domingo, 22 de febrero de 2015

Rumbo al Oscar 2015: Boyhood

“Boyhood” es un experimento. Por 12 años continuados, el director norteamericano Richard Linklater grabó el desarrollo de un niño (Elen Coltrane) y su paso de la infancia a la adolescencia. Claro que se trata de un producto documental sino de ficción, por lo que Linklater dotó a la historia de Coltrane de padres ficticios (Patricia Arquette y Ethan Hawke) y una hermana (Lorelei Linklater, hija del director). 


La película es a priori un lienzo del crecimiento del niño protagonista, peor a través de sus ojos podemos ver también el desarrollo de los otros miembros de la familia, lo cual resulta más estimulante. Conforme avanza la cinta, el niño se va haciendo más apático, le cae la adolescencia, y deja la ternura por la sobre emotividad. Lo mismo pasa con su hermana (incluso Lorelei Linklater le pidió a su padre que la saque de la película). Lo más interesante de la película resulta ser la evolución que van sufriendo los padres, Olivia y Mason Sr. 

Es por ello que el corazón de la película radica en el análisis de la paternidad (a pesar que el film se llame “Niñez”). Patricia Arquette compone el personaje más profundo de la película, como una joven que empieza como una madre divorciada y termina, como ella misma lo dice, como una mujer mayor, nuevamente divorciada, y sola ante la partida universitaria de sus hijos. En una película marcadamente naturalista y minimalista, los pocos exabruptos que Linklater concede le pertenecen a Arquette, quien aprovecha bien sus situaciones límites (divorcio, hijos malagradecidos) para prácticamente asegurarse su Oscar. Otro que está muy bien es Ethan Hawke, alter-ego de Linklater, quien con su simpleza y naturalidad hacer creíble el  tránsito de este padre inmaduro a uno con conciencia pero que mantiene bien claro sus opiniones y libertades.

Se ha dicho que la película no cuenta nada porque justamente busca retratar la “vida misma”. Justamente allí radica la principal controversia que causa “Boyhood”. Toda película tiene que contar una historia, un viaje. Y el niño protagonista acaba ya casi adulto en la universidad, pero sin mayor viaje emocional. Tal vez porque resulta difícil para un adolescente poder transmitir todas sus emociones, tal vez porque Coltrane perdió el encanto por lo años, pero nunca llegamos a sentir el impacto de los sucesos en la vida del pequeño. Todo ello al punto que, como mencionamos, son los padres los que terminan robando la película.

Es así que la gran pregunta que suscita la película es ¿qué hubiese pasado si “Boyhood” no se grababa a lo largo de doce años, sino en unos meses con diferentes actores? Eventualmente el “gimmick” de los 12 años termina comiéndose a la historia. Una muy original idea de Linklater que no termina de desarrollar de la manera más óptima. Justamente el cine de este autor norteamericano ha buscado reflejar la vida como es (recordemos la trilogía de “Antes de…”), pero el cine es más que eso. Es justamente aquello por lo cual queremos escapar de la vida. Y no es necesario un conjunto de efectos especiales o de superhéroes. Solo basta un par de personajes y un viaje en el cual los acompañemos. Pero justamente esa esencia del cine es muy difícil de captar en “Boyhood”. Por ello es que la película se queda en un conjunto de situaciones que, naturalmente (todos hemos crecido y madurado), nos emocionan. Pero no nos transportan o no nos ofrecen nada nuevo.


Nota: 16/20

Rumbo al Oscar 2015: The Grand Budapest Hotel

“El Gran Hotel Budapest” (GHB) es la última “rareza” de Wes Anderos, ese director tan particular que puede ser calificados por muchos como “genio” pero por otros como un “simple hipster”. Si bien nunca hemos sido entusiastas del cine de Anderson, esta película es de otro lote: el GHB es su mejor cinta y una de las mejores películas del año pasado.

