sábado, 17 de octubre de 2009

Inglourious Basterds: Tarantino en la gloria

Inglourious Basterds es una entrega más de la apasionada y frenética relación de ese loco llamado Quentin Tarantino con el cine y, eventualmente, con nosotros los espectadores que somos los que nos desvivimos por cada una de sus aventuras y cada uno de sus extraños personajes. En este film, Tarantino se atreve a tocar el tema de la guerra, metiéndose en las mentes de aquellos extraños y hasta locos hombres y mujeres que le dieron cuerda. El universo de Tarantino es ese: extremo, violento, desequilibrado, irreverente y apasionado. Porque si muchas cosas le podemos criticar a este loco, una le tenemos que reconocer: se banca lo que hace, y lo hace con un amor inconmesurable. Y el tipo sabe hacer cine, y de qué manera.


Cada loco con su tema. Las películas de Tarantino tienen su sello, por el cual las identificamos y las clasificamos como un engendro bendito que nos regala ese hombre con la cabeza más friki del mundo. Los perdedores y los antihéroes que buscan algo, y que en el camino se pierden, se distraen, se enfrentan a otros locos, para al final encontrarse con un destino no hermoso, pero merecido. La muerte muchas veces, la amarga venganza en otras, la vida mundana que sigue su curso para los descorazonados. Tarantino debe ser la mejor licuadora de la cocina cinematográfica que se nos presenta en la actualidad. Y es que el hombre coge de acá y de allá, del spaghetti western, del blaxplotation, del cine negro, del cine de gangsters, del romance y de la comedia absurda que hemos visto desde que amamos el cine. Y porque el buen Quentin es un amante empedernido del cine. Y de la cultura. Porque tiene eso que tienen las gallinas para salirse del cuadro y poner escenas de comic en sus películas, y diablos que esas escenas le agregan dramatismo a la narración. Porque los tiene también para agarrar a actores en decadencia (alguien dijo Travolta o Pam Grier) y devolverlos a la palestra con actuaciones de antología. Porque sabe crear tensión y juntarla con música hipnotizante sin miedo alguno, rozando los límites de personalismo que idiotece a algunos directores pero que a él lo hacen grande. Porque tiene la desfachatez y el desenfado de conmovernos con villanos tan malos como idiotas, tan normales como para comerse una hamburguesa con queso como torpes para sobrevivir entre ellos. Todos los innumerables rasgos de aquellas películas se repiten, no sólo en su cine, sino en toda la larga historia del cine mundial. Pero no aburre. Los pone precisos, les da nuevas dimensiones y, de su mente centellante, salen a la pantalla para encandilarnos con sus historias. No es que sería nulo el cine de Tarantino sin esos personajes, pero que duda cabe que son la crema de la torta que siempre nos regala, y que tipo de personajes. Cada frase, cada gesto, cada bala o cada irreverencia que sueltan queda impregnada en la conciencia del cinemero moderno. Y si eso no es hacer buen cine, ¿de qué diablos estamos hablando entonces?

Bastardos sin gloria es notable. Es un relato...no, no es un relato, en realidad es un collage de personajes que rozan la caricatura, pero que nos demuestran un corazón enorme para afrontar sus dilemas y travesías. Porque nos importa cada uno de ellos. Y esto porque vemos entrega en el papel, y en la realidad. Porque Tarantino escribió un personaje como el teniente Aldo Raines para que juegue al irreverente, sarcástico, pero feroz jefe de los Bastardos. Porque Brad Pitt demostró hace tiempo que no es una estrellita màs del sistema y que, si bien no es Brando o Pacino, el hombre se banca su cara bonita y se entrega al rol de cabo a rabo. Y no le importa hacer de personaje de cartón a veces, o de idiotizar la imagen del militar líder, o de simplemente hacer el ridículo en aras de acrecentar su personaje. Su acento y sus constantes gestos faciales así lo demuestran. Y porque esa escena en la que Pitt balbucea italiano debe ser de las más cómicas que Tarantino ha escrito. Por el drama interno y la venganza cotenida y entendible de Shoshana, por la prepotencia y consecutiva culpa de Zoller, por la seductiva Bridget von Hammersmark (hermosa y enigmática Diane Kruger) por la parquedad inquietante de Hugo Stiglitz, por las patéticas pero precisas caracterizaciones de Hitler y Goebbles, y por el Coronel Hans Landa.



