viernes, 1 de mayo de 2009

Oasis en Lima

Hay situaciones en la vida en las que un hoyo profundo nace en tu alma y se extiende por tu cuerpo, donde las letras de una vida dan pie a la añoranza, pero tambièn al olvido. La depuración de toda una vida, la alegría de saber que tus memorias no sólo quedan en ti, sino que se ven reflejadas ante tus ojos, con colores y estruendos, con saltos y con gritos, las puertas del sueño de lo que uno creyó nunca vivir, se abren de par en par hacia lo que una vez fue grabación y esperanza, a lo que es realidad y vida, la felicidad de haberlos visto y llorar y emocionarse sin ningún parámetro, sin ninguna distancia física, sin ningún hueco emocional en ti. La emoción de gritar a viva voz y dejar, por fin, muchas cosas atrás. Gracias por los himnos, por las estrofas de juventud, por la viva voz del desamor y por el antídoto a la frustración. Porque eso fue y es Oasis, la cura de todos los males, la catarsis universal, el recuerdo hecho derrota, dejando liso el camino para un futuro de victoria. Con Oasis caímos, pero ellos nos levantaron. Cada uno de los que vibramos ayer, al menos por un par de horas, nos fuimos al cielo supersónico del sueño y la vida eterna. Porque todos, todos podemos quedar perennizados en un ritmo, en un acorde, en una letra o una línea, en una estrofa perfecta, un trozo de canción y de vida. Gracias Oasis.

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