de boletos de Leto por obtener el Oscar a Mejor Actor de Reparto. Particularmente desgarradora es la escena en la que Rayon admite que no quiere morir. Esa es la consagración del actual frontman de "30 seconds to Mars".

Pero así como destacan McCounaghey y Leto, Jennifer Garner compone un personaje débil, previsible y absolutamente plano, como el típico personaje que al principio está del lado del sistema y termina por pasarse al bando de los "antihéroes". Esta y la falta de desarrollo de los hombres del "bando oficial" (el agente de la "Food and Drug Administration" y el Doctor del hospital) son tal vez las únicas críticas a una película muy buena. La lucha de un hombre por sobrevivir, pero la lucha de un alma rebelde por hacer lo que quiere ayudando a los demás. En ese sentido, es un mensaje absolutamente libertario el que transmite la película: cada persona tiene la posibilidad de elegir sus mecanismos de salud. Este mensaje que podría calificarse como "político" llega al espectador sin ser una película política, sino más bien una muy humana, que cala hondo. Y ese es el gran mérito de Vallè y sus actores.


Nota: 18/20

Rumbo al Oscar 2014: Philomena

Philomena es tal vez la nominada al Oscar 2014 más floja. Y una de las nominadas a mejor películas más débiles que he visto en años. Trata la historia real de Philomena Lee (Judi Dench), una mujer irlandesa cuyo hijo le fue arrebatado por unas monjas y que con la ayuda de un periodista venido a menos (Steve Coogan) busca a su vástago perdido.

A diferencia de otros años, el poderoso Harvey Weinstein no tenía una película sólida con la actual competir en los Oscars. Y tomó esta película para covnertirla en su caballo de batalla. Sin Weinstein detrás, "Philomena" no pasaría de ser un simplón telefilm. Bueno, eso y la gran actuación de Judi Dench. La Dame del cine británico compone con lo que puede de un personaje natural, que sólo las actrices con oficio pueden hacer. Steve Coogan cambia su registro y ofrece una buena actuación como el compañero de viaje de Philomena.
La dirección de Stephen Frears es pobre, simplona para el director que nos trajo joyas como "Relaciones Peligrosas" o "The Grifters". el guión, inexplicablemente nominado al Oscar, nos da todo lo esperable en esta comedia-drama sobre dos personas dispares. Frases para la verguenza y situaciones trilladas es lo que encontramos. Y claro, a diferencia de la soberbia "Nebraska", en "Philomena" sí se recurre a la lagrimilla fácil. Muestra de ello son los innecesarios flashbacks. Una pena.

Lo único que podría salvar esa película es el punto de debate sobre la religión. Pero se queda en lo obvio: "no creo en Dios porque creo en lo que puedo probar", "las monjas son unas malas zorras", "¿Dónde está Dios?". No profundiza y pierde una gran oportunidad de debate. Se queda en una hora y media sensiblera de una historia que debe conmover y en lugar de eso se tira al piso llorando para llamar la atención. Lo único destacable es la bonita banda sonora de Alexandre Desplat. El resto es digno de Hallmark.

Nota: 06/20

Rumbo al Oscar 2014: Nebraska

Nebraska es la última película del realizador norteamericano Alexander Payne, caracterizado por insertar temas como la melancolía y la insatisfacción en sus películas. En Nebraska, Payne se aparta por primera vez de la escritura de un film que dirige, pero el guión no se aleja de esos temas y más situaciones características del tipo de cine que le gusta hacer a este autor. En Nebraska, Payne narra en su ya clásica faceta de road movie el viaje de un viejo hombre (Bruce Dern) y su perdedor hijo (Will Forte) por recolectar el dinero de una lotería que supuestamente el antiguo patriarca ha ganado.