Nunca pensé amar así a un Nazi hijo de su madre. Pero cuando un personaje está tan bien escrito y actuado, uno no tiene otra opción que someterse a su encantadora maldad. Lecter ya nos avisaba en los 90s y en este nuevo siglo Bardem en "No country for old men" y el Joker de Ledger ya nos lo ratifican: los malos son los nuevos reyes de la pantalla. En realidad siempre el malo ha sido el personaje que, si está bien hecho, se robará la película. Y el Hans Landa que crean en conjunto Tarantino y esa joya descubierta que es Cristopher Waltz (ganador del premio a mejor actor del Festival de Cannes) se temrina robando la película. Frío, metódico, asesino cerebral, elegante, encantador, seductor, preciso, inteligente, astuto, malvado, obsesivo, convenido y traidor. Landa es la quintaescencia del malo malìsimo. Porque al final vela por su propio bienestar. porque ni siquiera parece que lo mueven sus convicciones, sino que hace lo que mejor sabe hacer porque simplemente hay un sadismo secreto en él que lo motiva. Landa caza judíos por deporte (le dicen The JewHunter) y se encarga de preparar el "ambiente" antes de aniquilar a sus víctimas. La primera escena, de largos pero entendibles 20 minutos es de una genialidad y una maldad brutal. Y hasta en la escena del "Bingo" està tan genial porque nos demuestra que previo a la traición toda persona es patética. Esas escenas donde Landa trata de demostrarnos su superioridad intelectual y esa bondad falsa e hipócrita son de colección. Veremos que le depara a Waltz y sin duda este maléfico pero entrañable coronel(que curioso que suena este tándem) queda ya en la vidriera de los mejores villanos de Tarantino (con el Bill de Carradine y el Samuel L. Jackson de "Jackie Brown").

A muchos no les ha apetecido esta película. Yo la he disfrutado al máximo. Y Tarantino debe ser de los pocos (tal vez el único) que me hace salir del cine pensando que una obra maestra no tiene que ser solemne necesariamente y que puede entrener, hacerte reir y hacerte llorar. tarantino es eso: sentimientos a flor de piel. Las balas de los Bastardos, o de Travolta y Jackson, o de los "coloridos" Perros de Reserva son mensajes al corazón que nos lanza Tarantino, en el que nos advierte de la caída de los viejos valores que supuestamente mueven al mundo y nos abre las puertas de la irreverencia, el falso honor, la fraternidad interesada, la estupidez criminal, la lealtad hipotecada, la venganza furibunda y la obsesión por querer salir de un mundo sin el cual no podríamos vivir. Pero lo que al final nos abre la puerta es a su genial y tal vez enferma cabeza. El que quiere que entre y la vea. Al menos yo siempre lo iré a ver. Porque en la desfachatez está el gusto.

Nota: 18 / 20

sábado, 26 de septiembre de 2009

Tarata: una explosión en la frialdad de Lima

Tarata me pareciò una pelìcula muy rara. No recuerdo un sólo momento genial en la hora y media de metraje, pero no me parece una mala película; odie literalmente a un puñado de personajes, pero uno que otro me pareció interesante; siento que se desaprovechó ciertas partes de la historia, pero que a la vez se omitieron (afortunadamente) algunas otras; siento que al final se trata de una película correcta, pero fría en exceso y en ocasiones muy descolorida.

Y bueno, la historia lo amerita. A grandes rasgos, Tarata cuenta la historia de los 4 miembros de una familia limeña de clase media que, en pleno auge de ataque terrorista en Lima, se ven sacudidos por la explosión de un cochebomba en pleno centro de Miraflores. Bueno, esa es la premisa, porque lo que Tarata cuenta en realidad es la descomposición de la estructura familiar en los noventas, situación que se inició en la década anterior y alcanza puntos inimaginables en pleno siglo 21. La familia como institución fuerte ha desaparecido. El miedo y la angustia que originó (¿origina?) Sendero se refleja en la atosigante situación que a la cual ha llegado la familia Valdivia: un padre timorato y alejado de los problemas diarios en casa, una madre más preocupada en sus negocios que en la buena crianza de sus hijos, una niña-adolescente resentida y con toda la carga antisocial de la edad y finalmente el niño, mucho màs inteligente y avispado que los otros miembros, aunque algo traumadito y llegando a los peligrosos límites de los famosos "chikiviejos" del cine. La historia toma como excusa al atentado de Tarata, el cual sólo toma alrededor de 5 minutos en el recorrido del film. Son 5 minutos de muy buen cine, pero insuficiente. Y decimos ello porque creo que Fabrizio Aguilar no quiso tomar provecho de la angustia generada por el atentado. En realidad, aquellos espectadores que vayan a ver la película esperando ver 2 horas de explosiones y gritos desesperadosa saldrán decepcionados. Hace bien Aguilar en no llenar la pantalla de escenas efectistas, mas desaprovecha una gran oportunidad de mostrarnos todo el terror reflejado en la pequeña familia protagonista. Así, corta de manera atolondrada al día del entierro de la amiga de la protagonista. La llegada a casa de la madre para atender al niño y el posterior arrivo del padre para consolar a su hija debe ser la mejor escena de la película.




