“El Gran Hotel Budapest” (GHB) es
la última “rareza” de Wes Anderos, ese director tan particular que puede ser calificados
por muchos como “genio” pero por otros como un “simple hipster”. Si bien nunca hemos
sido entusiastas del cine de Anderson, esta película es de otro lote: el GHB es
su mejor cinta y una de las mejores películas del año pasado.
GHB es muchas películas a la vez:
es una comedia hilarante, un cuento de suspenso ejemplar, un retrato de la
Europa post primera guerra mundial, una oda a lo antiguo y lo clásico y
finalmente es también una película con los “quirks” típicos de Wes Anderson. Todo
eso lo hace bien porque, por primera vez en su carrera, el buen Wes se
contiene. Y lo que es mejor: pone todas sus habilidades (que indudablemente
tiene) mal servicio de la historia. Porque si bien puede discutírsele su
talento como guionista (al fin y al cabo los excesos están allí), Wes Anderson
ha demostrado ser un director fantástico. Prueba de ello es ese escenón de persecución
en el museo del personaje de Willem Dafoe al de Jeff Goldblum. Digno de
Hitchcock.
Pero además Anderson ogra personajes
entrañable, con los que por fin podamos empatizar. Esto era necesario en una
película como esta, cuyo centro narrativo es la huida de dos hombres inocentes por
un crimen que no cometieron. Una vez más la referencia a Hitchcock está viva. Y
para ello, Anderson se basó en dos grandes actuaciones de un consagrado como
Ralph Fiennes, fino y divertidísimo como él solo, y de un joven prometedor
actor como Tony Revolori, haciendo del perspicaz Zero. El tradicional cast
secundario de Anderson está a la altura, destacando los villanos oscuros que
componen Adrien Brody y el mencionado Dafoe.
Haber encontrado el centro
emocional de la película es la principal virtud de Anderson. No es tanto la
relación de Zero con Agatha (tal vez el único eslabón débil de la película, a
pesar de la siempre atrapante Saoirse Ronan), sino la relación de mentor/alumno
de Gustave con Zero. A diferencia de “Whiplash”, en GHB la relación es entrañable,
entre un hombre refinado pero inmoral (utilizando los deseos sexuales de las
viejecillas para el beneficio del hotel) y un joven aprendiz que observa, aprende
y termina idolatrando a su formador. GHB es ante todo una película de
aventuras, de dos hombres cuyo mayor objetivo es escapar y que encuentran en
ese viaje el verdadero sentido no de sus vidas, sino de algo más importante
para Gustave: el objetivo de su profesión. GBH es también una oda a los refinados
hoteles que parecen ahora mausoleos y de la otrora respetada labor del
conserje.
Finalmente, GHB es una maravillosa
película en el apartado técnico, algo que siempre ha sido muy cuidado en el
cine de Anderson. Por eso no sorprendería ver su victoria en los próximos Oscars
en el apartado de mejor vestuario, mejor dirección de arte e incluso mejor
maquillaje (irreconocible Tilda Swinton). Es reconfortante ver como en el cine,
donde las imágenes son lo principal, un director con la visión de Anderson
logra complementar lo que escribe con actuaciones ideales y aspectos artísticos
maravillosos. Con el plus que esta vez Anderson logra encontrar un centro
emocional en la película y, por fin, contar una historia con protagonistas,
objetivos y antagonistas. Anderson se ha graduado, ha madurado, y logra crear
una delicia de película.
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