“Boyhood” es un experimento. Por
12 años continuados, el director norteamericano Richard Linklater grabó el desarrollo
de un niño (Elen Coltrane) y su paso de la infancia a la adolescencia. Claro
que se trata de un producto documental sino de ficción, por lo que Linklater
dotó a la historia de Coltrane de padres ficticios (Patricia Arquette y Ethan
Hawke) y una hermana (Lorelei Linklater, hija del director).
La película es a priori un lienzo
del crecimiento del niño protagonista, peor a través de sus ojos podemos ver
también el desarrollo de los otros miembros de la familia, lo cual resulta más
estimulante. Conforme avanza la cinta, el niño se va haciendo más apático, le
cae la adolescencia, y deja la ternura por la sobre emotividad. Lo mismo pasa
con su hermana (incluso Lorelei Linklater le pidió a su padre que la saque de
la película). Lo más interesante de la película resulta ser la evolución que
van sufriendo los padres, Olivia y Mason Sr.
Es por ello que el corazón de la
película radica en el análisis de la paternidad (a pesar que el film se llame “Niñez”).
Patricia Arquette compone el personaje más profundo de la película, como una joven
que empieza como una madre divorciada y termina, como ella misma lo dice, como
una mujer mayor, nuevamente divorciada, y sola ante la partida universitaria de
sus hijos. En una película marcadamente naturalista y minimalista, los pocos
exabruptos que Linklater concede le pertenecen a Arquette, quien aprovecha bien
sus situaciones límites (divorcio, hijos malagradecidos) para prácticamente asegurarse
su Oscar. Otro que está muy bien es Ethan Hawke, alter-ego de Linklater, quien
con su simpleza y naturalidad hacer creíble el
tránsito de este padre inmaduro a uno con conciencia pero que mantiene
bien claro sus opiniones y libertades.
Se ha dicho que la película no cuenta nada porque justamente busca retratar la “vida misma”. Justamente allí radica la principal controversia que causa “Boyhood”. Toda película tiene que contar una historia, un viaje. Y el niño protagonista acaba ya casi adulto en la universidad, pero sin mayor viaje emocional. Tal vez porque resulta difícil para un adolescente poder transmitir todas sus emociones, tal vez porque Coltrane perdió el encanto por lo años, pero nunca llegamos a sentir el impacto de los sucesos en la vida del pequeño. Todo ello al punto que, como mencionamos, son los padres los que terminan robando la película.
Es así que la gran pregunta que
suscita la película es ¿qué hubiese pasado si “Boyhood” no se grababa a lo largo
de doce años, sino en unos meses con diferentes actores? Eventualmente el “gimmick”
de los 12 años termina comiéndose a la historia. Una muy original idea de
Linklater que no termina de desarrollar de la manera más óptima. Justamente el
cine de este autor norteamericano ha buscado reflejar la vida como es
(recordemos la trilogía de “Antes de…”), pero el cine es más que eso. Es
justamente aquello por lo cual queremos escapar de la vida. Y no es necesario
un conjunto de efectos especiales o de superhéroes. Solo basta un par de personajes
y un viaje en el cual los acompañemos. Pero justamente esa esencia del cine es
muy difícil de captar en “Boyhood”. Por ello es que la película se queda en un
conjunto de situaciones que, naturalmente (todos hemos crecido y madurado), nos
emocionan. Pero no nos transportan o no nos ofrecen nada nuevo.
Nota: 16/20