Otro de los momentos desaprovechados son los de la toma de las aulas por parte de Sendero. Para alguien que ha tenido la suerte de no pasar por esos momentos, despierta un gran interés en ver como hubieran sido reflejados estos momentos de libertad de expresión para unos y de represión para otros. Tomarse el riesgo de habernos mostrado estas reuniones improvisadas hubiera ayudado a no plastificar tanto la figura del terrorista-universitario y darle algo más que el título de terruco amargado (en Paloma de Papel, anterior película de Aguilar, se destaca el buen trato para con los personajes de terroristas). Y está la fiesta, lo que pudo ser un momento terrible que demostrara la frivolidad e hipocresía limeña se convierte en una escena cliché con pelea madre-hija de por medio. Y aquí entramos a otor gran problema de la película como lo es los típicos momentos clásicos, o los clichés, como el de la hija, personaje de niñita engreída y peleada con el mundo, que llega a hastiar y a ser un personaje no inservible (al fin y al cabo es causante del acto que marca el desenlace de la película) pero sí terriblemente insoportable. El niño es un chikiviejo cuyas paranoias son entendibles, pero cansinas, ya que toda la película pasa recitando consejos francamente idiotas. Son los padres los que de alguna forma salvan la película. Fuera de lo que muchos pensamos, Gisela Valcárcel hace una actuación decente. Y entendemos porqué Aguilar la esocgió: no sólo como una clara estrategia de marketing (eventualmente, la diva peruana debutaba en pantalla grande), sino que su personaje de madre bruja y desquisiada se presta para que la "señito" llene la pantalla de todo su histrionismo. Afortunadamente, Aguilar la controla y logra controlar sus arrebatos y finalmente logra este efecto raro de hacer que nostros los expectadores odiemos y sintamos pena por un mismo personaje. Pero es Miguel Iza quien está inmenso en esta película, demostrándonos que es uno de los mejores actores nacionales en la actualidad. Y esto lo demuestra con su variedad de registro, ya que a inicios de este año nos deslumbró en la obra "El Método Gronholm" en donde hacía de un personaje antónimo, patán, arrogante empedernido y odiable empresario. En esta película, Iza se destaca por sus rasgos tristes, perfil desencantado, ritmo bajo y lento, desengañado y sumiso, olvidado y a la vez curioso, demasiado curioso, con respecto a las pintas de Sendero y todo el misterio que denotan. Iza trabaja con su voz y con su cuerpo, y nos muestra un desencantado y desencajado personaje cuyo rostro en las últimas escenas de la película reslatan el tono de toda la película y de toda una década. El subplot de Iza es motor de la película, mientras que el personaje de Gisela despega un poco a partir del atentado.



Pero nada más. Tarata es una película correcta y nos demuestra que Aguilar tiene mucho, mucho oficio. Pero que tiene potencial para desarrollar y entregarnos historias apasionantes y llenas de calidez y coraje como en Paloma de Papel. Aunque Tarata cierra este díptico del terrorismo peruano, su tratamiento frío y distante es tal vez una muetsra de o que el director trató de que los espectadores pensemos. Mientras que en el interior (Paloma de Papel) se vivió la lucha interna a todo dar, con debates de palabra y pólvora que arruinaban la paz serrana y niños corrompidos por la imposición nublda de jóvenes seudolíderes y una doctrina obsoleta y absurdamente fantasiosa, acá en Lima, la lejana y ensañzada Lima, se vivía todo esto de manera diferente, distante, vista como si fuera en otro país, en otra región, en un Wonderland a millones de kilómetros de distancia. Nada más falso y tan presente como aquella bomba que asotó a toda la ciudad. No es hasta que el ruido llega a romperte los tímpanos y las ondas rompen los cristales de tu casa que el terror se apodera de ti y termina por resquebrajar lo que uno considera vida. Porque la vida de los Valdivia ya estaba rota. A partir de lo que pasa al final, parece que vuelven a nacer. Parece que las consecuencias sirven para eso: darse un fuerte abrazo y tratar de sobrevivir. Aunque sea una lucha sin sentido y que sólo podrá llega r auna victoria pírrica, a pesar de ello, eso es lo que mantiene la esperanza de la familia y del país, tanto del que está afuera como al otro lado de la celda.
Nota: 14/20

