“Django Desencadenado” es última película de Quentin Tarantino, aquel
maniático cineasta que hace del reciclaje fílmico un verdadero arte. En esta
ocasión, toma mayormente del género “Spaghetti western” para contarnos su
última invención. La película cuenta la historia de un impensado dúo, formado
por King Schultz, un dentista alemán convertido en cazarrecompensas (Christoph
Waltz) y Django “Freeman”, un esclavo negro recién liberado con una cuenta
pendiente (Jamie Foxx). Ambos tendrán dos misiones: dar caza a los sanguinarios
hermanos Brittle, y posteriormente ir al rescate de la esposa de Django,
Broomilda (Kerry Washington), la cual ha sido comprada por el francófilo
terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio).
Una primera diferencia con su anterior película, “Bastardos sin gloria”,
es que en esta cinta la acción dramática está más clara, lo que ayuda al
desarrollo de la película. El buen Django debe entrenarse, para lo cual se embarca
en una aventura sanguinaria junto con Schultz,
para adquirir habilidades que le permitan rescatar a su amada esposa del empresario
que la tiene capturada. Por ello es que nos comprometemos con los protagonistas
y queremos ver cómo despliegan sus habilidades para lograr su cometido. Es así
que la cinta está divida en tres grandes partes: el entrenamiento, en el cual
Django y Schultz buscan a los Brittle; el plan, que es la charada que monta la
pareja protagonista para engañar a Candie y rescatar a Broomilda; y la
venganza, que es cuando Django regresa a cobrar su venganza. La extensión de la
película (165 minutos) no se siente, y Tarantino tiene la maestría para
entretenernos en cada una de estas etapas del crecimiento de Django. Su guión
vuelve a ser el punto fuerte de sus películas, con la mezcla perfecta entre
violencia, humor, parodia, refrito y las “tarantineadas” que nos tiene
acostumbrados.
Justamente sobre el protagonista de la película se ha dicho mucho: que
es un personaje plano, que Jaime Foxx luce muy apagado, que los otros personajes
se lo “comen” cada vez que aparece en escena, etc. Todo ello no deja de ser
verdad, pero es precisamente lo que buscaba Tarantino. En el “Spaghetti western”,
el protagonista es un hombre parco, sin gusto por la ley peor con su propio
código moral, y que mira y se contiene antes de hablar y expresar lo que
siente. Por ello es que el Django de Foxx sucumbe ante personajes más locuaces
o atrayentes como Schultz, Candie e incluso el pérfido sirviente Stephen
(Samuel L. Jackson). Es un personaje que por su propia naturaleza (esclavo
iletrado que solo piensa en rescatar a su esposa y vengarse, mas no en dar argumentos
de sus acciones) debe ser así. Y Foxx demuestra cómo un actor debe estar al
servicio de su personaje.
Los otros actores simplemente se divierten con sus personajes “Made in Tarantinolandia”. Christoph
Waltz lo vuelve a hacer, construyendo un personaje que es carisma pura y que se
gana al espectador desde la primera escena. Con el mismo magnetismo que su anterior
personaje tarantiniano, el Coronel Hans Landa de “Malditos Bastardos”, esta vez
Waltz pone sus habilidades al servicio de una misión loable y no malvada. Waltz
es uno de los actores que mejor utilizan su voz actualmente y se convierte en
hijo predilecto de Tarantino, que sabe explotar el talento de un actor para
darle diversos roles en sus películas. Waltz sería un muy justo ganador al
Premio Oscar de Mejor Actor de Reparto al que está nominado.
Las grandes sorpresas del film vienen por el lado de los villanos. Leonardo DiCaprio cambia de registro y construye un perfecto malvado majadero y engreído que sin saber cómo es dueño de todo un imperio. El personaje es un niño grande sádico con el cual DiCaprio se divierte y que hace que el espectador se pegue a la pantalla para ver más de su malvado accionar. Además, DiCaprio lidera con una atracción diabólica la escena del film, que es la cena, con cráneo y pastel blanco incluidos, en la que los personajes se ocultan sus reales intenciones. Y su complemento perfecto es su sirviente/mano derecha/padre postizo, Stephen, traidor por ser más racista que los blancos y encantador porque no deja de ser un viejito decrépito. Samuel L. Jackson nos brinda un personaje enorme, dotando de tics y particularidades a este personaje, pero sin dejar de lado sus famosos manierismos que son ya marca registrada cuando lo dirige Tarantino (básicamente, motherfucker y nigger). Que el Oscar se haya olvidado de DiCaprio y Jackson es un absoluto crimen, y ambos pasan a la categoría de “grandes villanos de Tarantino”, o lo que es igual, “grandes villanos del cine de los últimos años”.
