Si hay un director bigger than life hoy por hoy es Steven
Spielberg. Siguiendo la estela de Cecile B de Mille, Spielberg tiene acumulada
películas sobe eventos claves, históricos, como la batalla de Normandía o el rescate de Oscar Shindler, o ficticios, como la reproducción de los dinosaurios
o el primer contacto del hombre con marcianos. Por ello, parecía el indicado
para llevar a la gran pantalla la historia de uno de los Presidentes más
recordados de Estados Unidos: Abraham Lincoln. Y en verdad, es el indicado. Lo
que sucede es que tal vez la vida de Lincoln no es tan cinematográfica como se
creía.
O tal vez sí, pero la parte
seleccionada para ser retratada en la película nunca llega a llamar la atención
del espectador. La cinta narra la lucha política de Lincoln (Daniel Day Lewis)
para que el Congreso americano apruebe una ley que abolirá definitivamente la
esclavitud de los afroamericanos, mientras lidia con los avatares de la guerra
civil americana. El hecho que se narre por dos horas y media una contienda
política por ganar votos no necesariamente es aburrida, considerando que el
género político es uno de los más utilizados en Hollywood. Pero dichas
historias generalmente se ven resaltadas por los conflictos internos de los
políticos y las luchas de poder y engaños, y no por los debates con las razones
a favor y en contra de aprobar una ley. Hay muchas veces en la película
situaciones que nos recuerdan más al canal del Congreso, en el que vemos dichos
debates, que a una película. Los debates se pierden en el tedio de la película,
la cual resulta francamente de las más aburridas que este humilde bloggero ha visto
en su vida. Un guión mecánico y simplón para una película que debió ser épica.
La dirección de Spielberg tampoco
colabora con la historia, ya que es muy simple y sin mayor compromiso con la
historia. Sumado al soso guión, todas las escenas del Congreso solo sirven para
conciliar el sueño y nada más. Como pocas veces sucede, leer un periódico
hubiera resultado más entretenido que ver una película. A nivel artístico,
vestuario, maquillaje y fotografía, la película es impecable, pero a nivel
narrativo, el supuesto punto fuerte de Spielberg, es pobrísimo el resultado. Resulta
increíble ya que grandes labores de dirección como la de Be Affleck en Argo
hayan sido dejadas de lado por esta chata dirección de Spielberg. Si teníamos
miedo de que “Zero Dark Thirty” sea la película ultra premiada por su supuesto
patriotismo (que al final tan patriota no es), es “Lincoln” la cinta que parece
haber recibido el favor de los premios por contar la historia de uno de los hombres
más importantes del país azul, blanco y rojo.
Justamente el personaje del
Presidente Lincoln no aporta mucho a su propia película. Resulta un personaje inmaculado,
con una presencia casi santa, intocable para todos y tan distantes para los personajes
de la película como para los espectadores. La figura de un ídolo celestial como
Abraham Lincoln sufre en una época que nos enamoramos más de personajes
complicados y hasta de moral dudosa. Esto nos debe llevar a la reflexión sobre
cómo la figura del héroe americano está cayendo y casi no encontramos un
prototipo de héroe de los que abundaban en los 80s o 90s. Nunca vemos cómo Lincoln
“se la juega” por su norma, sino que lo vemos pulular, cual fantasma, de
habitación en habitación, sermoneando o golpeando la mesa ante las burocracias
de sus súbditos.
Lamentablemente, la actuación de
Daniel Day Lewis tampoco ayuda. En este blog amamos a Day Lewis, intérprete con
una capacidad para tomar personajes y mitificarlas, para convertirlas en unas fieras
totales. Como muestra su última gran actuación como el empresario petrolero
Daniel Plainview en “There will be blood”. En esta ocasión, la tarea era la
inversa: tomar un mito y humanizarlo en beneficio de la película. Pero en esta
ocasión, el buen Daniel humaniza tanto a Lincoln que en algunos momentos llega
a aparecer una caricatura, con la voz impostada y con unos manierismos que
podía pertenecer a otros personajes, pero no al Presidente Lincoln. Y es que
todos teníamos claro que otros personajes de Day Lewis como Plainview o el
Carnicero de “Pandillas de Nueva York” era personajes netamente ficticios, por
ser exagerados y casi animales. En esta ocasión, el trabajo consistía en
humanizar a un personaje real, bajarlo al llano, pero no se logra el resultado
esperado. No nos malinterprete, la actuación de Day Lewis es buena, pero tal
vez no es lo que se hubiera esperado del actor. En todo caso, creemos que mejor
le hubiera quedado el papel a un actor especialista en humanizar a grandes mitos y que era la primera opción
para interpretar al Presidente de la barba: Liam Neeson.
El resto del cast resulta, cuanto
menos, pintoresco. Sin mayor desarrollo pasan por ahí actores como Hal Holbrook,
Jackie Earle Haley o David Strathairn, pero sin mayor profundidad. Los únicos personajes
con algo de vida son el trío de buscadores de votos liderados por un socarrón
James Spader. Lo de Sally Field es un caso aparte, ya que resulta una buena
actuación de manual, exagerando y enrostrándonos en todo momento que la Sra.
Lincoln estaba bastante loca, lo que resulta muy cargante y cansino. Qué
diferencia con los actores de la genial “Silver Linings Playbook” (que ya
comentaremos más adelante). El único actor que dota a su personaje de
profundidad y personalidad es el gran Tommy Lee Jones, que utiliza sus años a
su favor y construye un político de ideales cruzados y agendas ocultas como los
que conocemos en la realidad.
“Lincoln” es una película con un
desarrollo plano, estático, aburrido hablando sinceramente. Durante las dos horas
y media de metraje veía mi reloj a cada rato, lo cual no es una muy buena
señal. Una total decepción considerando el director, los actores y al personaje
que retrataban. Pero más allá de la historia americana que cuentan, como
producto cinematográfico el resultado es poco alentador. Con tanto talento,
algo debió salir mal, creo yo que el guión de Lincoln ha sido el detonante de
tamaña decepción. Porque aprobar una ley puede ser una acción dramática
interesante, pero como es tratada aquí, queda como un fin muy plano por lo cual
comprometernos. Será que no somos americanos. Pero también hay que recordar que
el cine es universal. Y Spielberg sabe esto.
Nota: 11/20
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