viernes, 14 de agosto de 2009

Public Enemies: lo que pudo ser y no fue

Michael Mann es uno de mis directores favoritos. Dentro de la terrible crisis creativa y de talento que se vive en el mainstream actual, Mann ha sabido construir una carrera una línea marcada de historias y un estilo visual inconfundible. Y Mann ha dirigido a finales de la década pasada una de las mejores películas de los últimos tiempos: The Insider o El Informante, angustiante película sobre un soplón que despedido por una emrpesa tabacalera decide ir al reconocido programa americano 60 minutos para contar toda la verdad (aunque ya conocida por casi todo el mundo) del cigarro y cómo es manejado los niveles de adicción por los burócratas y corporativos. Pero además The Insider observa de cerca el tema del periodismo e incluso coquetea con lo legal. Una película completa, con una fotografía y un guión de otro planeta, definiendo el estilo de su director. Y muy aparte de la gran actuación de Russel Crowe y de tal vez una de las últimas inspiraciones furibundas de Pacino, el gran mérito de Mann está en darnos una película a su manera, fiel a sí mismo, y darnos 2 horas de calidad y gran tensión sin un sólo disparo. Una genialidad. Por ello es que cuando salió la noticia de que Mann preparaba una película sobre gangsters, a la antigua, inspirados en aquellos bandidos de los cuales robaban muchas cosas Cagney o Bogart, bueno, unom tenía material para ilusionarse. El día del estreno llegó y uno se encuentra con emociones encontradas.



Y es que Public Enemies no es una mala película. En realidad, y casi como toda película de época, la ambientación, vestuario y decoración son impecables. Y la historia es definitivamente cautivante: un joven y apuesto ladrón que viste bien y que con la mirada y algunas palabras conquista a las más bellas mujeres se dedica a robar bancos, la plata de los poderosos, siendo para él impensable robar a pobres o secuestrar, ya que ello es su "gancho" para esconderse entre la gente. Dillinger se consideraba una figura pública (más que un enemigo), una estrella que vestía cool y que sabía ganarse el aprecio de prensa y del desesperanzado público americano (vale recordar que vivimos en el contexto de la gran depresión). Y la película trascurre, Depp pone su cara seria pero todavía conserva algunos rasgos a lo Brando; Bale pone su cara aun más seria y una pose de guerrero implacable para gritar cuando no está disparando; Cotillard es encantadora y, bueno, hace el papel de la chica de la película. Y hay balaceras, hay elaboraciones de algún plan de captura, hay ejecuciones, hay fugas y todo lo que nos fue prometido. Y Mann lo hace con gran maestría. Mann es un técnico, un artista en su máximo nivel que siempre nos sorprende con algunas tomas, dejando espacio claro a las tomas bellas e impresionantes que acostumbra. Pero se siente que hay algo que falta. Parece como si fuera un bello, hermoso cofre, pero sin contenido, o con una que otra joya, pero sin pulir. Creo que esta ausencia de "jugo" responde a las expectativas que generó la película.




Claro, Si The Dark Knight hubiera sido hasta un poquito menos impresionante, sería uno de los mayores fracasos de el año pasado. Pero no. TDK resistió el hype y lo superó. Como Ledger, TDK superó las expectativas y nos impresionó con una demostración de clase y entrega para ser una película de superhéroes y de reflexión a la misma vez. tan descorazonada como impresionante en apariencia y en contenido. Pero a Enemies le falta esa aura mágica y legendaria que tiene toda película de mafiosos. Esos perdedores que escalan desde lo más bajo de las ciudades y llegan a la cima, o supuestamente lo que es la cima para ellos (léase dinero, poder y mujeres, como decía el gran Tony Montana). Y generalmente la ambición mata a estos seres odiados por policías pero queridos por el público (tanto el de la película como nosotros, lo espectadores, que amamos los antihéroes). Y si bien es cierto Mann hace énfasis en la tragedia contenida de Dillinger, un ser que le encanta estar en el ojo público pero que poco a poco el FBI lo empeiza a cerrar hasta encerrar a su amada, el público no llega a entregarse totalmente a la historia de Dillinger, creo que no llega a haber un momento de angustia en que nosotros luchemos por él. Dillinger es inteligente, apuesto y vamos que todos sentimos atracción por algún tipo como Robin Hood, pero esto no basta. No basta marcar a un personaje de tales características. Es como la historia de la película, delineada como gangsters contra FBI en la "Época de oro del crimen en Norteamérica", pero delinear y delimitar los rasgos de la película y moldear a un personaje toma más que desperdigar características que a priori son atractivas. Para trabajar y darle alma a un personaje tieens que hacerlo vivir, ponerlo en aprietos y trabajar lo que supuestamente lo distingue. Es hacer que se entregue y de esta manera hacer que sintamos compasión por él o que nos sintamos comprometidos por su causa. Dillinger abría bóvedas y escapa de cárceles sin causarnos mayor compromiso. Creo que el compromiso del espectador con el personaje es clave. Sino, que lo diga Michael Corleone, el hijo de su madre más querido por todos. El diablo en persona, Pacino-Corleone era tan entrañable como diabólico. Para no ir tan atrás, me parece que más profundos e impactantes resultan Hanks y Newman (Que grande Paul) en "Camino a la Perdición", que es un ejemplo de cómo una supuesta "película de gangsters" trata en realidad de relaciones complejas, de la familia y de el falso compromiso criminal y la traición. Eso es la clave, de que una película sea de tal temática pero que eventualmente nos ofrezca mucho más, un estudio o análisis de algo que va más allá de lo que a simple vista aparenta. Eso hace gran al Padrino, a Buenos Muchachos o a Camino a la Perdición. Pero Public Enemies es una película de bandidos contra agentes, y se queda ahí. No ofrece menos (es Michael Mann al fin y al cabo), pero no ofrece más, no ofrece lo que pudo ser. Que diferencia con The Insider, una genialidad que tenía tantos planos por analizar, personajes compormetedores y que lo dejaba pensando a uno horas sobre lo presentaod en pantalla. Y todo con una técnica y clase magistral. Eso es Michael Mann, y esperemos que algún día regrese con todas su luces. Claro que dentro de la paupérrima cartelera mundial, sea bienvenida la grandísima técnica de Mann.
Nota: 16/20

