The Imitation Game sería, en cualquier
otro año, la gran favorita para llevarse el Oscar a Mejor Película. Se trata
del biopic de Alan Turing, matemático inglés que jugó un papel importante en terminar
con la segunda guerra mundial a través de la ardua tarea de descifrar un código
alemán conocido como “Enigma”. Un drama ambientado en la guerra. Con un cast de
estrellas británicas. Con un personaje trágico: genio incomprendido, antisocial
a ultranza, y homosexual si habría que aumentar algo. Pero no, esta película
decepciona.
Siguiendo la fórmula de otros “biopics
que aspiran al Oscar”, como “Una Mente Maravillosa”, The Imitation Game usa la
plantilla de los dramas de genios antisociales que lucharon contra el sistema y
finalmente logran su objetivo. Aunque esta película trata de romper un poco con
la fórmula alternando tres líneas temporales: los esfuerzos de Turing y su equipo
para romper Enigma, su relación de niños con Christopher y su investigación y
castigo final. Y si bien se agradece la intención, finalmente todo el peso
dramático termina cayendo en la lineal y predecible búsqueda de Turing por romper
con el código Nazi.
Como si de un molde de biopics se
tratase, la búsqueda por romper el código termina por aburrirnos, mostrando cosas
que ya hemos visto en otras películas (el grupo que no se lleva bien, luego el
incomprendido genio que hace las paces, la presión de los jefotes malos, el
descubrimiento de la fórmula en el bar-guiño a “Una Mente Brillante”, por
Dios-etc.). Ni el básico guión ni la estándar dirección de un inexplicablemente
nominado al Oscar Morten Tyldum (increíble que se dejara fuera del Oscar
trabajos infinitamente superiores como el de Fincher en “Gone Girl” o Damien
Chazelle en “Whiplash”) pueden levantar la película.
Tal vez la principal crítica al
tratamiento de la película, responsabilidad entera de los guionistas, Tyldum y
el mega productor Harvey Weinstein, es haber gastado tantos minutos en la
historia del Enigma. Es cierto, es lo que le da el título a la película, pero
ni de lejos es lo más interesante de la historia de este personajazo que es
Alan Turing. Tanto su homosexualidad reprimida (y castigada penalmente en
Inglaterra hasta 1967) como su infeliz calvario luego de su sentencia por indecencia
terminan siendo storylines súper interesantes que le film se molesta en tocar
en apenas cinco minutos e incluso, lo que es de vergüenza ajena, en textos
antes de los créditos finales. En ese sentido, siendo Turing un personaje de tantos
matices, The Imitation Game se queda en la superficialidad y no explora más
allá de la figura de Turing como héroe trágico. Una oportunidad desaprovechada.
Lo único que levanta la película,
además de la correctísima edición y la buena banda sonora de Alexander Desplant,
es el maravillosos cast de actores. A pesar de las debilidades del guión,
Bennedict Cumberbatch le saca el jugo al personaje de Alan Turing. Es cierto
que en ocasiones parece una desviación de su célebre Sherlock Holmes (e incluso
de Sheldon Cooper a veces), pero Cumberbatch logra en un par de escenas cambiar
el chip. Keira Knightley se deja de Piratas del Caribe y demás tonterías para
componer un personaje de verdad como no lo hacía desde “Expiación”, demostrando
que ha nacido para interpretar estos roles de época, trascendiendo el papel de “mujer
del protagonista”, dotando a Joan Clarke de sus propios objetivos y dramas.
Sin llegar a ser una mala película,
lo que más genera The Imtiaiton Game en el espectador es decepción. Teniendo un
gran personaje y un potente conflicto, termina decantándose por la historia predecible
sin llegar a profundizar en la real naturaleza
del protagonista. Además, seamos honestos, si le quitáramos a Cumberbatch a esta
película tal vez el efecto arrastre y stardom
(Cumberbitches) habría relegado a la película de Morten Tyldum a ser un simple
biopic más. Mejor leíamos el libro.
Nota: 15/20
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