Con el bajón tremendo que ha sufrido el cine a nivel de calidad (más no en cantidad, lo que puede ser una de las claves del problema), es la televisión la que congrega las mejores producciones que se dan hoy por hoy en suelo estadounidense. Así vemos como desde Los Soprano hasta la más reciente Mad Men se han dado innumerables traspasos de grandes estellas de cine a la televisión o el nacimiento de personajes, escenas o momentos memorables para la cultura moderna. Casi todos tiene una serie que no sólo siguen, sino que aman, de los más diversos tipos. Ya sean comedias irreverentes como Two and a Half Men o 30 Rock, thrillers truculentos con una mitología propia como Lost o 24, o dramas serios y fuertes como Mad Men o The Shield, todos encontramos un programa, un grupo de personajes con los que nos sentimos identificados en espíritu y somos capaces de entregarnos a sus aventuras y seguirlos semana tras semana (o como en mi caso, al no aguanatar la para semanal, toda una temporada de corrido por DVD). Pues veo que todas las series son importantes, unas más que otras, unas imprescindibles y otras olvidables, pero hay una serie que creemos que es de obligatoria visión por todos los tipos de televidentes alrededor del globo: esta serie es "The Wire".
Este 2008, The Wire ha culminado su quinta y final temporada, y luego de 60 capítulos nos ha demostrado que el mundo puede ser un poquito más cruel de lo que creemos. Es cierto, la acción se sitúa en la ciudad de Baltimore, Maryland en Estados Unidos, y siendo un retrato fiel de la parte urbana de este lugar, lo que The Wire traspira es un ánimo negro y seco de la sociedad contemporánea. Como 24 o The Shield, The Wire (2002) se estrena en una época cercana a los eventos del 11 de Septiembre y la sordidez es la palabra que la caracteriza por excelencia. En sí The Wire es un "drama policial" que trata sobre la lucha constante de todo un engranaje del lado de la ley para reestablecer el orden en la ciudad de Baltimore contra las fuerzas criminales, principalmente causadas por la plaga de la venta indiscriminada de droga. A este pequeño resumen debemos sumarle una palabra: fracaso. Y es que temporada tras temporada, en la que se abarca un caso a la vez, se ve lo impotente que muchas veces puede ser la mano dura de la ley a la hora de luchar contra el bando criminal. Toda esta lucha de bandos se ve condimentada por movidas políticas, estrategias de conveniencia y maniobras manipuladoras que no hacen otra cosa que maquillar la situación actual en las peligrosas calles de la ciudad. The Wire nos habla sobre la lucha de estos personajes que no representan la luz blanca que salvará la ciudad ni la sombra definitiva que hundirá más a Baltimore; todos, y me refiero a cada uno de los personajes, pertenecen a una zona gris, mitad buenos, mitad malos. Es cierto que unos pueden mostrar más integridad que otros, pero eventualmente algún vicio, alguna limitación resalta y les da este manto turbio que no es otra cosa que humanidad. Y es que si ya estamos en una era donde los mejores personajes de la TV son antihéroes en todas sus letras (Dr. House, Vic Mackey, Tony Soprano, Jack Bauer), los personajes de The Wire no viven, deambulan en una nebulosa que parece nunca acabar. Tomando al protagónico de la serie, el problemático detective Jimmy McNulty, quien no tiene un lugar fijo donde pueda sentirse a gusto, va de un lado para otro, caso tras caso, intentando de esa manera alcanzar la felicidad que no tiene luego de un hogar separado por divorcio; y si eso no funciona, el buen Jimmy siempre tendrá a las interminables mujeres con las que ha estado a lo largo de la serie, o sino algo aún más interminable: el licor que lo pone en unn estado deplorable cada 2 episodios aproximadamente. Pero ese es el buen Jimmy, tan eficiente policía como entrañable personaje, por el que todos sentimos que algún día merecería encontrar al menos un rayo de sol lejos de una estación de policía. En la misma situación de zona intermedia entre la total desolación y la incompleta felicidad están otros personajes: Stringer Bell y sus ansias de legitimizar sus negocios con las drogas, Kima Greggs y su deseo de salvar su relación con una compañera que la quiere lejos de su amado trabajo en campo, el joven D´Angelo que descubre el lado negativo de "estar en el juego", pero sabe que no hay otra forma de vivir para él. Y esto también es clave en The Wire, el status de cada personaje, de cada ser humano en esta sociedad. Acá es donde resaltan las dos caracterísicas principales de esta serie: el tema racial y el tema de clases sociales.