GHB es muchas películas a la vez: es una comedia hilarante, un cuento de suspenso ejemplar, un retrato de la Europa post primera guerra mundial, una oda a lo antiguo y lo clásico y finalmente es también una película con los “quirks” típicos de Wes Anderson. Todo eso lo hace bien porque, por primera vez en su carrera, el buen Wes se contiene. Y lo que es mejor: pone todas sus habilidades (que indudablemente tiene) mal servicio de la historia. Porque si bien puede discutírsele su talento como guionista (al fin y al cabo los excesos están allí), Wes Anderson ha demostrado ser un director fantástico. Prueba de ello es ese escenón de persecución en el museo del personaje de Willem Dafoe al de Jeff Goldblum. Digno de Hitchcock.

Pero además Anderson ogra personajes entrañable, con los que por fin podamos empatizar. Esto era necesario en una película como esta, cuyo centro narrativo es la huida de dos hombres inocentes por un crimen que no cometieron. Una vez más la referencia a Hitchcock está viva. Y para ello, Anderson se basó en dos grandes actuaciones de un consagrado como Ralph Fiennes, fino y divertidísimo como él solo, y de un joven prometedor actor como Tony Revolori, haciendo del perspicaz Zero. El tradicional cast secundario de Anderson está a la altura, destacando los villanos oscuros que componen Adrien Brody y el mencionado Dafoe.

Haber encontrado el centro emocional de la película es la principal virtud de Anderson. No es tanto la relación de Zero con Agatha (tal vez el único eslabón débil de la película, a pesar de la siempre atrapante Saoirse Ronan), sino la relación de mentor/alumno de Gustave con Zero. A diferencia de “Whiplash”, en GHB la relación es entrañable, entre un hombre refinado pero inmoral (utilizando los deseos sexuales de las viejecillas para el beneficio del hotel) y un joven aprendiz que observa, aprende y termina idolatrando a su formador. GHB es ante todo una película de aventuras, de dos hombres cuyo mayor objetivo es escapar y que encuentran en ese viaje el verdadero sentido no de sus vidas, sino de algo más importante para Gustave: el objetivo de su profesión. GBH es también una oda a los refinados hoteles que parecen ahora mausoleos y de la otrora respetada labor del conserje.


Finalmente, GHB es una maravillosa película en el apartado técnico, algo que siempre ha sido muy cuidado en el cine de Anderson. Por eso no sorprendería ver su victoria en los próximos Oscars en el apartado de mejor vestuario, mejor dirección de arte e incluso mejor maquillaje (irreconocible Tilda Swinton). Es reconfortante ver como en el cine, donde las imágenes son lo principal, un director con la visión de Anderson logra complementar lo que escribe con actuaciones ideales y aspectos artísticos maravillosos. Con el plus que esta vez Anderson logra encontrar un centro emocional en la película y, por fin, contar una historia con protagonistas, objetivos y antagonistas. Anderson se ha graduado, ha madurado, y logra crear una delicia de película. 

Nota: 18/20

sábado, 21 de febrero de 2015

Rumbo al Oscar: "The Theory of Everything"

“The Theory of Everything” narra la relación entre el célebre físico Stephen Hawking y su primera esposa, Jane Wilde. Se trata de una película en principio convencional, pero que logra tener momentos emocionantes que se sostienen sobre todo por el maravilloso trabajo de su pareja protagonista.

Es sin duda una película bastante sentimental, que prefiere tratar el tema de las relaciones y psicología de Hawking sobre sus logros académicos. Y se agradece porque eso muestra el lado más humano de un personaje muy famoso pero que, a pesar de seguir con vida, es considerado más mito que hombre. Dejando de lado las teorías de Hawkins sobre agujeros negros y sus logros, “The Theory of Everything” es una película romántica que como toda buena representante del género narra una historia de chico que conoce a chica y que cruzan múltiples adversidades para estar juntos. El añadido de la historia es la tara que sufre la relación a partir de la enfermedad degenerativa de Hawking y como la historia de amor se va degenerando.


