jueves, 23 de febrero de 2012

Rumbo al Oscar 2012: Midnight in Paris

En los últimos años, y tratando de cambiar de aires en búsqueda de la originalidad perdida, el genial Woody Allen se trasladó de su amada Nueva York a Europa. Así, filmó en España e Inglaterra, intentando encontrar nuevos escenarios que dieran lugar a nuevas aventuras. Salvo la salvajemente genial “Match Point”, los resultados habían sido irregulares. Hasta que ha llegado esta joya, esta gema llamada “Midnight in Paris”.


Woody es uno de los directores más personales del cine moderno. Los que conocen de su filmografía, saben que todos sus miedos, paranoias, amores y desamores están reflejados en sus cintas. Por ello es que la curva de sus sentimientos se ve reflejada en la curva de sus películas. Desde la irreverencia y curiosidad de sus inicios, pasando por el amor y la sexualidad, hasta llegar a un Woody Allen que empieza a preguntarse por la soledad, la tristeza y la muerte. En “Medianoche e París”, Woody Allen, ya viejo y mirando toda su vida desde arriba recarga sus baterías y le rinde un homenaje a la gran fuente de inspiración que ha tenido: el arte antiguo, de las épocas de oro que nunca regresarán.




La añoranza es el punto central en esta última película de Woody Allen. Gil Pender, un escritor que busca la inspiración viaja a París con su prometida y empieza a percatarse que no congenia con los gustos de su “amada”, lo que hace que vaya alejándose poco a poco, y se vaya enajenando hasta llegar a l punto que, recordando que es cine y no realidad, empieza a rondar por fiestas y bares llenos de bohemios artistas de años y siglos anteriores. De esta forma, Gil empieza a juntarse con gente como Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Salvador Dali o Luis Buñuel. Y todos los conflictos y amores desatados de este extraño encuentro es lo que llena la pantalla y el corazón de todos los cinemeros.

Allen habla en esta cinta de todo lo que lo inspiró, lo que añora, y de lo que alguna vez seguro quiso: viaja en el tiempo y poder compartir un café (o un trago de ser la ocasión) con aquellos geniales artistas. Ese sentimiento de nostalgia del gran Woody se ve reflejado en cada minuto del film. Y ese sentimiento es el que nos queda impregnado luego de haber visto como un pequeño genio daba todo su corazón para que su hábil mente fabrique una película desde adentro, desde el alma, que alcanza niveles de preciosidad aumentados a la centésima por contar con la Ciudad de la Luz como escenario. Si se criticó que Allen no supiese utilizar algunos escenarios europeos, como Barcelona por ejemplo, aquí nos da las cuotas exactas de París y sus barrios, que ya han ganado méritos suficientes para consagrarse como la ciudad cinematográfica por excelencia.



Siendo el guión una columna vertebral de las cintas de Woody, la otra columna vertebral es la parte actoral. Mientras que todo el cast está muy bien, destacando como “encantadoras” molestias los personajes de Rachel McAdams y Michael Sheen, la gran revelación es Owen Wilson. Este actor, comediante conocido en Hollywood, debe dar la mejor interpretación de su carrera, creando un Gil Pender inseguro, aburrido, sin saber por qué está rodeado de sus “seres queridos” y qué hace en París, con una crisis a cuestas y disfrutando cada segundo de su nueva fantasía. Wilson debe hacer de uno de los mejores alter-egos de Allen, pero logra introducir sus propias variantes a la conocida persona del buen Woody, destacando la gracia e inocencia impregnada en el personaje. Esperemos ver nuevamente a Owen Wilson como alter-ego de Woody en otro film.

“Medianoche en París” es una película onírica, surrealista como la aventura de Gil, pero a la vez madura y reflexiva. No por algo, en determinado momento Gil y su nueva amada Adriana viajan “más atrás” en el tiempo, para que nuestro protagonista finalmente descubra que la añoranza al pasado es algo que todos desean, y que cada uno sueña con lo que vivieron sus abuelos, sin darse cuenta que en el futuro nuestros nietos soñarán con lo acontecido en nuestros días. Y esa es la principal reflexión de una película que no pretendía dejarnos moralejas pero que nos termina diciendo que salgamos y disfrutemos de nuestra vida día tras día, para hacer que nuestros años sean los mejores posibles y permitir que las generaciones venideras sueñen con visitarnos en sus hipotéticas máquinas en el tiempo. Al fin y al cabo soñar, como nos dice bien Woody en esta película, soñar no cuesta nada.


Nota: 18/20

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