PD: A partir del debate generado, me parece que esta vez Mann no acierta con la cámara digital. No va con el estilo clásico de este tipo de películas. Lo clásico, clásico se ve mejor. Y una pequeña invocación: que ya pare con la "camarita epiléptica" que nos quiere dar la impresión de realismo.

jueves, 16 de julio de 2009

Arrested Development: locura y risas tras las rejas.

Es categórico decir que algo es lo mejor en cierta categoría. Y mucho menos sin haber visto muchas perlas que forman una selección de lujo. En el caso de las comedias americanas de televisión, no podría hacer un análisis globar sin haber visto desde clásicos como Happy Days hasta vacas sagradas de hoy en día como 30 Rock. Pero no tendría ningún temor en decir que, luego de haber visto sus 53 capítulos, Arrested Development (2003-2006) es tal vez la máxima expresión de un programa cómico que alguna vez haya visto o vea en la "caja chica". La premisa del show es la siguiente: Michael Bluth, un hombre viudo, con un hijo adolescente a cuestas, trata de destacar en la vida siempre teniendo ese perenne deseo de hacerlo bajo el aura de la moral y las buenas costumbres, trata de ser bueno por él mismo y por darle a su hijo un buen ejemplo, pero se ve involucrado en u dilema al tener que quedarse con su familia luego de que ellos lo rechazaron e incluso no le dieron el puesto que soñaba en la compañía familiar. ¿Y por qué se queda con ellos? pues su padre, George Sr, ha sido encarcelado por crímenes que van desde fraude hasta traición, por lo que Michael tendrá que tomar no sóo las riendas de la compañía, sino que se encargará de representar esa figura paterna que controle a su más que alocada familia. Y es que su familia debe ser de las más rayadas de la tele, tanto así que dejan la vara muy alta para lo que considerar una familia disfuncional: tenemos al tía patán y prepotente que cree que ser un mago fracasado es tener un trabajo estable; tenemos a la tía frívola y superficial, imposible de pensar en otra persona que no sea ella misma; tenemos al esposo de ésta, un doctor sin licencia que intenta ser actor y que constantemente lanza comentarios algo desafortunados que nos hacen dudar sobre su sexualidad (de más está decir que durante las 3 temporadas de la serie su matrimonio pende de un hilo); está el hermano menor, el bebé, que es un treintón con un complejo de Edipo tremendo y que vivie con su mamá en la casa de la familia; tenemos a la mamá, claro está, la matriarca de la familia, que no es otra que una tía más superficial aún que su hija, manipuladora y obsesiva, que siempre tiene una copa de martini en la mano; están los chicos, los "niños", uno (el hijo del protagonista), un chibolo timorato y algo antisocial que guarda un "crush" profundo por su prima, y esta, una chica autosuficiente y, dentro de los estándares de esa familia, la más sensata del grupo; y finalmente el patriarca, el hombre que con su encierro hace despegar la comedia, George Sr, un tía grandulón y pelado que sólo quiere su beneficio personal y aumentar sus arcas, así sea bajo sacrificando a su propia familia. Todo eso parece la descripción de un dramón de aquellos o de una película de terror, pero no es otra cosa que Arrested Development.