Como en todo el cine de Payne, el truco en sus películas está en balancear bien la cuota de drama y la de comedia. De esta forma, el guión original de Bob Nelson es maravilloso, no sólo porque cuenta con diálogos y situaciones memorables, sino porque además dota de interés a una historia que tiene todo para no serlo: el trillado viaje de un padre y un hijo que no tiene una buena relación, los esposos cascarrabias, viejos por todos lados, etc. Nelson coge el cinismo y la crudeza humorística propia del cine de Payne y le imprime su sello. El resultado es la mejor película de la filmografía de Payne, oh casualidad, sin un guión suyo como es costumbre.
Pero si el guión es una joyita, la dirección no se queda atrás. A veces la pluma de Payne (ganador de Oscar por guión) opacaba sus dotes como director. Pero Payne siempre había demostrado un nivel completo de autoría, como Woody Allen o los hermanos Coen, en el cual la maestría de la película era tan sólida que no nos permitía distinguir cuando acababa el guionista y cuando comenzaba el director. En esta ocasión, Payne se aprovecha de alguna manera que el guión no es suyo para imprimir su sello netamente desde el banquillo del director. Y el resultado es genial.

Payne demuestra que sus dotes como director son excepcionales, ya que dota de personalidad situaciones o escenas que con un mal director hubieran resultado un desastre. La comedia tiene eso de dificultad: hay que darle el movimiento y el timing preciso, sino, simplemente no da risa. Y esta situación se potencia con un guión de comedia tan cruda y sarcástica como el de Nelson. Ahí radica el mayor reto de Payne: dosificar sus películas. Y en Nebraska encontramos el balance perfecto para reír y para llorar. Porque encontramos una escena disparatada como el robo de una máquina de un granero o una escena casi épica en la que los protagonistas entran al pueblo que los humilló con su nuevo "corcel", al más puro estilo de las películas de vaqueros. Y Payne dirige ambos tipos de escena con mano maestra.

Viendo Nebraska uno tiene la sensación de ver un Western sentimental: la historia de un viejo y delirante cowboy y su hijo en su caballo buscando un tesoro. Escenas de cantina y bares, viejas amistades que son más peligrosas de lo que aparentan, peleas, familias que se desgarran, matriarcas insospechadas, relación paterno-filial destruidas y reconstruidas. Payne consigue su film más clásico y de paso su primer film que tiene todas las características del viejo clásico americano. Esta variante cowboyiana le ha caído muy bien a Payne, quien demuestra que en el cine no hay mezcla válida, y esta especia de western cómico negro puede despertar en el espectador hasta la sensación más dolorosa como la urgencia de reconexión con la familia o la tristeza de la pérdida de un padre. Eso sí, lágrima fácil esta película no es.

Las actuaciones son el otro gran punto fuerte de esta película. Bruce Dern está maravilloso como el viejo Woody, ya que si bien no tiene mucho dialogo, con sus expresiones y mirada logra transmitirnos todo lo que este viejo sobreviviente siente y piensa. Ver a Dern en pantalla por dos horas es una clase maestra de actuación, en la cual un tipo sin abrir la boca nos permite conocer el interior de su alma. Y ofrece las dosis suficientes de patetismo, simpleza, ternura, locura y amargura para hacernos sentir que estamos ante una persona de verdad, ante un ser humano. Y esa es una de las cualidades de Payne también: hacer que los personajes, por más Reese Witherspoon o George Clooney que sean, nos parezcan seres humanos con múltiples facetas. Personajes de verdad.
El comediante de Saturday Night Live Will Forte es una sorpresa, ya que demuestra que un papel dramático no le queda nada grande. Forte tiene esa mirada triste y perdida que se requería para el personaje del hijo perdedor que busca en su padre su única coenxión con el mundo real. No alcanzará los índices de grandeza de ese adorable looser que fue Joaquin Phoenix en "Her", pero Forte cumple con creces. Eso sí, la gran sorpresa del film resulta ser June Squibb, esa vieja cascarrabias que además logra encantarnos. Squibb posee esa expresión de abuelita cariñosa pero una lengua de mortal pitón. Y se adueña de sus parlamentos y sus escenas convirtiéndose en la reina del escenario. Es el alivio cómico de la película, pero también es de alguna manera el centro moral de la misma, ya que ella se erige como una suerte de matriarca de la familia protagonista. Y lograr esas dos cosas en menos de media hora de escenas no es nada fácil.

