domingo, 2 de marzo de 2014

Rumbo al Oscar 2014: Dallas Buyers Club

"Dallas Buyers Club" narra la historia real de Ron Woodroof (Matthew McCounaghey), un texano homofóbico y adicto que en los años ochenta le fue diagnosticado sida y se dedicó a traficar con medicamentos no autorizados que mejoraban las condiciones de los enfermos de sida ante la inoperancia del sistema legal. La película está dirigida por Jean-Marc Valleè y goza de una crudeza durísima. Y decimos goza porque la película se construye en base al sufrimiento de los personajes. Estamos frente a un puñado de personas que toman decisiones más que discutibles, pero nunca dejamos de sentir el dolor físico y mental que les genera esta terrible enfermedad que es el sida.

Obviamente cuando se trata el tema del sida estamos ante películas de gran dureza. Pero no es fácil romperse en el escenario y conmocionar. Y  mucho más difícil es dosificar esas escenas con humor y con frescura. Más allá del guión, el mérito de componer personajes tan tridimensionales es de sus actores y de dos de las mejores actuaciones del año. La resurrección de Matthew McCouneghey es sensacional, destruyendo su ser en casi dos horas de películas. Y no sólo a nivel físico, bajando casi veinte kilos para su papel, sino que mentalmente el tipo se destruye. Ya no es el tío pijo de comedietas románticas, sino que ahora con Woodroof (y True Detective, Mud y Killer Joe), el buen Matthew se ha reinventado. 

McCounaghey sufre en escena, desgarrándose poco a poco. Pero entre él y el guión hacen que el personaje de Woodroof nunca pase de ser "malo" a "bueno". Siempre sigue siendo el mismo red-neck racista y homofóbico que conocemos en el primer minuto. Pero poco a poco va ganando capas y va cambiando su sentido de orientación. Así, Ron se mantiene como un vividor, pero siempre teniendo en mente que lo que hace ayuda a la gente. Y gente que en su mayoría no es como él. Esa es la riqueza de un personaje como el de Ron Woodroof, que supera al de la realidad y se transforma en una inspiración, a la vez que es un tipo que rompe las normas y, como le dice un agente federal en la película, un "simple narcotraficante".

En ese sentido, la película guarda muchos paralelos con la serie televisiva "Breaking Bad": hombre desahuciado que encuentra un nuevo rumbo a su vida en una actividad ilícita relacionada con las drogas. Pero a diferencia del Heinsenberg de Bryan Cranston, el Woodroof de McCounaghey mantiene los grises hasta el final y no termina por villanizarse, sino que incluso gana humanidad conforme se deteriora y ve que va perdiendo la batalla. Porque la batalla verdadera que "Dallas Buyers Club" retrata no es tanto la lucha corporal contra el sida, sino la lucha institucional contra el sistema. 

El sistema es el gran enemigo de la película: Woodroof tiene que traer medicamentos no autorizados desde México porque el sistema oficial otorga medicamentos que no mejoran, sino que empeoran las condiciones de los enfermos y, además, realiza pruebas de conejillo de indias con placebos. Woodroof empieza a luchar por una preocupación totalmente egoísta: su propia salud. Luego ve una oportunidad de negocios y abre el famoso Club de Compradores de Dallas. Pero finalmente, sin caer en la condescendencia o la pena, se da cuenta que tiene una responsabilidad por ayudar a la gente que recurre a él como una especia de salvador. Por ello es que vemos ron sudar, renegar y lamentarse por el teléfono, e incluso viajar hasta Japón por las medicinas. Claro, lo hace porque quiere salvarse, pero también porque siente una gran responsabilidad.


Dicha evolución no estaría completa sino observáramos su relación con Rayon (Jared Leto), un transexual que se convierte en su mano derecha en el club. Lo que hace Leto en este film es sensacional, ya que compone un personaje complejo, convirtiéndose en algo más que el comic relief de la película. Rayon trata de mantener la dignidad hasta el final y busca siempre conservar la imagen de belleza que admiraba. Hasta el encuentro con su padre en el que sencillamente Leto se derrumba. De allí en adelante es un tour de force de Rayon y la compra de boletos de Leto por obtener el Oscar a Mejor Actor de Reparto. Particularmente desgarradora es la escena en la que Rayon admite que no quiere morir. Esa es la consagración del actual frontman de "30 seconds to Mars".

Pero así como destacan McCounaghey y Leto, Jennifer Garner compone un personaje débil, previsible y absolutamente plano, como el típico personaje que al principio está del lado del sistema y termina por pasarse al bando de los "antihéroes". Esta y la falta de desarrollo de los hombres del "bando oficial" (el agente de la "Food and Drug Administration" y el Doctor del hospital) son tal vez las únicas críticas a una película muy buena. La lucha de un hombre por sobrevivir, pero la lucha de un alma rebelde por hacer lo que quiere ayudando a los demás. En ese sentido, es un mensaje absolutamente libertario el que transmite la película: cada persona tiene la posibilidad de elegir sus mecanismos de salud. Este mensaje que podría calificarse como "político" llega al espectador sin ser una película política, sino más bien una muy humana, que cala hondo. Y ese es el gran mérito de Vallè y sus actores.


Nota: 18/20

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