Siempre hay una película
catalogada como “sentimentalona” en los premios importantes de la academia.
“Silver Linings Playbook” (“El lado bueno de las cosas” como se le ha puesto en
Latinoamérica) pertenece a dicha categoría, ya que narra la historia de
superación de un hombre bipolar (Bradley Cooper), cuya condición explota a
partir del descubrimiento de la infidelidad de su esposa y que ingenuamente
buscará reconquistarla a pesar de la negativa de sus padres (Robert de Niro y
Jackie Weaver) e incluso la fulgurante aparición de una joven viuda (Jennifer
Lawrence) que lo retará a superarse. Pues esta película es eso, una feel good movie, pero además, y
gratamente, es mucho, muchísimo más.
Esta cinta es una de las cada vez
más modernas “dramedias”, películas que cuentan una historia fuerte y seria
(como es el tema de los trastornos psicológicos) con brochazos de humor. El guión
de esta película es sencillamente fantástico, por la historia que cuenta, cómo
lo cuenta y por los hilarantes diálogos y situaciones que se dan. Porque “El
lado bueno de las cosas” es un drama potente, pero también una comedia de
situaciones y una comedia romántica. Situaciones graciosas que parten de
asuntos graves como las discusiones entre padres e hijos o de peleas entre
barristas deportivos y situaciones graciosas a partir de una tensión sexual
precisa, como pocas veces vista, entre la pareja protagonista. Caer en el
dramatismo extremo de los conflictos familiares es lo más fácil en una
película, pero el guión aprovecha la situación dura de esta familia y nos parte
de risa en medio de los llantos y angustias. Y juntar a dos protagonistas
simpáticos para crear una supuesta relación de pareja es muy común, pero casi
nunca se ve un resultado con tanta sinergia como en la pareja formada por
Cooper y Lawrence… ¡Y eso que Cooper se pasa toda la película diciéndole a
Lawrence que quiere reconquistar a su infiel esposa!
Pero la magia de
la película no solo está en el guión, sino también sus personajes. Si en “Zero
Dark Thirty” señalábamos la ausencia de personajes que nos involucren en sus
historias, aquí pasa todo lo contrario, con personajes con matices y
disfuncionales que buscan salir adelante, gracias al guión y gracias a
extraordinarias actuaciones de todo el elenco. Pat Jr., el protagonista, es
interpretado por Bradley Cooper, el tío guay de “The Hangover” y que en esta
cinta rompe su estereotipo para hacernos sentir en carne viva la desolación y
desesperanza de un hombre bipolar que cree estar aún enamorado. La película
requería de un actor con iguales dosis de comedia y drama. Cooper es un muy
buen comediante, y aquí lo demuestra, pero su certero registro dramático es una
grata sorpresa. Además, tiene la virtud de no caer en los excesivos lugares
comunes a los que recurren aquellos actores que interpretan a personas con
alguna enfermedad mental. En realidad, la película, con su fantástico tratamiento,
nos hace olvidar que estamos ante una historia plagada de personajes con alguna
discapacidad mental, enfermedad que suele ser explotada en demasía por
guionistas y actores de Hollywood. Qué alegría descubrir que los sueños se
pueden hacer realidad (Bradley Cooper, como estudiante del Actors Studio,
frente a Sean Penn: http://www.youtube.com/watch?v=IXu0obfV4X8)
Las otras
actuaciones son igual de fuertes, sino más potentes, que la de Cooper. Jennifer
Lawrence, esa chica bellísima y talentosísima demuestra la fuerza
interpretativa que tiene para regalarnos a Tiffany, una joven viuda que se
volvió un poco puta a partir de su tragedia personal. Tiffany ayuda a Pat Jr. a
superarse y, en el camino, redescubrir el amor. Lawrence se entrega, nos hace reír,
pero sobre todo, conmovernos con la angustia de esta niña forzada a ser mujer
antes de tiempo. Le va llegando la hora de madurar a esta actriz y lo está
haciendo muy, pero muy bien. Jackie Weaver, actriz australiana relativamente
conocida, ofrece las dotes precisa de madre preocupada por ver que su familia
lucha consigo misma día a día. Su papel es de la madre preocupada y lo cumple
con creces. Y su química con De Niro es preciosa. Justamente De Niro, el gran
Robert De Niro, vuelve a ser esa bestia parda que conocemos y nos ofrece una de
sus mejores actuaciones no de los últimos tiempos, sino de toda su carrera. El
gran Bob interpreta a ese personaje al que se había acostumbrado en los últimos
años, el viejo y renegado patriarca familiar, pero esta vez esta menos
entregado a la mueca fácil y mucho más concentrado en conmover. Sus escenas con
Cooper son de potentes, destilando la tristeza interior de un padre que no solo
no estuvo ahí para su hijo, sino que sabe que la enfermedad de su vástago es
hereditaria. Un hombre con un trastorno obsesivo compulsivo por su afición a su
club deportivo, y que lidia con esta afición psicótica y los retos familiares.