Este punto era importantísimo en la película y está muy bien tratado. Sin necesidad de escenas exageradamente dramáticas o manipuladoras, el tierno lienzo de Hawking y Jane se va derrumbando frente a todos nosotros y todo lo sentimos muy natural. La represión que sufre Jane y la añoranza de Hawking por sentirse queridos se conjugan de manera muy apropiada por el guión de Anthony McCarten y logran emocionarnos (a partir justamente del libro de Jane Wilde “Travelling to Infinity: My Life with Stephen”).

Esto no hubiera sido posible sin la química que muestran en pantalla Eddie Redmayne y Felicity Jones. El primero logra una de las mejores actuaciones del año. Es cierto que la Academia ama las interpretaciones radicales de personajes con alguna tara física/mental (“Forrest Gump”, “Rain Man”, “Una Mente Maravillosa”), pero Redmayne logra no solo copiar cada movimiento o tic de Hawking, sino que siempre dota a su personaje de vida y de una asombrosa capacidad de transmitirnos algo. No es simplemente una simple imitación de Hawking, sino que Redmayne hace que siempre empaticemos con un personaje que, ideas brillantes de lado, siempre estuvo petardeando (directa o indirectamente) una relación en teoría sólida como la que tenía con Jane. Redmayne logra que el físico más mediático de la historia se sienta como un profesor universitario o un esposo más de la Inglaterra de hace un par de años. 

El gran descubrimiento de la película es Felicity Jones, joven actriz británica que aquí consigue el gran rol de despegue de su carrera. Teniendo en cuenta la magnitud e importancia de un personaje como Stephen Hawking, Jones logra impregnar de fuerza al personaje de Jane Wilde, a pesar que, como ella misma dice en una parte de la película, parece una persona que no tuviese mucha fuerza. Jane fue el tronco que hizo que Hawking no tocara los infiernos y Jones sabe transmitir cómo esta mujer fuerte se va derrumbando poco a poco, sin legar tampoco a una escena límite o, como se conoce, “clip de Oscar”.



Gran mérito de todo esto le pertenece al director James Marsh, quien salta a la ficción luego de su premiado documental “Man on Wire”. A lo largo de la película, se siente que Marsh viene desde el campo de los documentales, sobre todo con esas tomas de aspecto rudimentario de la vida más íntima de Hawking. Y esto funciona my bien porque, como emocionarnos anteriormente, la desmitificación del mito y la terrenalización de su vida amoroso (y sexual) es el mayor objetivo de la película.

Justamente al ser tan fuerte la relación entre Hawking y Jane, las otras relaciones que presenta la película flaquean un poco. Ni la relación de Jane con su ahora esposo Jonathan Jones ni el affaire entre Hawking y su segunda esposa Elaine Mason logran impactarnos de la misma manera que los esposo originales. Es más, la película no trabaja lo suficiente como para justificar el interés de Stephen en Elaine y, en menor medida, la de Jane con Jonhatan. Una última crítica que podría hacerse a la película es que es innecesariamente larga, y con un trabaja de mejor edición hubiese quedado más redonda. Pero sin duda se trata de una muy buena película que logra consolidarse gracias al estupendo trabajo de su pareja protagonista y el buen oficio del director Marsh.


Nota: 17/20

viernes, 20 de febrero de 2015

Rumbo al Oscar 2015: Selma

“Selma” narra un extracto de la vida de Martin Luther King, aquel en el cual encabezó una marcha pacífica desde Selma a Montgomery reclamando por el derecho de voto de los afroamericanos. Una película autobiográfica convencional que a pesar de no tomar ciertos riesgos, contiene un poderosísimo mensaje.