Este 2008, The Wire ha culminado su quinta y final temporada, y luego de 60 capítulos nos ha demostrado que el mundo puede ser un poquito más cruel de lo que creemos. Es cierto, la acción se sitúa en la ciudad de Baltimore, Maryland en Estados Unidos, y siendo un retrato fiel de la parte urbana de este lugar, lo que The Wire traspira es un ánimo negro y seco de la sociedad contemporánea. Como 24 o The Shield, The Wire (2002) se estrena en una época cercana a los eventos del 11 de Septiembre y la sordidez es la palabra que la caracteriza por excelencia. En sí The Wire es un "drama policial" que trata sobre la lucha constante de todo un engranaje del lado de la ley para reestablecer el orden en la ciudad de Baltimore contra las fuerzas criminales, principalmente causadas por la plaga de la venta indiscriminada de droga. A este pequeño resumen debemos sumarle una palabra: fracaso. Y es que temporada tras temporada, en la que se abarca un caso a la vez, se ve lo impotente que muchas veces puede ser la mano dura de la ley a la hora de luchar contra el bando criminal. Toda esta lucha de bandos se ve condimentada por movidas políticas, estrategias de conveniencia y maniobras manipuladoras que no hacen otra cosa que maquillar la situación actual en las peligrosas calles de la ciudad. The Wire nos habla sobre la lucha de estos personajes que no representan la luz blanca que salvará la ciudad ni la sombra definitiva que hundirá más a Baltimore; todos, y me refiero a cada uno de los personajes, pertenecen a una zona gris, mitad buenos, mitad malos. Es cierto que unos pueden mostrar más integridad que otros, pero eventualmente algún vicio, alguna limitación resalta y les da este manto turbio que no es otra cosa que humanidad. Y es que si ya estamos en una era donde los mejores personajes de la TV son antihéroes en todas sus letras (Dr. House, Vic Mackey, Tony Soprano, Jack Bauer), los personajes de The Wire no viven, deambulan en una nebulosa que parece nunca acabar. Tomando al protagónico de la serie, el problemático detective Jimmy McNulty, quien no tiene un lugar fijo donde pueda sentirse a gusto, va de un lado para otro, caso tras caso, intentando de esa manera alcanzar la felicidad que no tiene luego de un hogar separado por divorcio; y si eso no funciona, el buen Jimmy siempre tendrá a las interminables mujeres con las que ha estado a lo largo de la serie, o sino algo aún más interminable: el licor que lo pone en unn estado deplorable cada 2 episodios aproximadamente. Pero ese es el buen Jimmy, tan eficiente policía como entrañable personaje, por el que todos sentimos que algún día merecería encontrar al menos un rayo de sol lejos de una estación de policía. En la misma situación de zona intermedia entre la total desolación y la incompleta felicidad están otros personajes: Stringer Bell y sus ansias de legitimizar sus negocios con las drogas, Kima Greggs y su deseo de salvar su relación con una compañera que la quiere lejos de su amado trabajo en campo, el joven D´Angelo que descubre el lado negativo de "estar en el juego", pero sabe que no hay otra forma de vivir para él. Y esto también es clave en The Wire, el status de cada personaje, de cada ser humano en esta sociedad. Acá es donde resaltan las dos caracterísicas principales de esta serie: el tema racial y el tema de clases sociales.
The Wire es la serie con el mayor número de personas de raza negra en un cast de una serie americana. Y decimos "personas" porque muchos de los personajes de la serie son interpretados por muchachos oriundos de Baltimore o personajes reconocidos de la ciudad. Lo cierto es que The Wire lidia con personajes de cierto tipo racial y su postura en la sociedad. Se juega con ese supuesto "rol" que deben jugar: ya sea en el papel del dealer de medio pelo, ya sea el del policía negro que calza con el perfil para infiltrarse, o ya sea de aquel comandante que por ser de determinada raza es promovido a Comisionado sólo para satisfacer el perfil racial de puestos públicos en la ciudad. Pero los escritores tienen la sapiencia de darnos muestras de que toda esta maquinaria corrupta y prejuiciosa afectan a todos. En la temporada 3 aparece el personaje de Thomas Carcceti, ambicioso y joven concejal que aspira a ser el alcalde que Baltimore necesita, pero que corre contra todos los pronósticos ya que al ser blanco, no tendría posibilidad alguna de ganar en una ciudad predominantemente negra. Ahí está, la misma figura pero invertida, de negor a blanco, de pobre a rico, la situación se mantiene: el status actual y la esperanza futura de todas las personas que más que convivir, tratan de sobrevivir superponiéndose a las fuerzas sociales que consideran más relevante el color de la piel o la forma cómo hablas que tus verdaderas habilidades o tu disposición al cambio. The Wire trata sobre todos estos personajes que tratan de superar estas supuestas taras pero que finalmente parecen quedar conformes si se mantienen en su actual situación, porque saben que no hay otra forma de vida aparte de vender drogas, porque saben que son policías y lo único que los llenará será acabar con otro caso más, porque son políticos que saben que por sobre todas las cosas debe mantenerse la estrategia política y las aspiraciones de ganar. Como dice el refrán callejero: "All in the game". Y sí, en este mundo interno de The Wire, todo (y todos) se prestan para el juego, de una manera u otra.
