viernes, 13 de febrero de 2015

Rumbo al Oscar 2015: Whiplash

“Whiplash” (2014) es la película más valiente de todas las nominadas al Oscar. Narra la historia del joven músico Andrew (Miles Teller) y su obsesión agresiva por querer ser el mejor baterista de la historia, objetivo que chocará con la opresión de su voraz profesor Fletcher (JK Simmons). Una historia hasta cierto punto clásica, e incluso oscarizable. Pero esta película tiene la valentía de arrojarse a la piscina y empujar hasta el límite, y para eso es necesario tener una garra pocas veces vista en la pantalla grande.

Y “Whiplash” le debe casi todo a Damiane Chazelle, joven director que grabó primero un corto sobre “Whiplash” y luego la transformó en película. Chazelle es un novato pero demuestra que tiene clara una cosa muy importante en el cine: el ritmo. El cine es como la música y Chazelle se gradúa de gran narrador con “Whiplash”. Sabe cuando emocionarnos, sabe cuando golpearnos, sabe cuando hacernos sudar o cuando hacernos sufrir. “Whiplash” pudo haberse desbordado con cualquier otra persona en la silla del director, por ser muy violenta o por tener momentos muy ñoños, pero Chazelle le transmite la fuerza y contención necesaria en momentos claves. Es un director que sabe poner la cámara, sabe moverla y sabe lucirse, pero teniendo en claro que la dirección siempre debe estar al servicio de la historia y no al revés.


Mérito también de un muy buen guión de Chazelle, que ofrece un retrato directo de sus dos protagonistas. Por un lado, el joven Andrew y su obsesión por ser el mejor, y por el otro, el profesor Fletcher y su mala leche. Pero el guión de Chazelle permite que ambos personajes respiren, y permite así que el espectador pueda entenderlos y ver en ellos algo más que dos caricaturas. Son papeles, en especial el de Fletcher, que fácilmente pudieron caer en la caricatura pero el guión de Chazelle los dibuja como dos seres humanos con sus obsesiones y conflictos que tienen una meta fija y que claramente la misma ha terminado por joder grandes aspectos de su vida.

Claro, estos retratos completos de Andrew y Fletcher no hubieran sido posibles sin dos de las mejores actuaciones de la temporada. Primero un Miles Teller que sorprende. Pocas veces se ha visto un actor joven con tanto poderío animal. Mientras que la mayoría de actores jóvenes presentan retratos introspectivos y suaves, Teller saca el lado más salvaje y lo deja todo en la cancha. Teller se entrega al papel, no solo desde el aspecto más técnico como puede ser aprender a tocar maravillosamente la batería, sino que también ofrece un retrato dolido, muy sentido y que destila la palabra “obsesión” por los poros. Se ve en sus ojos, en sus muecas y en la forma loca con la toca la batería. Sin ánimos de exagerar, Teller nos hizo recordar al De Niro joven, tan implacable como desatado.

Y la gran estrella de la función también resulta ser ese secundario eterno que es JK Simmons. Conocido por sus secundarios en televisión y cine, Simmons tiene su “momento” en “Whiplash”.  Su Fletcher llena la pantalla cada minuto que aparece y se queda grabado en la memoria del espectador incluso días después de haber visto la película. Es cierto, grita, arroja cosas y se enoja, pero todo eso lo hace con el timing preciso. Contrario a su frase de antología “Not my tempo”, Simmons si le encuentra el tempo a su personaje y saber tratar al monstruo que tiene como personaje. Además que se permite tener dos momentos de inflexión, hasta tres diríamos: el relato sobre la muerte de un ex estudiante, el encuentro con Andrew en el bar, pero en especial ese sublime momento en el clímax de la película donde manda al diablo su orgullo porque se da cuenta que ha encontrado lo que tanto quería: al siguiente Buddy Rich. En los ojos de Simmons está su Oscar a Mejor Actor Secundario.

Finalmente, son dos los sellos que harán inmortal a “Whiplash”: una banda sonora memorable (en especial el tema homónimo y el “Caravan”) y una edición sencillamente formidable. Pocas veces se ve una edición tan lúcida que le otorgue un sello tan propio a una película. La edición a cargo de Tom Crooss logra una sinergia con la dirección de Chazelle, dando la impresión que se trata de la obra de un mismo ser viviente. Las idas y vendías de la dirección de Chazelle se mezclan con los cortes perfectos de Cross, combinando el sufrimiento de Andrew y el salvajismo de Fletcher y creando una fuerza magnética de un dúo que destila odio pero que solo provoca empatía con el espectador. Esa unión que nos otorga uno de los finales más alucinantes del cine moderno, con un toque de batería épico y un acompañamiento final de la banda que cierra ese desafiante final de casi veinte minutos. Porque no se deje engañar, “Whiplash” no es solo una película sobre el jazz o la ambición americana, es un thriller y una película de acción. Solo que sin balas. Ahí radica su majestuosidad.


Nota: 19/20

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