La historia de MLK es sin duda una de las más importantes de las luchas cívicas del siglo XX. Y encontrase con este material para una película puede resultar tanto una bendición como una maldición. Por eso el primer mérito lo tiene Ava DuVernay, directora afroamericana que demuestra estar a la altura de los retos. De manera inteligente, escapa de aquellas escenas que serían obligatorias en otra película sobre MLK: el discurso “I have a dream” o su asesinato, por ejemplo. DuVernay coge un punto de la vida de MLK para demostrarnos el complejo camino de este hombre y los múltiples retos que tuvo que afrontar. Pero además DuVernay demuestra tener temple para dirigir, muestra de ello es tal vez la escena más poderosa del film: la confrontación pacífica de King y sus seguidores frente a la Corte de Justica de Selma. 


Pero tal vez el gran soporte de la película es la portentosa actuación de David Oyelowo. El actor británico, que hasta el momento solo había interpretado roles secundarios en películas como “Planeta de los Simios: Revolución” o “El Mayordomo”, sorprende acá creando un personaje a partir de la figura histórica de MLK. Oyelowo logra transmitir esa fuerza que tenía un líder que paradójicamente no proponía la violencia. Sea en momentos de confrontación como su choque con el Presidente Lyndon Johnson o sea en momentos tensos de desesperación como la emboscada en el puente que sufren sus partidarios, Oyelowo sabe transmitir las múltiples emociones que van más allá del mito y que reflejan al hombre.

Pero justamente este último hecho termina por desencantarnos de la película: la historia sugiere que MLK fue también un líder que tomó decisiones polémicas y que incluso podría calificársele como que envió muchas veces al matadero a sus seguidores. La escena del puente es muy gráfica, mostrando un pueblo afroamericano abatido por la brutal policía de Alabama mientras MLK lo veía por televisión. Al fin y al cabo, MLK sabía que muchos de los que protestaban morirían a manos de la policía o de los idiotas racistas. La gran pregunta que la película no se molesta en abordar es si había otra forma de protestar o de lograr la tan ansiada igualdad racial. Son en estos momentos críticos donde podría exigírsele a “Selma” mayor agudeza, pero lamentablemente no la tiene. Su fiel reflejo es “The Imitiation Game”, que también trata de un tema polémico como la represión sufrida por Alan Turing dada su homosexualidad pero decide tocarlo superficialmente. Lo que hizo el guión mostrándonos la intimidad de MLK con su esposa la borró con la otra mano al no explorar las contradicciones de este líder.


Falla también la película cuando se aleja de la figura de MLK. No solo porque Oyelowo llena la pantalla con su poder (y no se entiende como este, junto con Gyllenhaal y Teller, ha sido dejado de lado por los Oscars a favor de Bradley Cooper), sino también porque sus personajes secundarios no están tan desarrollados. Salvo Correta Scott King (la esposa de MLK), ninguno de los personajes están bien planteados, ni sus motivaciones o contradicciones, resultando en apariciones de actores famosos como Cuba Gooding Jr. O Martin Sheen que más parecen cameos. Y los antagonistas que conforman Tim Roth y Tom Wikilson más parecen caricaturas que otra cosa. 

Por ello es que “Selma” se queda como un buen biopic, peor que falta rematar. Es como si estuviera sola frente al arco y el gol sería haber tocado esa dualidad de MLK como líder pacifista / líder que arriesgaba a su gente. Las formas y los objetivos de la protesta serían un tema interesantísimo de abordar, pero al parecer no fue el objetivo de “Selma”, demostrando que aún quedará la chance que otro biopic sobre la gran figura de MLK pueda atreverse a ir más allá. Como punto final mencionar que su otra nominación es justísima: la canción “Glory” personifica cada nota del espíritu de la película.



Nota: 16/20

viernes, 13 de febrero de 2015

Rumbo al Oscar 2015: Whiplash

“Whiplash” (2014) es la película más valiente de todas las nominadas al Oscar. Narra la historia del joven músico Andrew (Miles Teller) y su obsesión agresiva por querer ser el mejor baterista de la historia, objetivo que chocará con la opresión de su voraz profesor Fletcher (JK Simmons). Una historia hasta cierto punto clásica, e incluso oscarizable. Pero esta película tiene la valentía de arrojarse a la piscina y empujar hasta el límite, y para eso es necesario tener una garra pocas veces vista en la pantalla grande.