Un par de pegas puede tener el film. El primer tramo puede resultar algo cansino, ya que es el tradicional "set-up" que toda película necesita. Pero esto termina alargando la duración de una película que no debió pasar de una hora y media. Finalmente, si bien hemos resaltado que el guión de Nelson es maravilloso, en ocasiones puede resultar un poquito previsible. En sí, toda la historia resulta previsible, pero la maestría de Payne y Nelson radica en mostrarnos la forma, el camino. Sabíamos desde la escena uno que eventualmente Woody y su hijo terminarían por establecer algún tipo de nexo, pero lo importante era conocer ese lazo. Y todo ese vía crucis concluye con esa maravillosa escena de western que es la entrada al pueblo del viejo vaquero y su hijo perdido. Payne toma prestado un poco de clase de Ford o Hawks y le da el cierre perfecto a esta película. Una nueva película de viajes, como le gusta, pero su película definitiva sobre los compañeros en la ruta. Su mejor película hasta la fecha.

Nota: 19/20

sábado, 22 de febrero de 2014

Rumbo al Oscar 2014: Her

Her es la ùltima pelìcula de ese extraño director-guionista que es Spike Jonze, el mismo de "¿Quieres ser John Malkovich?" y "El ladrón de Orquídeas". "Her" narra la historia de Theodore Twombly (Joaquin Phoenix), un solitario hombre que en un futuro no tan lejano trabaja en una compañía que escribe cartas por encargo (oh, la inspiración) y que tiene tanta desconexión con el mundo "real" que decide adquirir un Sistema Operativo (voz de Scarlett Johanson) para tratar de "alegrar un poco más su existencia.

La película ha sido categorizada como "revolucionaria" ya que si bien cuenta una historia algo futurista, no parece estar muy alejado del año en el que actualmente vivimos. Ya todos nosotros somos preso de alguna u otra forma de las nuevas tecnologías, sea escribiendo en computadoras o viendo a cada rato nuestros celulares. Por ello nos sentimos identificados en muchas partes de "Her". Parte fundamental de esta empatía con el espectador se debe al guión de Jonze y a la gran actuaciçon de Joaquín Phoenix. Si el año pasado nos deslumbró con ese orate fuera de control en "The Master", este año Phoenix cambia de registro y nos entrega un personaje cuya tristeza es adorable. Siempre es bienvenido un actor que de un año a otro muestra un registro absolutamente diferente. Eso es ser un gran actor.


El otro gran acierto de la película es la incorporación de Scarlet Johanson como la voz de "Samantha", el Sistema Operativo. Originalmente había sido Samantha Morton la que le había brindado su voz a este personaje, pero Jonze creyó que Morton no aportaba lo suficiente a su registro de voz, por lo que convocó a Johansson. Y la decisión fue magistral. Si bien Johansson ha sido calificada más por su aspecto que por su talento (siendo en realidad una buena actriz), su voz es uno de los aspectos clave de su rango actoral, por lo que se convierte en la indicada para el rol. Samantha se quita toda sombra de frialdad (para ser una computadora) y adquiere matices humanos, de calidez y espontaneidad. El espectador siente en verdad que Samantha va desarrollando una personalidad propia y una sensación de deseo por sentir y amar. Por ello es que escenas como la relación sexual entre ambos se siente tan genuina, tan real.