Lo cierto es que lo que vemos en pantalla en esta serie pasa en cualquier otro lado del mundo contemporáneo: jóvenes y niños que se entregan al vicio sin otra cosa que hacer por la vida, policías flojos que se lanzan la pelota y evitan responsabilidades a la hora de tomar un caso, políticos amorales capaces de reunirse a saco y corbata o ex convictos que parecen no tener esperanza una vez que han salido de la cárcel. Todos estos personajes y situaciones recurrentes son reflejo de las plagas que recorren la mayoría de ciudades actuales: violencia, amoralidad, peligro, destrucción, suciedad, bajeza, castigo. The Wire es perfecta para reflejar todas estas posturas y la participación de cada tipo de persona en este mundo, en este juego. Y todo parece tener un punto de partida, en realidad dos, perennes personajes del hundimiento de la todavía rescatable humanidad en una población. Nos referimos a la creciente presencia de las drogas en las calles (tema recurrente en toda la series) y el bajísimo nivel del sistema educativo (tema tratado más a fondo en la cuarta temporada). Estos dos problemas son el núcleo de la bajeza que vemos en pantalla; lo mejor es que la serie no se convierte en una hora de moralina que condena a los malos o premia a los buenos, sino que nos muestra de manera fidedigna lo que ocurre en un escenario salvaje (desde las peligrosas calles hasta los pasillos del city hall) y nos da a nosotros, los espectadores, las herramientas escenciales para analizar la situación, pero no juzgar a los personajes, ya que son pequeñas figuras de papel que se ven inmersos en toda esta espiral de malas intenciones. Lo que vemos son como un puñado de personas, con diferentes métodos de sobrevivir caen lentamente a un hoyo del cual no pueden salir porque en realidad en ningún momento se lo proponen. Los personajes de The Wire son lo más cercano a los antiguos perdedores empedernidos del clásico cine negro.
Y tampoco está demás decir que de The Wire cuenta con todos los acabados artísticos de cualquier otra serie de tal prestigioso nivel. Utilizando a la perfección las locaciones de la ciudad de Baltimore, la serie además se caracteriza por unos diálogos notables, en las que las lisuras y unas frases que a primera vista no son nada de otro mundo pero que tienen un enorme significado encima se mezclan para darnos esa atmósfera de perdición mundana. Además The Wire cuenta con un sistema de actuación que hace a la serie aún más real, lo que nos da un casting perfecto, un nivel actoral supremo, pero en el que podemos destacar por sobre los demás a Michelle Williams (Omar Little), Wood Harris (Avon Barksdale) o André Royo (Bubbles), pero destacamos a 2 por sobre todo: Dominic West (Jimmy McNulty) y el gran Idris Elba (Stringer Bell). Pero gran parte de lo que vemos en pantalla se lo debemos a los dos hombres detrás de este monstruo llamado The Wire: David Simon y Ed Burns. Ambos son los que mueven los hilos en la serie y se lo deben a años de experiencia en el rudo campo laboral de Baltimore (Simon es un periodista/escritor mientras que Burns trabajó como detective y posteriormente como profesor en una escuela pública). La realidad se ve entonces reflejada como en un espejo, pero un espejo que nos permite no juzgar, sino criticar y entender por sobre todas las cosas las motivaciones y el accionar de cada uno de los personajes. Eso es lo que consiste el juego y The Wire. No es un policial más. Es un retrato social de lo que pasa en Baltimore y en sí en cualquier hueco urbano del mundo. Al fin y al cabo, podemos encotnrar a cualquiera de estas caras conocidas a la vuelta de la esquina. The Wire no es un drama policial, es una serie de terror, por lo cercano y fiel que es a nuestra realidad.
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