Y “Whiplash” le debe casi todo a Damiane Chazelle, joven director que grabó primero un corto sobre “Whiplash” y luego la transformó en película. Chazelle es un novato pero demuestra que tiene clara una cosa muy importante en el cine: el ritmo. El cine es como la música y Chazelle se gradúa de gran narrador con “Whiplash”. Sabe cuando emocionarnos, sabe cuando golpearnos, sabe cuando hacernos sudar o cuando hacernos sufrir. “Whiplash” pudo haberse desbordado con cualquier otra persona en la silla del director, por ser muy violenta o por tener momentos muy ñoños, pero Chazelle le transmite la fuerza y contención necesaria en momentos claves. Es un director que sabe poner la cámara, sabe moverla y sabe lucirse, pero teniendo en claro que la dirección siempre debe estar al servicio de la historia y no al revés.


Mérito también de un muy buen guión de Chazelle, que ofrece un retrato directo de sus dos protagonistas. Por un lado, el joven Andrew y su obsesión por ser el mejor, y por el otro, el profesor Fletcher y su mala leche. Pero el guión de Chazelle permite que ambos personajes respiren, y permite así que el espectador pueda entenderlos y ver en ellos algo más que dos caricaturas. Son papeles, en especial el de Fletcher, que fácilmente pudieron caer en la caricatura pero el guión de Chazelle los dibuja como dos seres humanos con sus obsesiones y conflictos que tienen una meta fija y que claramente la misma ha terminado por joder grandes aspectos de su vida.

Claro, estos retratos completos de Andrew y Fletcher no hubieran sido posibles sin dos de las mejores actuaciones de la temporada. Primero un Miles Teller que sorprende. Pocas veces se ha visto un actor joven con tanto poderío animal. Mientras que la mayoría de actores jóvenes presentan retratos introspectivos y suaves, Teller saca el lado más salvaje y lo deja todo en la cancha. Teller se entrega al papel, no solo desde el aspecto más técnico como puede ser aprender a tocar maravillosamente la batería, sino que también ofrece un retrato dolido, muy sentido y que destila la palabra “obsesión” por los poros. Se ve en sus ojos, en sus muecas y en la forma loca con la toca la batería. Sin ánimos de exagerar, Teller nos hizo recordar al De Niro joven, tan implacable como desatado.

Y la gran estrella de la función también resulta ser ese secundario eterno que es JK Simmons. Conocido por sus secundarios en televisión y cine, Simmons tiene su “momento” en “Whiplash”.  Su Fletcher llena la pantalla cada minuto que aparece y se queda grabado en la memoria del espectador incluso días después de haber visto la película. Es cierto, grita, arroja cosas y se enoja, pero todo eso lo hace con el timing preciso. Contrario a su frase de antología “Not my tempo”, Simmons si le encuentra el tempo a su personaje y saber tratar al monstruo que tiene como personaje. Además que se permite tener dos momentos de inflexión, hasta tres diríamos: el relato sobre la muerte de un ex estudiante, el encuentro con Andrew en el bar, pero en especial ese sublime momento en el clímax de la película donde manda al diablo su orgullo porque se da cuenta que ha encontrado lo que tanto quería: al siguiente Buddy Rich. En los ojos de Simmons está su Oscar a Mejor Actor Secundario.

Finalmente, son dos los sellos que harán inmortal a “Whiplash”: una banda sonora memorable (en especial el tema homónimo y el “Caravan”) y una edición sencillamente formidable. Pocas veces se ve una edición tan lúcida que le otorgue un sello tan propio a una película. La edición a cargo de Tom Crooss logra una sinergia con la dirección de Chazelle, dando la impresión que se trata de la obra de un mismo ser viviente. Las idas y vendías de la dirección de Chazelle se mezclan con los cortes perfectos de Cross, combinando el sufrimiento de Andrew y el salvajismo de Fletcher y creando una fuerza magnética de un dúo que destila odio pero que solo provoca empatía con el espectador. Esa unión que nos otorga uno de los finales más alucinantes del cine moderno, con un toque de batería épico y un acompañamiento final de la banda que cierra ese desafiante final de casi veinte minutos. Porque no se deje engañar, “Whiplash” no es solo una película sobre el jazz o la ambición americana, es un thriller y una película de acción. Solo que sin balas. Ahí radica su majestuosidad.