Pero también Johansson aporta toda esa aura de "femme fatale" que ya le había resaltado Woody Allen en "Match Point". La relación de amor entre ambos queda cerrada rápidamente, lo cual no le deja otra opción a Jonze que comenzar a deconstruir esa relación. Y lo hace en forma de thriller psicológico, con Samantha desarrollando una obsesión por Theodore. Y eso resalta también por la voz de Johansson. Genial resulta por ello la escena más creepy del film: esa especia de trío entre Theodore, Samantha y una...¿Cómo llamarla? Una especie de "cuerpo prestado" para Samantha. Con su mera voz Johansson termina por eclipsar a buenas actrices con correctos papeles como Rooney Mara o Amy Adams.


Técnicamente la película es de primera: una genial ambientación nos transmite esa sensación que lo que estamos viendo es en el futuro, pero en uno no muy lejano. La fotografía está genial, con esos colores cálidos que contrastan con la frialdad de una sociedad subsumida en sus pantallas negras. Y la música calza de manera perfecta,tanto la banda sonora como la composición original "The Moon Song". Todos complemento técnicos perfectos que resaltan la historia de la película y no desentonan ni son exagerados.

Poco a poco el film va llegando a dos peligrosos campos del cual no muchas películas pueden escapar: la exageración y el alargamiento. Y aquí es cuando el guión de Jonze se desbarranca y no consigue la redondez. Primero, "Her" se torna exagerada y recalca muchas veces lo que ya hemos entendido. Sí, Theodore es un perdedor muy triste; sí, Samantha está muy caliente y quiere amar. Eso lo entendemos ya a la media hora del film, pero Jonze lo resalta una y otra vez. Y esto desemboca en el segundo problema de la película: es demasiada larga. Casi dos horas de metraje sobre una historia de un hombre que se enamora de un ordenador y que no presenta mayor sorpresa. Justamente algo que hace más larga la sensación de ver el film es que resulta bastante previsible, y media hora antes de los créditos ya podemos adivinar el final.

En ese sentido, lo que parecía una mordaz comedia sobre cómo las nuevas tecnologías nos habían atrapado se temrina transformando en un dramón romántico. A Jonze se la va la mano y termina decantándose por la opción facilista: lágrimas a caudales. Toda la sorpresa que tenía el film en su primera hora y cuarto se temrina diluyendo en pos de un argumento más exagerado y dramático. Digamos que a Jonze se le terminó saliendo todo el espíritu hipster y cuasi emo. Y eso hace que este film no alcance la perfección a la que parecía apuntar.
Nota: 17/20

viernes, 14 de febrero de 2014

Rumbo al Oscar 2014: The Wolf of Wall Street

The Wolf of Wall Street es la ùltima pelìcula del reocnocido director Martin Scorsese y narra el ascenso y caída de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) un ambicioso broker que busca hacerse camino en la terrible selva de cemento que es Wall Street, un mundo repleto de drogas, prostitutas, exceso y, por supuesto, dinero. Pero además The Wolf es, y lo decimos sin miedo, una de las mejor películas norteamericanas de los últimos años. Y sin duda podrá descansar tranquila en el panteón de Scorsese junto con Goodfellas y Casino.

¿Por dónde empezar? Sencillmante esta película es perfecta. Tiene tantas cosas positivas que sus tres horas exactas de metraje no se sienten. Scorsese, con sus cais 80 años demuestra que tiene muchísima más frescura y vigor para narrar una película que mucho de los directores jóvenes del panorama actual. La técnica de este monstruo del cine está en mostrarnos escenas incómodas y hasta perturbadoras (en esta película se presentan altas dosis de droga y sexo) y hacer que nunca nos sintamos repelidos, sino que nos sintamos fascinados, incluso por lo más bajo que pueda confrontar el hombre. Porque el cine de Scorsese es eso: la seducción del mal, un profesión que eventualmente no paga (por algo es cristiano el buen Martin). 

El tío simplemente coge la cámara y nos introduce en su mundo. Con esos travellings absorbentes que nos introducen en el mundo de los personajes, esa edición trepidante de la fascinante Thelma Schoonmaker y ese pathos que atraviesa todo personaje scorsesiano de acenso fugaz y caída a los infiernos. El director italo-americano nos muestra una más de sus historias de personas amorales que nos caen bien. Y si antes eran los gangsters de saco y corbata, ahora también son otros tipos, también vestidos a la tela, los que destrozan la moral y economía de un país...y que a pesar de eso aprendemos a querer. 