Esta serie tiene primero la virtud de hacer reir. Eso es lo primero que le exigimos a las comedias: risas. Y llega a ellas mediante las fórmulas ya conocidas como los chistes corporales, los "recurring jokes", los chistes sexuales o los personajes alocados. Eso casi siempre da resutlado. Pero donde se crece AD es en el chiste que está oculto, en el subtexto, en aquello por lo que tenemos que procurar ser bastante cuidadosos, detallistas para poder captarlo. Hay que repetir escenas para captar toda la riqueza de los personajes, estar atentos a lo que nos brindan los diálogos o simplemente entender la genialidad de los innumerables innuendos de ciertos personajes. Y todo esto acompañado de una narración fluida, de la mano de un Ron Howard que nos cae un poco mejor por hacer de un narrador tan preciso y gracioso como mordaz y sarcástico. Howard brinda la voz y la entonación perfecta al momento de determinada situación, convirtiéndose en el décimo personaje de esta hilarante comedia. Y claro, los personajes de AD son irrepetibles y extraordinarios. Cada uno de los actores son un descubrimiento para el medio y nos brindan todo su talento para partirnos de risa en cada escena. Will Arnett construye a GOB (George Oscar Bluth xD) como un tarado de aquellos, inaguantable e irritante, pero la maestría está en a la vez transformarlo en un personaje entrañable, por el cual no sabemos si sentimos simpatía o pena. GOB y sus fallidos intentos por hacer algún truco (ilusión¡¡¡), con su baile del pollo o su repelente muñeco ventrílocuo Frnaklin, no hace más que destruirnos de risa y pena, porque ya ver a Arnett con su cara de atorrante despiadado, pero que en el fondo sabemos que sólo es un tonto sin idea de cómo empatizar con la gente, es ya un signo de comedia impagable (sino vean 30 Rock donde es aprovechado como el rival de Baldwin). Tenemos también a Tobias, el cuñado, un hombre frustrado, perdedor, que ofrece un recurring joke genial como es el de sus comentarios que se prestan a creer que tiene tendencias homosexuales. En fin, para algunos es, para otros no, pero Tobias, siendo tal vez el personajes más gracioso y ridículo d la serie, es creado enteramente por el timing y la sutil performance de David Cross, que junto a Arnett son los mejores payasos que todo show pueda pedir. Los otros personajes son geniales a su vez. Jessica Wlater como Lucille está genial al crear la imagen de una madre perversa y fría, siendo ella la razón de tanta rareza en la familia Bluth. Jeffrey Tambor hace que un malvado como George Sr tenga momentos hilarantes, pero es como Oscar Bluth (su hermano gemelo) que verdaderamente se sale. Justamente uno de los mejores chistes de AD, desarrollado en cantidad en la 2 temporada, es cuando se insinúa que Oscar es el verdadero padre de uno de los hijos Bluth, poniendo una música de fondo tierna y Tambor cambiando a un semblante paternal-bobalicón. Chistes como esos son lo que hicieron grande a AD. Palmas finales para Portia de Rossi que hace que Lindsay, un personaje que se pudo quedar como "la chica bonita" del show o la rubia frívola tradicional, vaya más allá, siendo tan loca como los demás, y jugando con ese contraste entre su sensualidad y su ineficiencia a la hora de cazar hombres. Portia tiene una vena genial para la comedia, así como Tony Hale y ese Buster Bluth que es un hito para la comedia. Un personaje tan tonto, hijito de mamá por donde lo veas, pero que puede ser aveces tan profundo y que con sus reacciones desmedidas nos hacía reir cada vez que las situaciones pululaban por él o su garfio-mano de la última temporada. Los chibolos son tal vez los personajes menos hilarantes, pero no por ello menos interesantes. George Michael (Michael Cera) es el personaje "más normal" de toda la serie y tiene reacciones que nos hacen identificarnos con él en más de una ocasión. Y Maeby, la chica independiente de la familia, podría tener su Spin-off ya.


Al final dejamos a Michael Bluth, interpretado por ese monstruo que es Jason Bateman. A diferencia de Carrel o Baldwin, Bateman no tiene que poner cara de estreñido o de angustiaod para hacernos reir. La virtud de este actor (y de los guionistas claro) está en hacer de Michael un personaje real, bien downtoearth que sólo es el tipo promedio de persona que quiere vivir tranquilo sin hacerle daño a nadie, y que en una de esas decisiones éticas que destrozan tu vida, decide hacerse cargo de su familia. Bateman hace de Michael un ser que mira con extrañeza todas las locuras de su familia, pero que temrina acostumbrándose o entendiendo a todos, porque supuestamente, "la familia viene primero". Bateman es otro tipo de comediante, que con su sencillez de gestos y sus reacciones moderadas no sólo construye a un personaje interesantísimo, sino que se convierte, siendo el menos loco de todos, en el alma del show. Y finalmente, la gracia de Bateman está en poco a poco derrumbar el mito de Michael y mostrarlo como un Bluth al fin y al cabo, con sus ticks y frekeadas, siendo ese hombre mandón, egocéntrico y super estresado que en verdad es. Michael crece conforme pasa el programa y aprende de su familia, en una lección que nos deja a todos. Eso es finalmente lo que hace extraordinaria a AD, que no sólo nos parte de la risa sino que nos deja esa reflexión profunda sobre los lazos familiares, sobre el tomar responsabilidades, retos, y transformar la lucha diaria en el trabajo o con tu familia en una forma de vida que no tengas que resisitir, sino que tengas que conocerla bien y adaptarte a ella. AD es genial porque bajo la imagen de una comedia de una familia extremadamente chiflada nos da una mordaz crítica a los valores supuestamente institucionalizados de la familia americana. AD es la desmitificación de la institución familiar y la pone como un grupo de chiflados obligados a vivir juntos y aguantarse, pero que nos dice que aún así, en esas circunstancias, en esos escombros morales de convivencia que nos puede tocar, siempre habrá alguien que nos una y que nos enseñe, así sea por enésima vez, el verdadero concepto de familia y de hogar. Claro que si ellos fueran mi familia, hace rato hubiera matado a alguien para que me enviaran a la cana.