Nota: 19/20

domingo, 8 de febrero de 2015

Rumbo al Oscar 2015: Birdman

Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) es la película de redescubrimiento de Alejandro González Iñárritu. Narra la historia de Riggan Thompson (Michael Keaton), otrora estrella de acción que ahora busca reinventarse produciendo, dirigiendo y protagonizando una obra del prestigioso escritor Raymond Carver. Una historia de egos y aspiraciones que puede ser calificada de muchas formas: maniaca, autobiográfica, fumada, ácida, inquietante pero, sobre todo, catártica.

Esta es una película necesaria. Necesaria para todos nosotros. En primer lugar para su director, Alejandro González Iñárritu (que por una razón ahora va como “Alejandro G. Iñárritu). Era un cineasta que, te guste o no (personalmente me parecía más un manipulador que un director de cine), siempre recibía la crítica de explotador de la tristeza y la debilidad. Se le iba la vena de televisa y componía retratos durísimos pero que llegaban a un extremo que aburría. En Birdman, el director se reivindica. Creo que ahora González Iñárritu ha encontrado un punto perfecto, ha madurado. Y esta vez o hace porque deja de lado su ego (esa palabra mágica para este película) y pone toda su técnica al servicio de la película. La regla de oro: primero la historia, luego los egos. Y qué técnica. González Iñárritu demuestra que domina el lenguaje cinematográfico. Unos movimientos de cámara magistrales en una película que da la sensación (falsa) de ser el conjunto de 3 o 4 planos secuencia. Esa magia que inunda la sala de cine y que calza con la historia “meta” de cine y teatro que el realizador mejicano busca contar. Y sabe que lo importante es balancear las emociones con la historia que cuenta. 


Una historia que cuenta con un guión simplemente genial. A diferencia de otras películas donde todos los personajes se contemplaban tristemente (21 gramos) o simplemente todo se difuminaba entre tantos relatos (Babel), “Birdman” cuenta con una historia base, la de un actor que busca desesperadamente de despegarse de su alter-ego superhéroe a través de un mecanismo de suficiente prestigio como el teatro moderno norteamericano. Riigan-Keaton tiene un objetivo y en su búsqueda implacable se entrelazan historias “reales” (y algo predecibles, como los amoríos tras escenas, peleas con actores, falta de financiamiento) con situaciones mágicas como los “poderes” de Riigan o sus encuentros de pesadilla con el súper héroe Birdman que interpretó hace varios años. Estas situaciones están combinadas con un gran timing y se mezclan perfectamente para definir la psiquis de un personaje riquísimo como Riggan. Un personaje con un conflictos externo (llevar a cabo su gran debut en Broadway) y un conflicto interno (zafarse de Birdman de una vez por todas) que se combinan muy bien para crear una historia que nos mantiene pegados a la butaca por dos horas. 

Demás está decir que se trata de un guión súper ácido y graciosísimo. Diálogos desternillantes que además tienen un trasfondo. Porque una de las grandes virtudes de Birdman es que toca muchos temas y los toca bien. La película critica a los medios, a la prensa, al arte, al cine, al teatro, al showbusiness, a los actores, a todos. Y todas estas críticas son mordaces pero justas, con la longitud exacta para que no se convierta en un panfleto de dos horas contra algún punto en específico. Así es como críticas mortalmente issues como Twitter o la fama: con pincelazos puntuales y no con un derroche de moralina apestosa. El, guión siempre dosifica las cuotas de humo y drama, peor más importante aún, conteniendo los excesos de otras películas que ya eran marca registrada de González Iñárritu. Virtud de dirección, pero también de guión, el principal logro del director mexicano con “Birdman” es que hace suya una película, con su sello, peor que a la vez no parece completamente suya. Se aleja de su figura y se consolida. Se refuerza alejándose del ego, acercándose al excelente director y el buenísimo guionista (con colaboración claro de Giacobone, Dinelaris y Bo, sus coguionistas).