El otro gran artífice de esta monumental película es Terrence Winter, abogado de profesión y curtido guionista de televisión, dentro de cuyos éxitos se encuentran, o casualidad, las series mafiosas "The Sopranos" y "Boardwalk Empire", en la cual ejerce el papel de showrunner. Winter tiene la habilidad para coge runa historia de tres horas y no aburrirnos. Y sobre todo, que el ritmo de la película nunca decaiga. La historia es sólida, va ascendiendo hasta un clímax con una escena que seguro quedará en los anales del cine (la "doble" historia del Lamborghini) y en general una trama que presenta escenas notables. Sea el "canto de la selva" de Belfort y su mentor Mark Hanna (Mattew McCouneghey), la primera vez que Belfort conoce a su compinche Donnie Azoff (Jonah Hill), a su segunda esposa Naomi (Margo Robbie), al agente del FBI (Kyle Chandler) que lo cazará como un perro, al escena de la "venta de lapiceros" y, por supuesto, cada uno de los discursos que el buen Belfort lanza para conquistar a las masas. 

 

Para escribir sobre Belfort (así se haya basado en las memorias del original "lobo"), Winter tuvo que meterse en la mente de este encantador de serpientes. Y de qué forma lo hace. La película no sólo es entretenida y graciosísima, sino que nos ofrece las notas necesarias para dotar de calidez a los personajes y de acción dramática a los personajes: todo el mundo quiere hacer dinero. La acción dramática es obvia, pero la maestría de Winter está en el cómo. Generalmente se critica que las películas duren más de dos horas, pero en The Wolf nada sobra, es más, esperamos con ansias el director's cut y la versión de casi cuatro horas que preparan.

Pero ni la espectacular dirección de Scorsese ni el magistral guión de Winter servirían de nada si no recayeran sobre los actores adecuados. Y en esta película absolutamente todos están muy bien, en las mejores actuaciones de sus carreras. Por eso ya es hora de hablar del mejor actor de su generación: Leonardo Di Caprio. Lo que pudo ser el finado Heath Ledger y lo que no es Edward Norton por su mal carácter, lo es el buen Leo. Di Caprio está genial en su mejor actuación hasta la fecha. Si bien a veces recurre en la careta histriónica de chico compungido de tantas otras películas, aquí Di Caprio se suelta, y relajado nos muestra sus mejores cualidades como ya lo hizo en "Atrápame si puedes" y "Django Desencadenado". Leo está comodísimo como un tipo de dudosa moral que la tiene clara: ser "self made man" me hará rico. Y lo hace bien en todas sus facetas, incluso en una en la cual Di Caprio era desconocido: la comedia física. Sea bailando o sea reptando bajo los efectos del alcohol, Di Caprio está soberbio. Y eso se debe a la confianza entre actor y director/mentor, el buen Martin.

Los secundarios están todos perfectamente casteados. Jonah Hill dejó hace rato de ser simplemente ese gordo gracioso de comedias chabacanas y se ha graduado de actorazo en todas sus letras. En The Wolf, Hill se marca un Joe Pesci y la rompe como el sidekick de Belfort. Con dosis necesarias entre la locura, la cólera y la contención (donde Hill se desenvuelve cómodamente, sino ver Moneyball). Margo Robbie es una absoluta revelación y tiene tanto las dosis de belleza como de maldad para convertirse en un personaje que no es un simple florero. Hasta los secundarios con papeles menores están muy bien, sobre todo el cascarrabias Rob Reiner y el camaleónico Mattew McCouneghy, el cual ratifica que el 2013 ha sido su año. Vale decir que si han habido actores nominados por apenas cinco minutos, la escena del "canto de la selva" en el almuerzo bien le pudo valer a Mattew una doble nominación.