Otra omisión del Oscar, aunque esta menos grave (debido a que también
dejó de lado las labores de Ben Affleck y Katheryn Bigelow), es la dirección de
Tarantino, quine parecer ser reconocido solo por lo que escribe, sin
considerarse que detrás de la cámara nadie lo detiene. La forma de dirigir
acción de Tarantino es brutal y precisa. Escenas como la ya famosa “Django vs
todo el mundo” en la mansión Candie grafican la visceralidad y la crudeza con
la que Tarantino relata sus historias. Además, el buen Quentin siempre apuesta
por una dirección dinámica que es el complemento perfecto a un guión
desenfadado y actores entregados. Ese es el triunvirato perfecto que sostiene
el cine que Tarantino está acostumbrado a darnos.
Tal vez la única crítica a la película sea el desarrollo “anticlimático” del último acto, la venganza de Django. Luego del tiroteo de Django versus todos los hombres de Candie, Django es torturado y entregado a unos mineros, de los cuales se libera (cameo de Tarantino incluido) y vuelve a “Candyland” a buscar venganza. Es cierto que el tiroteo mencionado podría funcionar como cierre perfecto, pero el último acto mencionado se hace necesario para ver como Django empela todo lo aprendido del entrenamiento con Schultz para lograr su cometido: rescatar a su esposa y vengarse. Es además una forma de homenajear a Schultz, incluyendo la despedida de Django al cuerpo inerte del dentista alemán (un momento tan emocionante como cuando encuentra a su esposa) y un flashback de su entrenamiento en el invierno. La bajada de ritmo es obvia, pero hasta cierto punto necesaria. Y es la forma como gráficamente se nos revela que el gran malo no era el Candie de DICaprio, sino el Stephen de Jackson.
Tarantino lo ha hecho de nuevo. Hay gente que no le gusta. A mí sí. Un
film dinámico, divertido, lleno de acción, y a la vez lleno de matices
profundidad, personajes complejos, actuaciones memorables, una dirección
estupenda y un guión fascinante. El cine de Tarantino puede jactarse de tener
de todo, no solo por ser un reciclador de géneros y escenas (Tarantino no deja
ser una licuadora cinematográfica, pero una con su propio sello personal), sino
por desprender todas aquellas emociones que nos hacen ir al cine: odio,
alegría, venganza, frustración, amor, deseo, decepción. Al fin y al cabo, qué
más se puede pedir a una película que tiene dos de las mejores escenas del año,
y que a la vez son escenas tan disímiles: de la acción pura que es el tiroteo
de Django contra el mundo, pasando por la tensión pura y dura que es la cena en
la mansión Candie que antecede dicho tiroteo (que es la escena de la película)
hasta la graciosísima (por vergüenza ajena) escena de los pseudo Ku Klux Klan y
sus capuchas. Será que yo estoy dentro del bando de los “Tarantino boys”, pero
está película es la mezcla perfecta y, aunque es imposible que se lleve el
Oscar a Mejor Película (porque Tarantino siempre es muy Tarantino), sería una
más que justa ganadora.
Nota: 19/20
1 comentario:
Definitivamente esta sí tiene una acción dramática más clara. Tarantino hace que hasta la violencia más extrema se vea tan artística y hasta cómica. Además, el enfoque-desenfoque de la cámara en la primera escena, y que lo convierte en parodia, lo es todo (como una suerte de sello Tarantinesco). Por otro lado, a mi parecer, en esta película Christoph Waltz se consagró como uno de los mejores actores de estos tiempos. Muy buena la crítica :) tAw!
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