Pero la magnífica dirección de González Iñarritu y el genial guión nos ería nada sin las actuaciones. El gran protagonista de la película es un Michael Keaton que se nota ha dejado la piel en la cancha con su personaje de Riggan Thompson. Es cierto, es una versión de Keaton (afamado actor ochentero por su papel de Batman), pero la garra de Keaton es conmovedora, hasta encontrarte con escenas (en especial las que comparte con Amy Ryan) en las que no puedes disitnguir si estás viendo al personaje o al actor. Sea como sea, Keaton se abrió y se entregó a este proyecto como pocas veces se ha visto, con la dote de comedia necesaria (es un gran comediante al fin y al cabo) y mostrando la carga pesada sobre sus hombres de la fama pasajera. Es uno de los “comebacks” de la historia.


Pero el cast secundario no se queda atrás. Edward Norton es otro que ha hace su regreso con una versión de sí mismo (conocidas son las historias del mal temperamento de Norton y su obsesiva implicancia con sus proyectos), es decir, uno de los mejores actores de su generación. Norton es un monstruo a la hora de transmitir la agresividad contenida de sus personajes y aquí da rienda suelta a su vena más atrofiada como actor para componer a un actor maldito. Emma Stone es otro complemento perfecto para Keaton como su drogadicta hija, demostrando que es una buena actriz con un registro algo histriónico pero muy bien aprovechado por González Iñárritu (cuya dirección de actores es siempre impecable) para este personaje. Complementan muy bien el resto de secundarios, destacando una maravillosa Naomi Watts y un Zach Galifianakis que se aleja de sus papeles de comedia rústica y demuestra tener pastad e actor dramático.

A todo ello hay que sumarle que “Birdman” es una película técnicamente perfecta. Una perfecta fotografía de Emmanuel Lubezki y una banda sonora tan loca como precisa complementan la visión de González Iñárritu y sus coguionistas. Ambos elementos logran una conjunción preciosa en una escena en particular, el “escape” de Riggan del teatro y su entrada desnudo a Time Square. Esa sola escena resume el espíritu de “Birdman”: la alocada aventura de un hombre que quería ser más de lo que era y terminó aceptando su destino. Por ello las mejores escenas de la película son la de la confrontación de Riggan con la pesada crítica de teatro y el “descubrimiento” de Riggan cuando su alter ego le demuestra las destrucciones explosivas de su película, sale un pajarraco robótico y el protagonista se dispone a volar. Tan realista como alocada, esa es “Birdman” en su esencia. Una película alucinante, pero sobre todo, necesaria en épocas de egos y falsas aspiraciones. 


Nota: 19/20

domingo, 1 de febrero de 2015

Rumbo al Oscar 2015: American Sniper

“American Sniper” es la última película del maestro Clint Eastwood. Se trata de la biografía de Chris Kyle, marine americano que es (tristemente) conocido por ser el francotirador más letal del ejército americano, con 160 objetivos (personas al fin y al cabo) asesinados. Esta polémica premisa fue la pieza central de un libro autobiográfico y ahora de esta película que sorprendentemente ha batido records de taquilla y ha recibo el apoyo de la crítica.