La película está llena de excesos, pero necesarios. Así (y segura que mucho más) era la vida de los ochentas en Wall Street. Pero la película también tiene corazón, con un personaje despreciable como Belfort con el cual uno se siente tal vez no identificado moralmente, pero sí en su objetivo: tener éxito. Es una película que utiliza la comedia para criticar, pero que además presenta en un balance lo bueno y lo malo de ese estilo de vida. Muestra de ello es el contrapeso entre las escenas de excesos y la escena en la cual Belfort se despide contando la anécdota con una madre soltera que trabajaba en su compañía. Por escenas como esta última o como cuando Belfort llega por primera vez al puesto de vendedores de baja monta, The Wolf se consagra como una película completa, con historia que contar y con mucho corazón. 

Eso hace grande al Wolf: presentar una historia y mostrarnos los dos lados de la historia, como son, ni blanco ni negro. Scorsese no juzga ni ensalza, nos muestra la vida como es. Con sus más y sus menos, sus monstruos, sus villanos y sus malditos son humanos. Por eso todos queremos ser como ellos, aunque a la vez no. Esa humanidad hace único al buen Martin y a toda su maravillosa filmografía. Simplemente una película perfecta.


Nota: 20/20

viernes, 7 de febrero de 2014

Rumbo al Oscar 2014: 12 years a slave

"Doce años de esclavitud" es la tercera película de una de las promesas/realidad de la dirección contemporánea: Steve McQueen. La película del realizador afrobritánico abarca la historia verdadera de Salomon Northup, un violinista talentoso y negro en libertad que es engañado por dos estafadores y acaba convertido en esclavo, tal cual lo indica el título, por doce años. 

La historia arranca bien, con McQueen jugando con la cronología de las escenas tal cual lo hizo en su debut "Hunger". La dirección de McQueen se caracteriza por las tomas largas, los close ups y por poner la cámara siempre en el lugar preciso. Muestra de ello es tal vez la hermosa escena en la que, contradictoriamente, vemos a Northup luchar con una soga al cuello. McQueen tiene ese equilibrio, esa balanza mágica (te estamos mirando, David O. Russell) entre la dosis de cine clásico y la innovación técnica. Las películas del realizador británico tiene toda la pasta de verdaderos clásicos, pero con movimientos y tomas sofisticadas que refrescan el film.

Cuando Northup cae en la esclavitud comenzamos a comprobar todo el martirio de este hombre, pasando de esclavista en esclavista, de sufrimiento en sufrimiento. Pero poco a poco comenzamos a caer en el "collage": la película se pierde, la trama se desinfla y pasamos a apreciar una continuación de escenas que son "esperables" en un dramón sobre el racismo como es "Doce años de esclavitud". La película pierde sorpresa, porque lo que nos agarró desprevenidos en la primera media hora se convierte en previsible en los últimos cuarenta y cinco minutos de película.

Otro problema de la película es que se siente fría, a pesar de ser una historia con todas las cartas para hacerse empática con el público. Si el año pasado "Djando Desencadenado", con todas las gamberradas y excesos geniales de Tarantino, nos logró atrapar con la simple historia de un ex esclavo buscando a su esposa y planeando su venganza, en "12 years a slave" no se nos llega a transmitir todas las sensaciones de Solomon. Es cierto, sabemos que este hombre sufre mucho, pero eso es más porque conocemos de antemano la premisa de la película y no necesariamente por lo que vemos en el metraje. Menos lograda aún está la acción dramática de escapar y volver con su familia. Northup es un hombre educado y metódico, pero en las circunstancias en las que estaría uno simplemente se derrumbaría. Esa caída a los infiernos es lo que nunca terminamos de ver en Solomon.