viernes, 1 de mayo de 2009

Oasis en Lima

Hay situaciones en la vida en las que un hoyo profundo nace en tu alma y se extiende por tu cuerpo, donde las letras de una vida dan pie a la añoranza, pero tambièn al olvido. La depuración de toda una vida, la alegría de saber que tus memorias no sólo quedan en ti, sino que se ven reflejadas ante tus ojos, con colores y estruendos, con saltos y con gritos, las puertas del sueño de lo que uno creyó nunca vivir, se abren de par en par hacia lo que una vez fue grabación y esperanza, a lo que es realidad y vida, la felicidad de haberlos visto y llorar y emocionarse sin ningún parámetro, sin ninguna distancia física, sin ningún hueco emocional en ti. La emoción de gritar a viva voz y dejar, por fin, muchas cosas atrás. Gracias por los himnos, por las estrofas de juventud, por la viva voz del desamor y por el antídoto a la frustración. Porque eso fue y es Oasis, la cura de todos los males, la catarsis universal, el recuerdo hecho derrota, dejando liso el camino para un futuro de victoria. Con Oasis caímos, pero ellos nos levantaron. Cada uno de los que vibramos ayer, al menos por un par de horas, nos fuimos al cielo supersónico del sueño y la vida eterna. Porque todos, todos podemos quedar perennizados en un ritmo, en un acorde, en una letra o una línea, en una estrofa perfecta, un trozo de canción y de vida. Gracias Oasis.

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jueves, 12 de marzo de 2009

Frost/Nixon: la eternidad del fracaso y del éxito

Richard M. Nixon debe ser uno de los personajes más suculentos para las creativa mentes que a partir de datos verídicos inventan sucesos que nos invitan siempre a pensar en lo que pudo ser y no fue, siempre llevados por la exageración y cierto aire al (pre)juicio. Desde ser interpretado por el gran Anthony Hopkins hasta ser una pieza importante en el mundo de la novela gráfica Watchmen, Nixon ha estado ahí, con sus lamentos y terquedades, siendo siemrpe el blanco favorito de todos para realizar juzgamientos (más que merecidos), pero a su vez como una suerte de monumento viejo a la constante expiación americana. En esta ocasión, Ron Howard toma la obra de Peter Morgan (autor de La Reina) y la adapta al cine teniendo siempre como protagonistas a Michael Sheen (en el papel de Frost) y a Frank Langhella (como Nixon). Y los resultados son sopresivos, gratificantes y contundentes.

Basado en las famosas entrevistas que dio Richard Nixon (ya como expresidente) al host de talk shows británico David Frost, la película (siempre recalcando basada en la obra de Morgan) narra los periplos por el que el carismático y hasta autosuficiente "performer" (así lo conocían por ese entonces) pasa para arreglar una entrevista con el hombre más vilipendiado de esos tiempos: el expresidente Nixon. Es así que Frost ve en Nixon, en primer lugar, una fruta seca y vieja, pero a la cual todavía le queda algo para sacar, a la que todavía no se le ha exprimido todo el jugo que conforma sus acciones ilegales sobre Watergate y su vida post exilio. Pero conforme avanzan los fallidos intentos de Frost, este va tornando su deseo en ambición, en un reto. Esta es la palabra que puede enmarcar la película: reto, confrontación, desafío (como se subtitula el film en Latinoamerica). Para Frost, la meta es llegar donde el "distante e intimidante" Richard Nixon, mientras que para este el reto está en nunca desmoronarse (al menos frente a cámaras) y seguir aparentando, sin derramar alguna gota de lamento o culpa, que todo lo que hizo fue por el "bien del país" y que fueron meros errores de juzgamiento y no con intención, delitos para ser más específicos. Cualquier parecido con la bellaca hipocresía de ciertos políticos procesados es pura coincidencia.