Lamentablemente, la película falla por todos lados. Primero, hablemos de sus (de)méritos como película. Simplemente no tiene narrativa, no cuenta nada. La película tiene como absoluto protagonista a Chris Kyle (Bradley Cooper), pero lo que vemos es una sucesión de escenas viendo todo lo que le ocurre: en su casa, en el bar, en el campo de entrenamiento, en Irak, de regreso a casa, etc. De alguna forma, se asemeja a “Nightcrawler”, esa cinta que también narraba las andaduras de un protagonista problemático en un ambiente hostil, pero que al final de la película no iba a ningún lado, no evolucionaba o involucionaba, no tenia viaje. Lo que vemos es una sucesión de escenas predecibles (me maltrata mi padre, me enamoro de la chica pija, soy letal y mato niños, no me adapto a la normalidad) y que no conforman un conjunto sólido. Es una vulgar suma de clips vistos en otras cintas.

El bueno de Bradley Cooper no tiene la culpa y está, como casi siempre, muy bien en su papel (al fin y al cabo Eastwood es uno de los mejores directores de actores de la actualidad). Pero el personaje de Kyle o no es del todo interesante o no está del todo bien escrito. Aquí marcamos un paralelo con esa gran cinta (anti)bélica que es “The Hurt Locker”. El personaje de Jeremy Renner sí tenía un viaje, sí, tenía un propósito y sí tenía características palpables. Tenía un conflicto que nos ponía los pelos de punta (era un desarma-bombas suicida por Dios) y nos hundimos emocionalmente con él cuando volvió al ruedo y empezó otro “día 1”. Además, Bradley estará muy bien, pero no está mejor que Gyllenhaal en la mencionada “Nightcrawler” o Ralph Fiennes en “El gran hotel Budapest”. Eso es robo de Oscares.


Jalando aún más la comparación con “The Hurt Locker”, e incluso con “Zero Dark Thrity”, ambas películas de Katherine Bigelow, se tratande películas con presencia y garra. De ambas recordamos escenas dignas de reels de la historia del cine (la escena con el buen Ralph Fiennes de tiroteo cruzado en “Locker” y la magnífica recreación del ataque final a Osama Bin Laden en “Zero”). En American Sniper no encontramos ni historia ni escenas memorables. Ninguna. Nos vamos de las salas de cine con la sensación de un gran vacío.

Y gran parte de la culpa la tiene el viejo maestro Eastwood. Alejado de sus obras maestras como “Unforgiven” o “Mystic River”, Eastwood parece grabar su más reciente película con pereza o, peor aún, de manera apurada. Escenas poco memorables sin ningún atractivo cinematográfico y dejando en descubierto el ya pobre guión de Jason Hall. Al parecer a Eastwood le va mejor escenas íntimas (que no por ellos menos potentes o violentas) que grandes escenarios, que para eso le deje el puesto a la maestra Bigelow que sí sabe grabar escenas de guerra. No queremos decirle a Clint que se retire, pero que sí quiere mantener su legado en alto se tome en serio esto de dirigir cine. Sino “Gran Torino” seguirá siendo para siempre la película que resonará como “la que debió ser su retirada”.

Finalmente, un comentario sobre el lado político de la película. Es innegable que una cinta que narra las peripecias del francotirador más letal de la guerra de Irak sería una historia polémica. Y la película ha levantado las críticas más férreas de un sector liberal y la defensa cerrada de los sectores más conservadores de Estados Unidos. Y si bien es cierto que se siente cierto tufillo derechón en la cinta (Eatwood no deja de ser, al fin y al cabo, una de las caras más representativas del Hollywood republicano más conservador), esto no resulta lo peor del film. Cuantas pelícuas geniales dejan ver sus intenciones políticas y no por eso ser menos loables. El problema con “Americna Sniper” es que no hace lo que en primer lugar una película debe hacer: contar una historia sólida. No entretiene, no nos sumerge emocionalmente, no contribuye en nada. Se limita a ser una serie de clichés estadounidenses (ahí que resulte algunas veces risible, ni hablar del famoso bebé falso-muñeco que usaron para una escena) que evidentemente es una tentación irresistible para los detractores del militarismo más acérrimo. La película resulta ser simplemente un casquete vacío en la amplia gama de municiones que nos ofrece el viejo Clint. Toca reivindicarte, maestro.


Nota: 10/20