El que no tiene nada de culpa en esto es su actor protagonista. Este film nace y muere por la extraordinaria actuación de Chiwetel Ejiofor. El actor británico se había caracterizado más por ser un actor de carácter y con esta película se marca su primer gran protagónico. Ejiofor se entrega totalmente a este rol y hace lo que McQueen le dice que haga, demostrando un gran rango como intérprete y siendo un claro contendor para los premios de actuación. Los secundarios están muy bien, pero destacan tres. Lupita Nyongo, actriz mejico-keniana que hace su debut en esta cinta nos regala un papel conmovedor, de una esclava que simplemente se ha cansado de luchar. Su desgarradora imagen es compatible con la Fantine de Anne Hathaway que, o casualidad, se llevó el Oscar a Mejor Actriz Secundaria el año pasado. Otra actriz notable es Sarah Paulson, la cual interpreta a la esposa del último maestro esclavo que tuvo Solomon. Con porte clásico y mirada sanguinaria, Paulson compone un personaje con más matices que la simple ama de la casa arpía que podría aparentar.


Unas líneas para ese actorazo que es Michael Fassbender. En esta película, el actor fetiche de McQueen (protagonizó "Hunger" y "Shame", en su papel estrella hasta la fecha) encarna al mal en estado puro. Un esclavista despiadado, sádico, burlón, juguetón y caprichoso. Sin llegar al nivel infantil del delicioso Calvin Candie de DiCaprio en "Django Desencadenado", el Edwin Epps de Fassbender es la crueldad hecha actor. Fassbender oculta su natural encanto y lo disfraza de maldad. Y su personaje también es más profundo de lo que aparenta, sobre todo cuando se dedica tiempo a su extraña obsesión con el personaje de Lupita Nyongo. Destacan también en pequeñas pero grandes participaciones Paul Giamatti, Paul Dano y Benedict Cumberbatch.

Un punto final que termina por ir en contra de la película es el final, el cual llega de manera apresurada y con un recurso que podría calificarse como "deus ex machina", por no decir facilista. Y esto empeora porque el personaje que trae la solución es el productor de la cinta: Brad Pitt. Parece que el buen Brad, muy buen actor y productor con mucho ojo, se quiso reservar un papel fundamental para la trama. Esto no hace más que molestar el libre desarrollo de la trama, por no decir que incomoda en demasía.

Justamente la resolución facilista y la trama que se va simplificando conforme avanza el metraje nos hace recordar a otra película que apunta alto en esta carrera por los Oscars: Gravity. Pitt hace de Clooney y nuestros héroes encuentran la solución a sus problemas. Este facilismo, sumada a la historia que se va tornando más sencilla en lugar de atraparnos le resta méritos a una película muy correcta, pero que se siente distante, a pesar de su universal y, lamentablemente, aún vigente trama. 


Nota: 16/20

jueves, 30 de enero de 2014

Rumbo al Oscar 2014: American Hustle

American Hustle ("La gran estafa americana" en Latinoamérica) es la última película del director de moda, David O. Russell. Narra el trabajo de dos estafadores profesionales, Irving Rosenfeld (Christian Bale) y Edith Greenslay (Amy Adams) y un agente del FBI (Bradley Cooper) para exponer a través de sus artimañas una red de corrupción que involucra políticos y mafiosos. La película ha sido una de las más comentadas en la temporada de premios y está nominada a diez premios Oscar, incluyendo mejor película y un destacado "top five" (mejor director, actor, actriz, actor de reparto y actriz de reparto).


Por todo el buzz y la misma trama que prometía, la película de O. Russell apuntaba a convertirse en un clásico, justo heredero de las películas setenteras (justamente en ésta época se desarrolla la historia). Lamentablemente, la película no pudo tener un título más adecuado ya que los espectadores nos sentimos estafados cuando acaban las casi dos horas de metraje. Lo que en el trailer parecía una película con estilo visual parecido al del gran Martin Scorsese se transforma finalmente en un espectáculo desordenado de peluquines y accesorios que exudan años setenta. Una cosa es ser como Scorsese (o al menos apuntar a serlo) y otra cosa es hacer una copia barata del estilo del director italo-americano. Y "American Hustle" se queda en eso, en la copia, en el remedo, en el mal calco.