Pues lo que nos dan Morgan y Howard en casi 2 horas de metraje es un duelo a capa y espada entre dos caballeros que eventualmente dejan de lado toda caballerosidad y sacan las garras para obtener lo que quieren. Y la virtud del director está en darnos esta historia que pudo caer fácilmente en el cliché, pero que navega bien durante los pasajes ante y tras cámara. Toda la preparación para el "día D" es genial, mostrándonos a los investigadores sus esfuerzos para presentarse en el set, encarar a Nixon, y destrozar pieza a pieza ese castillo de naipes (al parecer intocable para las grandes cadenas) que era la culpabilidad de Nixon. Y lo que pasa ante cámara son momentos de tensión pura llevados a gran ritmo por Howard, pero sostenidos por esas dos monumentales actuaciones que nos dan Sheen y Langhella. Uno por uno. Michael Sheen está formidable como Frost, dándonos su lado díscolo y frívolo por momentos, pero llenando a este hombre apasionado con la dosis necesaria de ambición y tensión que generaría eventualmente todo este choque con el expresidente americano. Mientras tanto, Frank Langhella se apodera totalmente del papel de Nixon. Es duro, siniestro y potente, pero a la vez blando, curioso, frágil y vulnerable. Es increíble lo que hace una genial actuación, darnos todos esos toques, esos matices que sólo un gran actor puede lograr. Y eso lo hace Langhella, que alcanza picos de grandeza en las escenas de la entrevista en sí donde explica su vida presidencial, ya sea en las tontas cosas mundanas o, especialmente, cuando desesperadamente trata de justificar sus actos, hasta que cae en ese hoyo de la derrota (y victoria, aunque pírrica, de Frost) que es haber aceptado ante cámaras sus errores y, sobre todo, el haber decepcionado a la gente y el sistema de gobierno americano. El rostro y la expresión de Langhella son impagables. Bien por la Academia al haber nominado a Langhella, pero se quedaron al no tomar en cuenta a Sheen, cuya actuación está a kilómetros de la de Pitt en "Benjamin Button" (Bueno, lo mismo dijimos con las acutaciones de DiCaprio o Dev Patel).

Finalmente, "Frost/Nixon" es uan película que nos deja mucho en qué pensar, y eso siempre, siempre, hace grande a una experiencia cinematográfica. Tan sólo recordemos la escena en la que Frost es confrontado por Reston (genial Sam Rockwell) y el resto del equipo, en el que lo acusan de ser "demasiado blando" y de "estar haciendo de Nixon una figura presidenciable". Gruesas palabras, que llegan a nuestras mentes y necesariamente hacen que nos pregutnemos si los líderes políticos, vivos o muertos (como Nixon) no le deben, y mucho, a la siempre trascendental prensa, que lapida en unos casos (como en este de las entrevistas a Nixon), pero que glorifica y hasta victimiza en otros. Al menos aquí, la prensa y Frost fueron sabios para darle su condena final a Nixon. Lo bueno de la película es que en ningún momento lo juzga, y lo deja en el limbo entre criminal y figura shakespereana. Eso hace grande a "Frost/Nixon", el hacer que seámos nosotros mismos quienes le demos su sentencia al hombre marcado por Watergate.

Nota: 18/20

PD: viendo la foto de la obra de teatro, lo que daría por haber presenciado este choque de titanes en vivo y en directo.

sábado, 7 de marzo de 2009

Kubrick: el hombre mecánico




Hace 10 años se fue el gran Stanley Kubrick
Hace 10 años no me gustaba el cine
Hace 10 años no veía cine
Hace 10 años justo salía al mercado Ojos Bien Cerrados, su "última película", temrminada poco antes de morir luego de un interminable rodaje que se extendió por más de 3 años.
Hace 10 años tuvo que morir el hombre para que no nazca, sino se consolide la leyenda.
Hace 10 años murió el genio que me hizo cambiar de parecer, que me entregó lo más hermoso de este mundo, que nos ha hecho reir, preocuparnos, molestarnos, frustrarnos, asustarnos y finalmente siempre, siempre reflexionar sobre la vida.
Hace 10 años murió el loco, el traumado, el psicótico empedernido, el egocéntrico ambicioso y perfeccionista.
Hace 10 años murió el hombre que dejaba loco a sus actores (incluso al mismísimo Nicholson) y que cargaba su set con más tensión que las reuniones de Alex y sus drogos, dejando a todos boquiabiertos como cada una de las intervenciones del Presidente Sellers.
Hace 10 años, hace 10 años nos dejó uno de los más grandes testamentos de la historia de la humanidad: Dr. Strangelove, The Shining, La Naranja Mecánica, Espartaco, Ojos bien cerrados, Full Metal Jacket, Barry Lyndon, 2001...2001¡¡¡

Desde el más psicodélico rincón del prometedor espacio hasta las tierras más honorables de la vieja Roma, desde las calles más violentas infestadas de leche y drogas hasta los "salones de guerra donde está prohibido pelear", desde los asfixiantes y gigantescos salones de un fantasmal hotel-laberinto hasta su propia cabeza, tan llena de aspiraciones y exactitud, nunca un ser humano nos pudo llevar tan lejos, a un lugar donde locura y perfección nos dan la imagen exacta de lo que la humanidad es...y en lo que podrá convertirse. Al fin y al cabo, el genio era humano como nosotros.

Gracias Stanley, viejo loco y sabio, espero que hayas dejado de lado la frustración eterna de no obtener la toma perfecta