“Bestias del Sur Salvaje” (en
adelante Bestias) es la ópera prima del joven cineasta neoyorkino Benh Zeitlin,
la gran sorpresa del Oscar al estar nominado a mejor director por sobre nombres
más consolidados en la industria como Katheryn Bigelow, Quentin Tarantino, Paul
Thomas Anderson, o el favorito de todos, Ben Affleck. “Bestias” es la película
representante del cine independiente en la edición 2013 de los premios de la
Academia y, aunque sus chances son muy limitadas de conseguir algún premio, ya
puede darse por satisfecha con sus 4 nominaciones al Oscar y ser considerada la
niña mimada de la temporada.
“Bestias” narra la historia de
Husspuppy (Quvenzhané Wallis), una pequeña niña que trata de sobrevivir a la
pobreza de la zona en la que vive, un pueblo apartado de la ciudad de Louisiana
conocido como “La Bañera”. Junto con su padre Wink (Dwight Henry), Hushpuppy
afronta la furia de una tormenta a la cual deberá sobrevivir junto con los
demás habitantes de su pueblo. En la película pasan otras cosas, como la
búsqueda de la madre de la protagonista o el mágico encuentro con las bestias
mitad jabalí mitad toro, pero un siente que son una consecución de viñetas que
se pueden resumir como “las maravillosas aventuras de Hushpuppy” y que no
llegan a consolidar una unidad narrativa
sólida.
No apreciamos una acción
narrativa fuerte en la que se vea inmersa la protagonista. Básicamente
conocemos a la niña, vemos que es pobre, llega la tormenta, descubrimos que su
relación con su padre es complicada, sobreviven a la tormenta, cazan
langostinos y cangrejos, los captura el gobierno, llega a un prostíbulo y así
hasta que acaba el film. Si bien la protagonista atraviesa por muchas
situaciones, nunca hay un objetivo que mueva la película salvo por el mero
hecho de sobrevivir. Y eso no es suficiente. Meramente sobrevivir a un
apocalipsis no puede ser la única acción narrativa que impulse al personaje. De
lo contraria, sucede el fenómeno de esta película: los personajes deambulan sin
mayor aspiración. El momento en que los “rescata” el Estado y ellos insisten en
no abandonar sus tierras pudo haber desencadenado un enfrentamiento interesante
que ofrezca motivaciones sólidas a los personajes, pero el guión no aprovecha
este momento y prefiere nuevamente llevar a su protagonista, y por ende al
espectador, a otra “mágica aventura”.
Justamente esta debilidad del
guión hace que caigamos nuevamente en una de las principales fallas de las
películas en estos tiempos: ser pretenciosa. Zeitlin rellena el metraje de
imágenes bellas e intensas, con una fotografía muy buena acompañada de una
inmejorable banda sonora (los dos mejores aspectos de la película), pero sin ofrecer
contenido a la historia de Hushpuppy ni recorrido al accionar de los otros
protagonistas. Simplemente nos encontramos con viñetas preciosistas que puestas
de manera consecutiva pretenden transformarse en una película. Y no lo hacen.
El cineasta olvida que antes de una consecución de imágenes preciosas y bien
filmadas es el guión la piedra sobre la cual debe sostenerse la ficción. El “Síndrome
Mallick” parece, lamentablemente, apoderarse de las jóvenes mentes del séptimo
arte.
Sobre las tan comentadas actuaciones,
lo de Quvenzhané Wallis es bueno, pero tampoco para decir que es la futura
estrella del cine estadounidense. Su actuación está llena de energía y un vigor
admirable, pero al carecer de ciertas motivaciones por fallos de guión (no de
actriz), hay veces en las que simplemente no entendemos a Husspuppy. O
simplemente no nos interesa lo que hace o dice. O simplemente nos cae un poco
pesada. En ese sentido, hay un paralelo entre la Hushpuppy de Wallis y la Maya
de Jessica Chastain en “Zero Dark thirty”, ambos personajes a “media máquina”,
no por culpa de las buenas actrices que las interpretan, sino por fallas de
guiones con mucho vacíos y, sobre todo en el caso de Hushpuppy, situaciones
desaprovechadas. Sobre la actuación de Dwight Henry, panadero sin experiencia
previa en la actuación, la suya es una peformance
más que correcta y ofrece un retrato desgarrador como el padre de nuestra
protagonista.
“Bestias” es una película que
cautiva conforme uno se compenetre con la protagonista absoluta de la cinta.
Pero ese compromiso viene con truco, ya que es fácil compenetrarse con una
niñita que trata de combatir a la pobreza, a su alcohólico padre, y a una
tormenta de proporciones bíblicas. Pero el guión de la cinta no sabe sacar
petróleo de esta premisa y Benh Zeitlin se limita a grabar imágenes agradables
al ojo del buen cinemero, pero que carecen de un vacío absoluto. Creemos que
son las palabras y los diálogos los que oxigenan una cinta. Una imagen bella es
impactante. Una segunda imagen es agradable. Pero ver una serie de imágenes son
mayor motivación narrativa debilita las chances de que una película deje una
buena sensación en el cinemero. Por ello me quedó la sensación que, por corta
que sea “Bestias”, le sobraron varios minutos, sobre todo la parte intermedia
del metraje. Hay espectadores que pueden ser del gusto de este cine “de imágenes”
y tener en un altar al “Árbol de la Vida” (Mallick, 2011). Yo, sin un argumento
sólido, me quedo dormido.
Nota: 12/20
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