El principal defecto de esta película es que intenta demasiado parecerse a Scorsese. Y lo que en un trailer no satura por su duración de dos o tres minutos, en una película de 130 minutos esto sí agota. Tomas largas, musicalización extrema, edición dinámica, todos los recursos de una película de Scorsese pero que son sobreexplotados, lo cual termina opacando a la misma película. "Amercian Hustle" se queda en ser un florero bonito sin mucho contenido. O con flores marchitas, que es lo mismo.


Tanto peluquín, disfraz y pose Scorsesiana termina por desconcentrar, sin permitirle al espectador enfocarse en lo que verdaderamente importa: la trama del film. Y partiendo ya de una historia complicada, la sobre estilización de "American Hustle" impide que logremos seguir la trama de fondo o, lo que es peor, empatizar con los personajes. Esta es responsabilidad es compartida entre un guión que a veces desordena el desarrollo de la película y una dirección de David O. Russell que más resta que suma. Si en su anterior película, Silver Linings Playbook, la dirección de O. Russell supo mantenerse al borde del exceso y lograba dotaba de dinámica a una historia simple (una película romántica al fin y al cabo, crítica aquí: http://theinsider24.blogspot.com/2013/01/rumbo-al-oscar-2013-silver-linings.html), en "American Hustle" O. Russell está desatado y sus travellings o zooms terminan por desordenar una historia que de por sí no ha sido bien estructurada.

Tal vez lo que salva un poco el hype de esta película son las actuaciones. Y la reina de la función se llama Amy Adams. Las 5 veces nominada al Oscar se consolida como una de las mejores y más polifacéticas actrices de su generación. Si ya nos había mostrado su lado débil (La Duda), encantador (Encantada), fiero (The Fighter) y dominante (The Master), en "American Hustle" saca a la luz una nueva faceta: la Amy Adams magnética y sensual. Con una presencia única que llena la pantalla, la Adams lo borda como una estafadora profesional en la que no podemos confiar y que termina conquistando a protagonistas y audiencia. Toda una femme fatal como de las películas en blanco y negro. Y esa sexy insidia, en Amy, es una agradable sorpresa. Su sola presencia y garra hacen que este film pase con nota aprobatoria.


Lamentablemente no podemos decir lo mismo de los otros actores. Christian Bale, que ante la baja de Edward Norton debe ser el mejor actor hoy por hoy, está sobre actuadísimo, haciendo su mejor imitación de un Robert de Niro histriónico (incluso copia algunos manierismos). La otra gran y triste sobre actuación de la película es la de la actriz de moda, Jennifer Lawrence. La joven actriz había brindado grandes actuaciones que le valieron sendas nominaciones al Oscar, pero esta vez parece una parodio gritando y llorando como una niña loca. Si en "Silver Linings Playbook" bordó su papel y no nos hizo dudar de su rol como viuda depresiva, en "American Hustle" no nos convence de ser la esposa bocona de un estafador. Más parece una universitaria tonta y engreída. Bradley Cooper se queda a medio camino, entre la sobre actuación y el encanto que este actor tiene, corroborando que tiene una gran vis cómica. Sus mejores momentos los tiene compartiendo escena con la sorpresa de la película, el cómico Louis C.K. Jeremy Renner estuvo muy bien para un papel que no exigía mucho de este talentoso actor.

Una pena que un director de renombre (al menos por ahora, ya que la fama es pasajera, más en Hollywood) y un elenco de actores que han demostrado nivel no hayan podido desarrollar una película a la altura de las expectativas. Muy lejos del ritmo y contenido de los clásicos setenteros, y muchísimo más lejos del nivel promedio de Martin Scorsese, "American Hustle" tiene todos los papeles para convertirse en la decepción del año.

Nota: 12/20