De Niro ha vuelto (Pacino, ponte las pilas).
Guión y actuaciones
en su máximo esplendor nos dan personajes preciosos con una serie de momentos
inolvidables, los cuales se concentran en el climax final del baile y la
puntuación del mismo. Esa exaltación por haber triunfado, a pesar de la pobreza
de la puntuación final, conmovió a toda la familia y a todos nosotros. Esa
felicidad que desprendían Tiffany, Pat Jr, sus padres y amigos erala felicidad
de un grupo que se superaba asimismo y lograban aquello que buscaban: no ganar,
sino ganarle a sus miedos y barreras. Una sensación que no teníamos desde
aquella joyita llamada “Little Miss Sunshine” hace ya un par de años. Como
dijimos en la anterior crítica, los espectadores vivimos las películas a través
de los personajes, y aquí nunca mejor ha sido diseñada tal situación. Con sus
carencias y patologías, queremos a estos personajes, y queremos que logren su
cometido, por más que ellos mismos no sepan lo que quieren. En esa conexión
radica la genialidad de “Silver Linings Playbook".
Pero nada de esto
hubiera sido posible sin que se hubieran conectado todos los puntos. Y esto lo
hace David O. Russel, director más conocido por su temperamento que por sus
dotes artísticas, pero que ya en el 2010 sorprendió a todos con “The Fighter” y
que ahora se consolida con “Silver Linings Playbook”. No solo conjuga bien
guión y actores, sino que brinda una gran dirección que tiene una voz propia.
Los acercamientos de cámara con zoom o la cámara que cambia rápidamente de
personaje a personaje son parte de su registro, y si bien a veces da la
impresión de abusar un poquito de esos registros, los mismos sirven para
introducir más al espectador a la historia. Y si bien dura dos horas (larga
extensión para una comedia), nunca nos aburrimos. Gran labor de David O. Russel
tras las cámaras, y que bien recibir un gran director de actores (ya le dio
Oscares a Cristian Bale y Melissa Leo, y ahora parece que esta película ganará
un par de premios de actuación).
“El lado buenas de
las cosas” es una película que parecía una cosa simple (comedia romántica con
personajes disfuncionales), pero que evoluciona a algo mucho mayor: diálogos
formidables, guión preciso, actuaciones memorables, una dirección dinámica,
escenas para el recuerdo. Esta cinta lo tiene todo para ser considerada un
clásico del género y para ser recordada por superarse a sí misma. Porque así
como os personajes se superan, la cinta también supera a la premisa y al género
mismo: porque las feel good movies y
las comedias románticas de enredos pueden ser más, muchísimo más, de aquello a
lo que originalmente apuntan. Una película con más profundidad que cualquier
dramón serio y más comicidad que cualquier comedia palomitera. Un clásico
instantáneo.
Nota: 18/20
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