martes, 29 de enero de 2013

Rumbo al Oscar 2013: Life of Pi


Life of Pi (La vida de Pi) era la película imposible de filmar. Considerando que dos tercios de su metraje transcurren en medio del mar, con una barca que alberga a un joven y un par de animales interactuando, esta cinta pasó por más de un director que prefirió no arriesgar su carrera con tamaño proyecto. varios cineastas pasaron hasta que llegó Ang Lee, el director taiwanés que con su clase y maestría ha cumplido el reto y con creces.

Al principio, la película nos transmite todo este buenrollismo intercultural que si bien es interesante en un primer momento, luego nos choca por lo forzado que parece ser ese “mira, mira lo interesante y bien que se puede vivir en la India”. Algo así como lo que nos cansó en “Slumdog Millionare” hace ya un par de años. Afortunadamente, la familia de Pi se embarca en alta mar con todos sus animales del zoológico y ahí es donde comienza la real aventura. Hay una tormenta, un naufragio, y finalmente Pi acaba en una lancha con una cebra, una hiena, un orangután y un tigre llamado Richard Parker.

 

La sapiencia de Ang Lee para grabar todo lo que ocurre en esa barca por casi una hora y media, incluida una pequeña excursión a una isla mágica, es apabullante. La técnica de este tío para grabar, para poner la cámara, para sorprendernos, crear suspenso y hacer que el espectador se asuste a pesar de que su escenario, quitando el mar de fondo, es una barquita salvavidas. Ang Lee se marca el trabajo de dirección de la temporada porque con dos cojones tomó el proyecto imposible y lo ha transformado en una película de mil capas: es una película de aventuras (al fin y al cabo, se ha traducido en Latinoamérica con el título de “Una aventura extraordinaria”), pero también es una película reflexiva, abiertamente religiosa. Dios y la fe están constantemente mencionados en toda la película, y al final queda la sensación que el buen Ang Lee no solo ha querido transmitir una historia de supervivencia física, sino también de supervivencia espiritual, y como Dios, sea Alá, Yavé o qué sé yo, siempre está ahí brindándote una oportunidad.

En ese sentido, Lee logra la conjunción perfecta entre técnica cinematográfica y mensaje con profundidad para darnos una película entretenida, conmovedora y mucho más religiosa que algunos pastiches que programan en semana santa. Pero además estamos ante una película mágica, y esa es la segunda parte de la intención de Lee con la cinta: transmitir la magia que rodea a la vida humana. Afrontémoslo, el hecho que en una barca sobreviva por casi un año un joven junto con un tigre, sin morir por inanición o por simplemente ser devorado por el tigre, es casi increíble. Y justamente esta reflexión la recoge Lee en las últimas escenas de la película, con ese final que nos hace reflexionar sobre qué es creíble y qué es en lo que queremos creer los seres humanos. 

 

A nivel técnico la película es simplemente espectacular. Una fotografía notable, que demuestra las mil y una formas hermosas de grabar el intimidante mar. La dirección de arte es sobrecogedora, al crear esa aura mágica casi divina de la cinta. Y una música precisa que nos brinda ese misticismo necesario para hablar de una película con tintes fantásticos. La actuación del joven Suraj Sharma es conmovedora porque logra transmitirnos toda la desolación y frustración de un niño que se vuelve hombre día a día en medio del amor y junto a un felino de temer. Pues mejor que muchos Jesuscristos inertes que también vemos en Semana Santa.

Una hora y media de la película transcurre en una barca y nunca nos aburrimos. El gran guión de David Magee y la astucia de Ang Lee se mezclan en un dueto inmejorable para darnos cine del bueno. La valentía de ambas personas radica también en confiarles bastante metraje a los animales. La aparición de los animales en esta cinta es preciosa. Cómo están filmados, ya sea quietos o en movimiento. Nunca hemos visto close ups de animales tan certeros, transmitiéndonos la sensación que en verdad los animales tienen alma. La interacción de los mismos, cuando todos se encuentran en la barca luego de la tormenta, es maravillosa y de una profundidad mayor que se acrecienta con la historia “realista” que cuenta Pi. La pelea del orangután y la hiena, la llegada a la isla de las suricatas y todos los movimientos de Richard Parker exudan tanta belleza que crean el balance perfecto de una película mágica con una película natural. Ese balance perfecto es el que dosifica a la vida de Pi como una de esas películas asombrosas, atrapantes, apasionantes y que quedarán en la retina del espectador por la forma y por el fondo. En verdad, una aventura extraordinaria. 

 

Nota: 18/20

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